- Mar, 10 Jun 2008, 14:53
#263732
Me ha encantado el artículo y me he leído los otros tres que pongo a continuación para quien le interese:
1 MMar
1.1 Parto slow
“Una horita cortita” es lo que te desean muchos porque culturalmente y gracias al Génesis (“parirás con dolor”) y a las películas, que sólo han mostrado partos sangrantes y tortuosos, el concepto de parto que está en el inconsciente colectivo es algo tan negativo que se quiere agilizar a toda costa o incluso eliminar (cesáreas programadas injustificadas).
Para los que no se hayan enterado todavía, el parto es parte de la sexualidad humana (no una enfermedad) y como tal exige tiempo, intimidad, seguridad, amor, penumbra, calidez, recogimiento y permitir que funcione la parte primitiva del cerebro, que produce las hormonas encargadas del proceso: oxitocina y opiáceos.
Y estas hormonas, que llevarían a la madre a un estado de concienca alterado natural y anestesiante, se inhiben con luces fuertes, presencia de extraños, miedo, angustia, frío, etc. Es decir, los ambientes de quirófano típicos de la mayoría de los hospitales.
Nuestros hijos deberían nacer en entornos parecidos al lugar en el que fueron concebidos y no en ambientes más cercanos a la enfermedad que a la salud y vida.
Los países que cumplen las recomendaciones de La OMS en materia de partos tienen bien acondicionados los hospitales y centros de partos en este sentido y sus índices de medicalización (inducciones, episiotomía, forceps, cesáreas, etc.) son mucho más bajas que los que no los cumplen y con mejores cifras también de seguridad.
El parto como dicta nuestra anatomía es slow y se debe respetar su propio ritmo y exigencias: posición vertical siguiendo la ley de la gravedad, libertad de movimientos, etc.
Además, el exceso de medicalización y las prácticas anti-natura, cuando no están justificadas por unas patologías (menos del 10% de los partos) también pasan factura: más dolor y efectos secundarios. Por ejemplo: las contracciones producidas por la oxitocina sintética duelen muchísimo más y son más frecuentes que las naturales.
Y no podemos hablar de parto slow sin demandar que no sea inducido sin necesidad. El bebé nacerá cuando esté maduro, sea la semana 41 o 39, y no cuando al médico o a la madre les interese. Provocar un parto antes de término casi siempre acaba en el lote de medicalización XL y en cesárea
El nacimiento es un acto sagrado y como tal hay que respetarlo. Los protocolos de parto y la actitud de muchos profesionales ya están cambiando a favor de la fisiología, ahora hace falta que se cumplan y que las mujeres los apoyen.
La actitud infantilizada e ignorante de muchas mujeres que llegan al hospital como quien va a que le extirpen el apéndice, no ayuda nada a la causa de la humanización del parto y por tanto de un mundo mejor. Necesitamos información y formación, y eso lo debemos hacer fundamentalmente nosotras. Que sólo el 61% de los lectores de este blog consideren imprescindible las clases de preparación al parto no es un buen dato, a no ser que se preparen por su cuenta.
Como dice Michel Odent y yo suscribo: “No se puede cambiar el mundo sin cambiar la forma de nacer”
Por eso, no pidamos una hora cortita sino un parto mamífero y slow. Y esto es el primer paso hacia una maternidad slow, una infancia slow y el sueño slow.
1.2 Maternidad slow
Las mujeres modernas, liberadas y multitaskers tenemos muchos frentes abiertos. Queremos abarcarlo todo y siempre vamos con prisa, pero la vida lleva su propio ritmo.
En un mundo acelerado está triunfando un movimiento que defiende la pausa, la reflexión, la conciencia en lo que hacemos y el saborear el ahora. Se llama “slow” y uno de sus ideólogos es Carl Honore que ya nos presentó aquí Elda y cuyo libro “Elogio de la lentitud” está traducido en 25 idiomas.
Está el slow food, las ciudades slow y muchos otros aspectos. Pero donde más importa el tiempo es en la crianza. Este es el primero de una serie de 4 posts que se compone también de: infancia slow, parto slow y sueño slow.
