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por lafiu
#142316 Hace tiempo me dieron este artículo recortado de una publicación.
Lo leí y lo guardé.

Hoy lo he encontrado entre mis papeles y me ha parecido interesante traducirlo (el original es en catalán) y copiarlo aquí.
Espero que lo disfrutéis.


¿Tenemos credibilidad como padres?

Los hijos llegan al mundo con muchas potencialidades, pero inexpertos. Es función de los padres ayudarles a madurar, a saber ejercer responsablemente su libertad y a descubrir que no todos los caminos son positivos.

El problema reside en que a menudo la opinión de los padres está en contradicción con la de los amigos de los hijos, o con lo que los hijos ven en televisión. Por eso es tan importante que la opinión de los padres prevalga sobre las demás.
Sin credibilidad difícilmente los podrán ayudar.

Tampoco les ayudarán si ejercen la autoridad de forma dictatorial. Tal vez les domestiquen, pero no les educan. Y cuando los hijos crecen se desentienden totalmente de lo que los padres les han querido enseñar. Más bien, por reacción, tienden a hacer justo lo contrario.

¿Cómo se consigue tener credibilidad?
No se pueden dar normas absolutas porque cada caso es diferente. Pero creo que se puede afirmar que la credibilidad la tienen los padres que actúan así:

Son coherentes:
Viven de acuerdo con los valores que afirman creer. Si fallan lo reconocen sinceramente, pero muestran deseo de esforzarse por seguir viviéndolo.

Ponen límites, pero saben escuchar:
Lo que subleva más a los hijos no es tanto la negativa de los padres como el hecho de que se les imponga sin ni siquiera haberles dejado expresar su opinión.

Les dedican tiempo
:
Los hijos saben que siempre les encontrarán disponibles cuando les necesiten: si tienen algún problema, o simplemente quieren hablar con ellos. Eso le hace sentir valorados y queridos.

Son flexibles y comprensivos con sus errores:
Más que recriminarles, les ayudan a encontrar una salida y les dan apoyo para que no se desanimen.

Les hacen sentir queridos
:
Que están contentos de que hayan venido a este mundo, que desean y buscan sinceramente su bien.

Confían en ellos:
Creen en sus posibilidades de mejorar y les dan la libertad que merecen de acuerdo con el grado de responsabilidad que demuestran.

Les abren horizontes nuevos:
Que den sentido a su vida y les estimulen a crecer, a superar la mediocridad, a tener ideales que merezcan la pena.

Los padres deben conseguir que los hijos les quieran, que les lleven siempre en su corazón. Entonces tendrán credibilidad y seguirán influenciándoles incluso cuando ya no vivan en la casa paterna.



P. Lluís Armengol i Bernils
Director de la Escuela Activa de Padres del Clot (Barcelona)





Elena

:113: Asesora en lactancia materna de DO DE PIT
(Associació pro-alletament matern) de Tarragona
y MADRE
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QUIÉREME CUANDO MENOS ME LO MEREZCA, PORQUE SERÁ CUANDO MÁS LO NECESITE
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por cani
#142458 Dos nuevas aportaciones de Sole:


GUIAS PARA UNA EDUCACIÓN EN POSITIVO
autora Jane Nelsen. del libro “disciplina positiva”


1-. Los chicos que se comportan mal, son niños desanimados, que tienen ideas erroneas sobre como conseguir su principal meta: pertenecer al grupo. Sus ideas equivocadas les conducen al mal comportamiento. NO podemos ser eficaces en atajar este salvo que nos centremos en sus creencias erroneas antes que en el mal comportamiento.

2-. Utilice estrategias para animar a los niños, de modo que sientan que pertenecen al grupo (familia o colegio), de modo que la motivación para el mal comportamiento desaparezca. Celebre cada paso en la dirección de mejorar, en lugar de focalizar la atención en los errores.

