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por lukanipy
#150923 El agua atrae a los niños porque es un elemento muy variable que ofrece un montón de respuestas diferentes. A partir de los 10-12 meses el niño comienza a mostrar un gran interés por las relaciones de causalidad (causa-efecto), digamos que se convierte en un pequeño “científico”.
El agua es un excelente medio para experimentar: unos objetos flotan y otros no, se pueden hacer burbujas, puede estar fría o caliente, se puede mezclar con otros líquidos y cambiar de color, o con arena, adopta la forma del recipiente que la contiene, etc.

Todos los juegos y actividades tienen dos finalidades: por un lado la puramente lúdica, y por otro, que proporcionen experiencias enriquecedoras al niño y le permitan realizar aprendizajes concretos: sobre el comportamiento de los fluidos, acerca de las diferentes texturas y colores, etc. En todos los casos se emplean recursos materiales que suelen estar al alcance de todos, es decir, asequibles y baratos.


Educar en valores
Cualquier oportunidad es buena para fomentar en nuestro niño determinados valores: el de la generosidad, el del respeto y la tolerancia, y por qué no los valores ecológicos.
No olvidemos que el agua es un recurso limitado y que no debemos derrocharla. ¿No le podemos explicar a nuestro niño que no se debe dejar el grifo abierto mucho tiempo mientras nos lavamos las manos, o cuando fregamos los cacharros?

Aprovecha la hora del baño
Para empezar: a la hora de obtener el agua...
Permite al niño que sea él quien abra y cierre el grifo. Como hemos comentado, esta relación causa-efecto le fascinará, además de obtener la sensación de estar haciendo algo “de mayores”.

Y qué mejor momento para mostrarle el cuidado que hay que tener con el consumo de agua.
Si estáis en el jardín y hay una manguera, enséñale las formas y dibujos que se pueden hacer con el agua agitando el extremo de la manguera mientras regáis las plantas o llenáis un cubo de agua para jugar.


Jugar con arena y agua
Jugar con arena proporciona al niño numerosas experiencias perceptivas.
Los niños aprenden los conceptos de frío/caliente, fino/basto, seco/mojado, vacío/lleno.
Es muy fácil crear un pequeño arenal donde el niño tenga arena suficiente para jugar sin que se desparrame demasiado: un cubo no muy alto, un barreño o incluso un neumático viejo servirán.
Proporciónale agua para que pueda mezclarla con la arena. Botes vacíos de mantequilla, alguna lata de crema, una botella cortada por la mitad, unos cubiertos viejos, además de los consabidos cubos, palas y rastrillos... son las herramientas necesarias para jugar con la arena y el agua.

Enséñales a jugar con la arena y el agua: juega tú con ellos y pronto te imitarán
Descubre a tu niño cómo puede hacer diferentes formas sobre el barro con un bote vacío, cómo se puede dibujar con los dedos, cómo formar un pequeño recipiente de barro que podrá llenar con agua. A los niños les encanta clavar en la arena palitos o lapiceros, y formar figuras con ellos. También se presta para los juegos simbólicos: se puede jugar a preparar comidas, a servirlas y a limpiar los cacharros después.
¿Cómo evitar que se ensucien demasiado y que los más pequeños no se coman la arena?: al principio, con los niños más pequeños, será necesario que tú les enseñes a jugar con la arena y el agua. Juega tú con ellos y pronto te imitarán. Si se tiran arena entre ellos debes atajar estas conductas inmediatamente. Ponles una gorra para que no se les llene el pelo de tierra. Y a la hora de recoger, si no estás en el parque sino en la terraza o el jardín: ¿no puede ser otra actividad interesante utilizar la escoba y el recogedor para la arena que ha caído en una zona de baldosas?

Jugar a lavar cosas
A los niños de dos años les puede encantar lavar diferentes objetos y contemplar cómo cambian de aspecto cuando están mojados y cuando se van secando progresivamente: piedras de diferentes formas, colores y texturas; algún juguete de plástico; un trozo de tela; la ropita de un muñeco o su propia ropita; el coche de papá y mamá; el plato y el vaso con el que el niño come...
Recuerda que a los niños les gusta hacer “cosas de mayores”.