Amamantar a demanda, cantar una nana, mecer al bebé, pasearle, bañarle, dar una papilla, leer cuentos, hacer los deberes con nuestro hijos, jugar con ellos, escuchar lo que nos cuentan…. y cualquier otra actividad de su desarrollo o educación necesita tiempo y no todas se pueden realizar en apenas unas “horitas al día de calidad”.
Hay una forma de entender la maternidad que no se rige por el reloj ni las tablas ni normas que homogenizan a todos los niños en un momento dado sino por las sensaciones, por las necesidades de nuestros hijos y por su proceso evolutivo natural en la alimentación, andar, hablar, dormir, …
La maternidad slow nos invita no sólo a disfrutar de la infancia de nuestros hijos sino a vivirla con entrega, responsabilidad máxima y paciencia. Esto no tiene porqué ser fácil pero sí tiene recompensas: apego, vínculo y sobredosis de oxitocina (la hormona del amor).
Las crías mamíferas necesitan amor, tiempo y presencia constante de un adulto como mínimo, preferentemente su madre. Y numerosos estudios demuestran que los primeros años, sobre todo los dos primeros, son fundamentales en la configuración de la personalidad y muchas actitudes ante la vida.
El desarrollo de nuestros hijos no se vive igual con acelerador o con el freno. John Lennon decía que “la vida es aquello que pasa mientras estamos ocupados haciendo otras cosas” y esto lo podemos aplicar perfectamente a nuestro modo de criar.
Nuestros hijos serán pequeños, indefensos y totalmente dependientes pocos años. ¿Hay algo que merezca más la pena en este mundo que la maternidad/paternidad slow?
1.3 Infancia slow
Si existe la maternidad slow de la que ya hemos hablado, debe existir la infancia slow porque son 2 caras de la misma moneda.
La cultura de la prisa en la que está inmersa nuestra sociedad ha atrapado a nuestros hijos: miles de actividades, muchas horas de TV y ordenadores, estímulos constantes, exceso de horas de guardería y llevarles demasiado pequeños, …
Los procesos de maduración naturales de los niños no encajan con nuestras agendas. Queremos que se desteten pronto (¡a algunos hasta se les prohíbe mamar el calostro al que tienen derecho como mamíferos¡), que duerman solos desde bebés y que se duerman muy rápido, que dejen el pañal pronto, que anden y no gateen, que jueguen y se entretengan solos, etc…
En fin, las exigencias de algunos padres no tendrían límites. Pero “las manzanas no maduran a golpes” sino cuando les toca. Y esto es infancia slow: todo llega a su debido tiempo y nosotros como padres debemos estar ahí para acompañar y no acelerar ninguna etapa.
Me gustan y os presento aquí estas reflexiones de el guru anti-prisa Carl Honore sobre el que hemos hablado antes:
“Hemos pasado a nuestros hijos el culto a la velocidad, a estar haciendo algo en todo momento. Esto es un gran error. Los niños en general necesitan LENTITUD.
“En el tiempo libre no estructurado, en la calma, e incluso en el aburrimiento, es cuando los niños aprenden a mirar dentro de ellos mismos, a preguntarse quiénes son, a inventar y ser más creativos, y también a ser más sociales.”
“Esta cultura hiperactiva, apresurada e hiperestimulada también les ha alcanzado, por eso les cuesta concentrarse en una cosa al mismo tiempo y se aburren tan fácilmente. Por eso la infancia es cada vez más corta”
Por tanto: ¡dejemos a nuestros hijos que sean niños¡
1.4 Sueño slow
Si ya hemos hablado del parto slow, de la maternidad slow y de la infancia slow, es de justicia dedicar un post al sueño slow porque la moda del sueño express para los niños está caducando y cada día surgen más evidencias de lo peligroso que es.
Lo primero que hay que decir es que los bebés aprenden a andar cuando están madurativamente preparados (un bebé nunca andará a los 2 meses), a hablar cuando pueda (un bebé nunca hablará un discurso con 5 meses) y lo mismo pasa con el sueño.