3-. Una magnífica forma de hacer que los niños se sientan animados es pasar un tiempo especial estando con ellos. Muchos profesores notan un cambio espectacular en un niño problemático después de pasar tan solo cinco minutos compartiendo con el niño sus gustos, lo que ambos hacen para divertirse.

4-. Cuando sea la hora de ir a la cama, pídales que compartan con usted el momento mas triste de su dia y su momento mas alegre. Comparta sus momentos buenos y malos tambien con ellos. Se sorprenderá de lo que puede aprender.

5-. Tenga reuniones familiares o de clase para resolver problemas mediante la cooperación y el respeto mutuo. Esta es la clave para crear una atmosfera de respeto y afecto, a la vez que se enseña a los niños auto disciplina, responsabilidad, cooperación y habilidades para solucionar problemas.

6-. Proporcione a los niños tareas significativas. En nombre de la rapidez, muchos padres y maestros hacen cosas que los niños podrían hacer por si mismos y unos por los otros. Los chicos sienten que pertenecen al grupo cuando saben que pueden hacer una contribución real.

7-. Decidan entre todos que trabajos hay que hacer. Ponga cada uno en un papel, y todos juntos en una jarra. Cada niño extraerá unos cuantos cada semana: de este modo nadie se queda atascado haciendo el mismo trabajo continuamente. Los profesores pueden solicitar de los niños su contribución para establecer las normas de la clase, y hacerlas constar en un tablero que comience: HEMOS DECIDIDO:… Los niños adquieren sensación de pertenencia. motivación y entusiasmo cuando son incluídos en la toma de decisiones.

8-. Tomese un tiempo para entrenarles. Asegurese de que su hijo sabe lo que usted entiende por “ordenar la cocina”. Para ellos puede signifcar simplemente poner los platos en el fregadero. Los padres y maestros deben preguntar “que es lo que tu entiendes por…?”

9-. Enseñe y ejemplifique respeto mutuo. Es necesario se amable y firme al mismo tiempo: amable para mostrar respeto por el niño, y firme para mostrar respeto por usted mismo y las “necesidades de la situación”. Esto es muy difícil mantenerlo en momentos de conflicto, por tanto, siempre que pueda utilice la norma numero 10.

10-. El uso adecuado de los tiempos le hará mas eficaz. No funciona enfrentarse con un problema en el momento del conflicto: las emociones se atraviesan en el camino. Muestre a los niños la necesidad de tomarse un tiempo para “enfriar”. Usted, o el niño pueden ir a una habitación separada y realizar otra actividad que le haga sentir un poco mejor, y después trabajar en el problema con mutuo respeto.

11-. Libérese de la loca idea de que para que el niño se porte mejor debe primero lograr que se sienta peor. ¿Hace usted mejor las cosas cuando se siente humillado?. Esto sugiere una mirada completamente nueva hacia el “tiempo fuera”.

12-. Utilice el tiempo fuera de forma positiva. Permita que su hijo le ayude a diseñar un espacio o area (cojines, musica, libros, peluches) que le ayuden a sentirse mejor: recuerde3 que los niños dan lo mejor de si cuando se sienten bien. De este modo, usted puede pedirle a su hijo, cuando se encuentra enfadado: ¿Crees que te ayudaria pasar un tiempo fuera?

13-. Los castigos pueden funcionar, si todos ustedes estan interesados en detener el mal comportamiento de forma momentanea. Pero muchas veces debemos desconfiar de metodos que funcionan un momento pero cuyos resultados a largo plazo son negativos: resentimiento, rebelión, revancha o desafio.

14-. Demuestre a los niños que los errores son grandes oportunidades para aprender. Una gran manera de enseñar esto es servir usted mismo como modelo. Utilice las tres “R” de Recuperación tras un fallo:
1-.Reconocimiento del fallo.
2-.Reconciliación: lo siento, no me gusta la forma en que manejé esta situación
3-.Resolución: centrar la atención en la solución, mas que en la culpa (esto ultimo solo es efectivo si se han llevado a cabo los pasos 1 y 2 previamente)

15-. Centre su atención en las soluciones, en lugar de hacerlo en las consecuencias. Muchos padres y profesores disfrazan el castigo poniendole el nombre de “consecuencias logicas”. Implique a los niños en la búsqueda de soluciones que sean: relacionadas, respetuosas y razonables.