A un niño pequeño le encantará jugar a llenar los recipientes, a trasvasar el agua de unos a otros.
Jugar a llenar
Rechazando los tarros de cristal y todos aquellos con bordes cortantes, o los que se puedan romper... muchos de los botes que habitualmente se tiran en casa pueden servir para jugar con agua si se limpian y preparan convenientemente: un tetra-brik o una botella de plástico cortados por la mitad, la tapa de un bote de spray, el bote de un carrete de fotos, un bol de plástico, un embudo...

No le des muchos recipientes a la vez, pues se puede desorientar ante tantos estímulos. Puedes intervenir para introducir modificaciones, para variar la altura desde la que cae el agua y así producir diferentes sonidos. Puedes plantearle retos: ¿a ver si puedes llenar este tarro utilizando solo una esponja?

Aprovecha para enseñarle los conceptos de lleno/vacío, de grande/mediano/pequeño, los colores... Para llenar los recipientes de otra forma puedes utilizar un bote de plástico como regadera agujereando la base.

Jugar a ser jardineros
Cuidando las plantas de casa
Otra forma de “jugar” con agua es “jugar a los jardineros”. Pídele al niño que te ayude a cuidar las plantas que haya en casa, que te ayude a regarlas, a quitar las hojas estropeadas o secas, a limpiar el polvo de las hojas.
Muchos de los botes que utilices para jugar pueden servir como “herramientas de jardinería”.

Pistolas de agua
Esta actividad requiere que el niño haya adquirido cierta destreza manual, por lo cual es recomendada a partir de los 12 meses. Dejemos a un lado todas las “armas de agua” que se comercializan por esta época y su habitual uso. Bastará con una pera de goma, o incluso un bote de colirio para los ojos o uno de ketchup, para obtener un juguete que fascinará a nuestro bebé. Empieza enseñándole cómo se pueden hacer burbujas si se aprieta dentro del agua, y luego, cómo se puede utilizar para verter el agua en otros recipientes, o para mojar las cosas.

Sonajeros de agua

Otro objeto que puede resultar fascinante para el bebé es una simple botella de plástico transparente muy bien cerrada (incluso con el tapón pegado), la cual llenaremos con agua hasta un tercio de su capacidad y el resto de aceite.
El agua puede colorearse con colorante alimenticio o con acuarelas y se le puede añadir unas gotas de jabón; el aceite puede ser de girasol, de oliva o el aceite corporal de los bebés.
Cuando los niños agiten la botella se producirán un montón de burbujitas de colores que seguro les llaman la atención.
También se pueden meter dentro de la botella algunos materiales: garbanzos, lentejas, granos de maíz, unas piedrecitas, o cualquier otro objeto pequeño.


Recomendaciones generales
Es inevitable que en algún momento el niño beba algo del agua con la que está jugando, o se lleve algún cacharro a la boca si es muy pequeño. Por eso la única recomendación posible es que todo este muy limpio: el agua y los juguetes o “herramientas” que utilices.
Hay que tener cuidado si se juega en casa, en la terraza por ejemplo, porque algunos suelos resbalan mucho cuando están mojados. Se puede jugar dentro de la piscinita desmontable, o poner en el suelo una cortina de ducha vieja. En general habrá que estar atentos para evitar que manchen demasiado y que el juego se desmadre.
Al terminar el juego es importante que los niños colaboren en la recogida: no sólo de los juguetes, sino también limpiando lo que se ha manchado. Puede ser divertido limpiar el agua que se ha caído entre todos, grandes y pequeños, con bayetas y fregonas.
Si hay varios niños “mayorcitos” las peleas con el agua serán también inevitables. Tienes que tener muy claro qué límites vas a establecer para el juego y explicárselo muy bien a los niños. Cuando se salten las normas establecidas, ser tajante e inflexible.
El papel del adulto como mediador en el juego del niño es el de motivarlo, proporcionarle variedad y nuevas experiencias, pero sin llegar a abrumar al niño con muchos juguetes, respetando su propio ritmo: en ocasiones habrá que repetir la actividad hasta el aburrimiento (del adulto), y en otras habrá que cambiar frecuentemente de juego para que sea el niño quien no se aburra.

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