El sueño infantil es el tema sobre el que más mentiras circulan (muchas desde los mismos profesionales) y que más duro es para los padres. De hecho, podríamos valorar la calidad humana de una persona según cómo reacciona ante esta prueba de la crianza.
Según el libro “Dormir sin lágrimas” de Rosa Jové, experta en sueño infantil y con conciencia, el sueño es un proceso evolutivo. Todo niño sano, que presente despertares frecuentes o le cueste dormirse, algún día dormirá correctamente.
Y este algún día no es ni mucho menos a los 4 meses, y correctamente no es ni mucho menos 12 horas seguidas. Que algún bebé lo haga espontáneamente no quiere decir que los demás tengan que hacerlo.
A los bebés no se les puede enseñar a dormir por el sencillo hecho de que ya saben dormir antes de nacer. Dormir es una necesidad vital. Pero sí les podemos acompañar en el proceso, facilitarles las cosas (relajación, suavidad, rutina, penumbra, etc.) y respetarles. Pero abandonar y dejar llorando a un bebé no puede ni enseñar a dormir ni enseñar nada de nada salvo desamparo, resignación y la terrible lección de “ni mis padres me consuelan, mis necesidades no son importantes”.
Las circunstancias difíciles de la vida destapan lo mejor o peor de cada persona y la cruda realidad es que el ritmo de vida actual es inhumano con las necesidades de los bebés y de los propios padres, que en muchos casos tienen ambos que madrugar y que no tienen ni fuerzas para consolar a su hijo cuando se despierta con frecuencia.
Pero en el sueño infantil no existen atajos. Actualmente se están suministrando fármacos a los niños para dormir o practicando métodos de adiestramiento (Ferber/
Estivill, Supernanny). Y ambos pasan factura.
• Los medicamentos para dormir alteran los ciclos de sueño y el delicado funcionamiento cerebral
• Dejar llorar y no atender (decir palabras desde la puerta no es por supuesto atender) provocan shock emocional que producen niveles de cortisol altísimos y tienen secuelas a corto y largo plazo. En este vídeo espeluznante podéis ver el método en todo su esplendor.
Lo siento mucho pero no existe nada mágico para que nuestros hijos duerman como los lirones simplemente porque su proceso natural de sueño no es así. No todos tienen botón de “off” durante 9-12 horas.
La publicad aprovecha este talón de Aquiles de los padres para ofrecernos jabones con lavanda, cacao con melisa, infusiones relajantes (llenas de azúcar e insanas por cierto) y tonterías varias. Todo son parches y no soluciones.
Porque la solución es la paciencia y el respeto. Hasta los 3 niños hay muchos niños que nunca dormirán muchas horas seguidas.
Sí, así de rotundo. El sueño es de los más slow en el desarrollo de los niños y la mejor prueba para que los padres les demostremos nuestro amor incondicional, nuestra madurez y nuestra capacidad de entrega y sacrificio si fuese necesario. Si alguien tiene que sufrir ¿no deberíamos ser los padres, adultos equilibrados supuestamente, y no los bebés?
La naturaleza sí nos ha dado herramientas a la madres: lactancia materna con triptófano natural y con efecto calmante por la succión y el contacto. Y curiosamente la duración de la lactancia en la especie humana debería ser de varios años (los mismos que necesitan los niños para ser menos dependientes).
En ausencia de lactancia, a más contacto del bebé con los padres, más cómodo y beneficioso para todos. El colecho es la opción ancestral y mundial para resolver este tema. Y el 80% de los padres del mundo lo practican.
En cualquier caso, este post no es una apología del colecho sino una apología de la piedad.
Y para que no nos creamos que nuestros hijos nos manipulan simplemente por no actuar según patrones oficiales de vigilia y sueño, sólo nos queda la información rigurosa y científica. El documental de Punset y el curso “El Arte de Ser Padres” es un excelente inicio en el conocimiento de las necesidades verdaderas de nuestros bebés.
En definitiva, el sueño slow sólo es compatible con la maternidad slow. ¡Corren malos tiempos para ser bebé y mamá y papá de verdad¡. Pero ahí radica la grandeza humana.