16-. Asegurese de que el mensaje de amor y respeto se note a traves de todos los procesos. Comience siempre por: “me preocupo por ti, estoy interesado en solucionar esta situación ¿trabajarás conmigo para encontrar una solución?

17-. ¡PASELO BIEN!¡DIVIERTANSE! Lleven la alegria a sus hogares y aulas.




Y UNO MÁS:


CÓMO LOGRAR UNA AUTORIDAD POSITIVA

Tener autoridad, que no autoritarismo, es básico para la educación de nuestro hijo. Debemos marcar límites y objetivos claros que le permitan diferenciar qué está bien y qué está mal, pero uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia. Y entonces empiezan los problemas. Hay que llegar a un equilibrio, ¿cómo conseguirlo para tener autoridad?


En una de las primeras charlas que dí a un grupo de padres de un parvulario, una madre levantó la mano y me preguntó:

- ¿Qué hago si mi hijo está encima de la mesa y no quiere bajar?
- Dígale que baje, - le dije yo.
- Ya se lo digo, pero no me hace caso y no baja- respondió la madre con voz de derrotada.
- ¿Cuántos años tiene el niño?- le pregunté.
- Tres años - afirmó ella.

Situaciones semejantes a ésta se presentan frecuentemente cuando tengo ocasión de comunicar con un grupo de padres. Generalmente suele ser la madre quien pone la cuestión sobre la mesa aunque estén los dos. El padre simplemente asiente, bien con un silencio cómplice, bien afirmando con la cabeza, porque el problema es de los dos, evidentemente.

¿Qué ha pasado para que en tan pocos meses una pareja de personas adultas, triunfadoras en el campo profesional y social, hayan dilapidado el capital de autoridad que tenían cuando nació el niño?

Actuaciones paternas y maternas, a veces llenas de buena voluntad, minan la propia autoridad y hacen que los niños primero y los adolescentes después no tengan un desarrollo equilibrado y feliz con la consiguiente angustia para los padres. El padre o la madre que primero reconoce no saber qué hacer ante las conductas disruptivas de su pequeño y que, después, siente que ha perdido a su hijo adolescente, no puede disfrutar de una buena calidad de vida, por muy bien que le vaya económica, laboral y socialmente, porque ha fracasado en el "negocio" más importante: la educación de sus hijos
Cuáles son los errores más frecuentes que padres y madres cometemos cuando interaccionamos con nuestros hijos?


Antes de que siga leyendo, quiero advertirle que, posiblemente, usted, como todos -yo también- en alguna ocasión ha cometido cada uno de los errores que se apuntan a continuación. No se preocupe por ello. No es un desastre. Es lo normal en cualquier persona que intenta educar TODOS LOS DIAS. Tiene su parte positiva. Quiere decir que intenta educar, lo cual ya es mucho. En educación lo que deja huella en el niño no es lo que se hace alguna vez, sino lo que se hace continuamente. Lo importante es que, tras un periodo de reflexión, los padres consideren, en cada caso, las actuaciones que pueden ser más negativas para la educación de sus hijos, y traten de ponerles remedio.



Estos son los principales errores que, con más frecuencia, debilitan y disminuyen la autoridad de los padres:

La permisividad. Es imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. El dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala educación. Un hijo que hace "fechorías" y su padre no le corrige, piensa que es porque su padre ni lo estima ni lo valora. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.

Ceder después de decir no. Una vez que usted se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del no. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el no, y perdone que insista, pero es el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando usted vaya a decir no a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha atrás. Si usted le ha dicho a su hijo que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes, su hijo no puede ver la televisión aunque le pida de rodillas y por favor, con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad. Hay niños tan entrenados en esta parodia que podrían enseñar mucho a las estrellas del cine y del teatro.

En cambio, el sí, sí se puede negociar. Si usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde, negocie con él qué programa y cuanto rato.

El autoritarismo. Es el otro extremo del mismo palo que la permisividad. Es intentar que el niño/a haga todo lo que el padre quiere anulándole su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de autodominio, sino hacer una persona sumisa, esclavo sin iniciativa, que haga todo lo que dice el adulto. Es tan negativo para la educación como la permisividad.

Falta de coherencia. Ya hemos dicho que los niños han de tener referentes y límites estables. Las reacciones del padre/madre han de ser siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos. Nuestro estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, mañana, también.
Igualmente es fundamental la coherencia entre el padre y la madre. Si el padre le dice a su hijo que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar, y viceversa. No debe caer en la trampa de: "Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma".

Gritar. Perder los estribos. A veces es difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos perdido alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además, a todo se acostumbra uno. El niño también a los gritos a los que cada vez hace menos caso: Perro ladrador, poco mordedor. Al final, para que el niño hiciera caso, habría que gritar tanto que ninguna garganta humana está concebida para alcanzar la potencia de grito necesaria para que el niño reaccionase.
Gritar conlleva un gran peligro inherente. Cuando los gritos no dan resultado, la ira del adulto puede pasar fácilmente al insulto, la humillación e incluso los malos tratos psíquicos y físicos, lo cual es muy grave. Nunca debemos llegar a este extremo. Si los padres se sienten desbordados, deben pedir ayuda: tutores, psicólogos, escuelas de padres...

No cumplir las promesas ni las amenazas. El niño aprende muy pronto que cuanto más promete o amenaza un padre/madre menos cumple lo que dicen. Cada promesa o amenaza no cumplida es un girón de autoridad que se queda por el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir fáciles de aplicar. Un día sin tele o sin salir, es posible. Un mes es imposible.

No negociar. No negociar nunca implica rigidez e inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo tanto incomunicación. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.

No escuchar. Dodson dice en su libro El arte de ser padres, que una buena madre -hoy también podemos decir padre- es la que escucha a su hijo aunque esté hablando por teléfono. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado, evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar... nunca.

Exigir éxitos inmediatos. Con frecuencia, los padres tienen poca paciencia con sus hijos. Querrían que fueran los mejores... ¡ya!. Con los hijos olvidan que nadie ha nacido enseñado. Y todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondiente errores. Esto que admiten en los demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus hijos, en los que sólo ven las cosas negativas y que, lógicamente, "para que el niño aprenda" se las repiten una y otra vez.

Sin embargo, una vez que sabemos lo que hemos de evitar, algunos consejos y "trucos" sencillos pueden aligerar este problema, ofrecer un desarrollo equilibrado a los hijos y proporcionar paz a las personas y al hogar. Estos consejos sólo requieren, por un lado, el convencimiento -muy importante- de que son efectivos y, por otro, llevarlas a la práctica de manera constante y coherente.

Algunas de estas técnicas ya han sido comentadas al hablar de los errores, y ya no insistiré en ellas. Me limitaré a enunciar brevemente, actuaciones concretas y positivas que ayudan a tener prestigio y autoridad positiva ante los hijos:

Tener unos objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos. Es la primera condición sin la cual podemos dar muchos palos de ciego. Estos objetivos han de ser pocos, formulados y compartidos por la pareja, de tal manera que los dos se sientan comprometidos con el fin que persiguen. Requieren tiempo de comentario, incluso, a veces, papel y lápiz para precisarlos y no olvidarlos. Además deben revisarse si sospechamos que los hemos olvidado o ya se han quedado desfasados por la edad del niño o las circunstancias familiares.


Enseñar con claridad cosas concretas. Al niño no le vale decir "sé bueno", "pórtate bien" o "come bien". Estas instrucciones generales no le dicen nada. Lo que sí le vale es darle con cariño instrucciones concretas de cómo se coge el tenedor y el cuchillo, por ejemplo.

Dar tiempo de aprendizaje. Una vez hemos dado las instrucciones concretas y claras, las primeras veces que las pone en práctica, necesita atención y apoyo mediante ayudas verbales y físicas, si es necesario. Son cosas nuevas para él y requiere un tiempo y una práctica guiada.


Valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar, resaltando lo que hace bien y pasando por alto lo que hace mal. Pensemos que lo que le sale mal no es por fastidiarnos, sino porque está en proceso de aprendizaje. Al niño, como al adulto, le encanta tener éxito y que se lo reconozcan.

Dar ejemplo para tener fuerza moral y prestigio. Sin coherencia entre las palabras y los hechos, jamás conseguiremos nada de los hijos. Antes, al contrario, les confundiremos y les defraudaremos. Un padre no puede pedir a su hijo que haga la cama si él no la hace nunca.


Confiar en nuestro hijo. La confianza es una de las palabras clave. La autoridad positiva supone que el niño tenga confianza en los padres. Es muy difícil que esto ocurra si el padre no da ejemplo de confianza en el hijo.


Actuar y huir de los discursos. Una vez que el niño tiene claro cual ha de ser su actuación, es contraproducente invertir el tiempo en discursos para convencerlo. Los sermones tienen un valor de efectividad igual a 0. Una vez que el niño ya sabe qué ha de hacer, y no lo hace, actúe consecuentemente y aumentará su autoridad.


Reconocer los errores propios. Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño/a y le anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son fracasos, sino equivocaciones que nos dicen lo que debemos evitar. Los errores enseñan cuando hay espíritu de superación en la familia.


Todas estas recomendaciones pueden ser muy válidas para tener autoridad positiva o totalmente ineficaces e incluso negativas. Todo depende de dos factores, que si son importantes en cualquier actuación humana, en la relación con los hijos son absolutamente imprescindibles: amor y sentido común.

Educar es estimar, decía Alexander Galí. El amor hace que las técnicas no conviertan la relación en algo frío, rígido e inflexible y, por lo tanto, superficial y sin valor a largo plazo. El amor supone tomar decisiones que a veces son dolorosas, a corto plazo, para los padres y para los hijos, pero que después son valoradas de tal manera que dejan un buen sabor de boca y un bienestar interior en los hijos y en los padres.

El sentido común es lo que hace que se aplique la técnica adecuada en el momento preciso y con la intensidad apropiada, en función del niño, del adulto y de la situación en concreto. El sentido común nos dice que no debemos matar moscas a cañonazos ni leones con tirachinas. Un adulto debe tener sentido común para saber si tiene delante una mosca o un león. Si en algún momento tiene dudas, debe buscar ayuda para tener las ideas claras antes de actuar.

Cani+Patri 9/12/2004
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por cani
#144447 Una aportación de choquetín, no os lo perdáis es buenísimo :fl

Respetar a los hijos

Esperamos que nuestros hijos nos traten con el respeto debido y que sepan respetar a los demás. Pero ¿respetamos nosotros a nuestros hijos en la misma medida?

"Los niños pequeños tienen sentimientos pequeños"
"Los jóvenes de pocos años tienen pocos sentimientos"

Evidentemente, sorprende leer estas dos premisas. Es muy probable que al leerlas pudiera pensarse que un servidor no sabe lo que dice. Pero en cambio no es demasiado extraño que actuemos como si fuera cierto que a menor edad correspondieran menos sentimientos y menos dignidad. Y si no, preguntémonos por qué en ocasiones la manera de tratar a nuestro hijo no se corresponde con el respeto que debemos a cualquier persona adulta.

Aunque son pequeños y de corta edad, se sienten despreciados cuando les hablamos con altivez, humillados cuando les avergonzamos (a veces en público), y atropellados cuando les damos órdenes incomprensibles a sus ojos. Actuar así es la mejor manera de empezar a levantar barreras que dificultarán nuestro entendimiento con ellos. En cambio, si les tratamos con el mismo respeto que a cualquier persona, les ayudamos a sentirse tan importantes como los adultos, dignos de la misma consideración y favorecemos una comunicación fluida entre nosotros y ellos. Respetar es tratar a alguien con la debida consideración.

El respeto que les tenemos a los hijos se manifiesta en la calidad del trato que les otorgamos y en la atención que ponemos en tratar de no invadir sin permiso sus espacios de autonomía. No es lo mismo, por ejemplo:

Supongo que esta mañana no has podido dejar ordenado tu cuarto. Me gustaría que lo hicieras ahora.
¡Eres un cochino, siempre lo dejas todo de cualquier manera! Haz el favor de ordenar tu cuarto.





Las ventajas educativas de tratar a los hijos con el debido respeto son decisivas. Si nuestra relación con ellos no se basa en la consideración, se vuelve imposible llevar a cabo una acción educativa eficaz y la convivencia, a medida que se van haciendo mayores, resultará dificultosa. (Lectura recomendable: Ser padres con sensatez).

Dos grandes razones justifican la necesidad de otorgar a los hijos un trato basado en el respeto:
Los niños tienen sentimientos igual o más intensos que nosotros. A menudo nos olvidamos de ello y pensamos que no tener ni el poder ni la madurez de la edad adulta es sinónimo de no acusar lo que pasa alrededor de uno.

Cuando a Pablo, en plena fiesta de cumpleaños de un amigo, su madre empezó a limpiarle los pantalones sacudiéndole con fuerza e increpándole furiosa: "¡Qué cochino eres! !Mira como te has puesto! ¡Siempre has de ser el más desastrado!" le estaba poniendo en evidencia delante de todos y los sentimientos de Pablo fueron de vergüenza y de odio hacia su madre.


- Cuando reciben un trato considerado, reaccionan con actitudes de colaboración. Pronunciar una frase amable para pedirles alguna cosa en vez de una orden autoritaria y cargada de reproches genera en ellos sentimientos de agradecimiento que les animan a identificarse y colaborar con la persona que no manda, sino que pide, recuerda, sugiere. No es magia: al igual que los adultos, los niños responden según los estímulos que reciben, se adaptan al trato recibido.

- Cuando reciben un trato desconsiderado o irrespetuoso, acaban por asumir conductas irrespetuosas, negativas e incluso agresivas. Al sentirse maltratado, el niño no puede por menos que sentir aversión hacia aquellos que le tratan mal, que no tienen en cuenta su dignidad. Y con esos sentimientos como cojín de su voluntad, es difícil que tenga ganas de seguir las indicaciones que ha recibido. Al contrario, es probable que por despecho, tenga ganas de desobedecer.

Imaginemos por un momento que en una reunión de amigos, nuestra pareja se mancha la camisa y, en voz alta y con tono de reproche le decimos: "Eres un auténtico desastre, siempre haces igual, mira como te has puesto, da vergüenza ir contigo a cualquier sitio..." Una situación similar sería tan inaudita que el simple hecho de imaginarla nos resulta cuando menos gracioso.
En cambio, si la escena se plantea entre padres e hijo, adquiere normalidad, pierde dramatismo. Incluso veríamos con relativa normalidad el pensar en un castigo si el hijo contestara una impertinencia.
Parémonos a pensar: ¿por qué nos parece normal destinarle un trato a nuestro hijo que de ninguna manera destinaríamos a nuestra pareja? ¿No podemos deducir que realmente nos olvidamos de pensar que tiene sentimientos y reacciones que dependen en gran medida de nuestra actitud con él?


Los niños aprenden a relacionarse y a comportarse por imitación y por contagio. Cuando son pequeños aprenden a hablar en el idioma que hablan los padres y, sólo mediante enseñanzas sistemáticas insistentes, consiguen aprender otros idiomas. Aprenden imitando las palabras que oyen. Pero al aprender a hablar no sólo adquieren esta habilidad, sino que adquieren con las palabras unos contenidos, unas actitudes, unas maneras de comunicarse.

Tan importante como las habilidades que adquieren son las ideas, actitudes y sentimientos que les han rodeado y que también aprenderán por imitación y por contagio. Pensemos por un momento en lo que aprenderá un niño cuando reciba de sus padres un trato más delicado, respetuoso y considerado, cuando haya podido imitar a sus padres en su consideración, delicadeza y respeto, y cuando, las palabras que haya escuchado desde pequeño expresen ideas valiosas y sentimientos positivos... Por el contrario, ¿qué forma de relacionarse y que valores tendrá un niño cuyos padres crearon en su casa un ambiente de falta de respeto, de autoritarismo, de desconsideración...
Es posible que, después de lo antes expuesto, quede en mis palabras un eco que no se corresponde con mi intención ni con la realidad de las cosas. Las palabras, con frecuencia son equívocas y nos inducen a errores. Me gustaría puntualizar que cuando hablo de respeto, consideración y delicadeza, no quiero decir no-intervención, no quiero decir que no haya que contrariar a los hijos, no quiero decir que debamos dejarnos avasallar por sus exigencias. Sólo quiero dejar claro que amonestar, orientar, informar o exigir no es lo mismo que insultar, avasallar, maltratar o avergonzar.

-¿Araña?- pregunta un transeúnte a una señora que acariciaba dulcemente a su gato sentada en un banco del parque.
-No, es un gato- respondió ella con cara de sorpresa.

Ciertamente las palabras engañan, pero son también una preciosa herramienta para transmitirles a nuestros hijos sentimientos de aceptación y de respeto.




José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria

Cani+Patri 9/12/2004
por Esther.
#148018 Una aportación de marlauz:

SOBRE EL CASTIGO

El castigo es posiblemente una de las prácticas más utilizadas en el seno de la familia. Son diversos los que se emplean como “estrategia educativa”. Sin embargo, el uso sistemático del castigo como acción correctora principal puede acarrear consecuencias negativas que deben evitarse.

Por: Dionisio F. Zaldívar Pérez
Entendemos por castigo cualquier acción que ejecuta una persona, y que causa la aversión del que la recibe, empleado como elemento correctivo o de control con la finalidad de eliminar una conducta o comportamiento molesto o inadecuado.

Entre los castigos más frecuentes se encuentran:


El tiempo fuera (sacar o prohibir al sujeto permanecer en el lugar o contexto donde ha exhibido una conducta considerada molesta o inapropiada enviándolo a dormir, etc.)
El retiro de reforzadores o estímulos positivos (prohibición de ver la TV, de salir a jugar con los amigos, etc.)
El castigo físico (que por supuesto no tiene nada de educativo).
Las causas más frecuentes por las cuales se castiga a un niño son: desobedecer las órdenes o indicaciones de los adultos; actividad excesiva del niño (hiperactividad) que resulta molesta para los adultos; rebeldía (actitud desafiante ante los padres u otros adultos); mala comunicación padres-hijos; irritabilidad, frustración o malestar de los padres.

Es posible que las causas que explican el uso extendido del castigo estén relacionadas con su aparente eficacia y rapidez para controlar o detener el comportamiento inadecuado o molesto. Sin embargo, sobran los ejemplos de niños que a pesar de haber recibido castigo, incluso físico, por mostrar determinados comportamientos, siguen exhibiéndolo tan pronto se presenta la ocasión.

Diversos estudio han mostrado que los efectos supresores del castigo resultan momentáneos, que este no provoca el desaprendizaje del comportamiento castigado, ni ofrece en su lugar otra alternativa más adecuada por lo que en la primera ocasión se activa nuevamente.

El uso sistemático del castigo como acción correctora principal puede acarrear consecuencias negativas, entre las que podemos señalar: daño a la autoestima del niño, quien llega a desvalorizarse (baja autoestima); aparición de estados de tensión, estrés y agresividad; déficit de atención; pérdida de confianza en los padres; ansiedad o culpa de alguno de los miembros de la familia; y empleo de la mentira como medio de evitar el castigo.

Como pueden observarse, si bien el castigo aparece como una “rápida solución” a los problemas de comportamiento infantil, sus efectos no son permanentes y por lo general provocan más daño que beneficio.

Educar requiere paciencia y poder mostrar al educando las alternativas de comportamientos más efectivos, lo que se logra en primer lugar con el propio ejemplo de los padres, la adecuada comunicación con el niño, la exigencia apropiada, pero siempre con amor, con el uso de argumentos directos y lógicos que inviten al niño a reflexionar sobre las consecuencias de su comportamiento, no solo para él, sino también en las afectaciones que pueden provocar en los demás.

El castigo físico nunca puede considerarse como una acción educativa. Por el contrario, es generador de agresividad y aprendizaje de comportamientos violentos que serán mostrados más allá del contexto familiar, ya que pueden afectar no sólo el comportamiento psicológico del individuo, sino también el social.

Los padres que castigan físicamente a sus hijos están contribuyendo a la reproducción de conductas violentas en el ámbito de la sociedad e inducen al uso de la violencia como forma de ejercer el control sobre otros.

Educar es dialogar, es persuadir, es enseñar con el ejemplo. Agote estos recursos antes de imponerles un castigo sus hijos, estos y la sociedad se lo agradecerán.

Esther, Pau i Carla

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por cani
#150808 Otra aportación de Solecilla:

Qué significa NO antes de los 3 años?

autora: jane nelsen


Los niños menores de 3 años no entienden la palabra “no" del modo en que la mayor parte de los padres piensan que lo hacen (y un entendimiento completo de lo que la palabra “no” significa no sucede mágicamente al cumplir 3 años, sino que conlleva un proceso). “NO” es un concepto abstracto que está en directa oposición a las necesidades de los niños pequeños en cuanto a exploración de su entorno y desarrollo de su sentido de la autonomía e iniciativa.

Su hijo puede saber que usted no quiere que haga alguna cosa. Puede incluso saber que usted tendrá una reacción de enfado si lo hace. Pero en cualquier caso, no entiende porque, en la forma en que los adultos piensan que lo hace. ¿Por qué otro motivo miraría un niño a su padre antes de hacer algo que sabe que no debe hacer, sonreir, y hacerlo igualmente?

Alrededor de la edad de un año, los niños entran en la edad de “yo lo hago”. Es el momento en el que desarrolla sentido de la autonomía versus duda y culpa. De los dos a los 6 años se desarrolla el sentido de iniciativa versus culpa. Esto significa que es su “deber” en el plano del desarrollo, explorar y experimentar. ¿Puede usted imaginarse lo confuso que es para un niño ser castigado por algo que está programado para hacer? Se enfrentan con un dilema real (a nivel subconsciente): ¿obedezco a mi padre o a mi instinto biologico de desarrollar mi autonomia e iniciativa explorando y experimentando en mi mundo?

Que esto sean etapas del desarrollo no quiere decir que a un niño deba permitirsele hace cualquier cosa que se le ocurra. Pero explica porque cualquier metodo que intente ganar cooperación debe ser amable y firme al mismo tiempo, en lugar de controlador y punitivo. Este es un momento de la vida en que la personalidad de su hijo está en formación, y usted desea que su hijo sea capaz de tomar decisiones sobre si mismo y decir “soy competente, puedo hacer intentos y cometer errores y aprender, porque soy amado y soy una buena persona”. Si usted se siente tentado a enseñar a su hijo a través de la culpa, la vergüenza y el castigo, estará usted creando una situación de desanimo que será muy difícil de superar en la edad adulta.

Para ayudar a un niño pequeño a desarrollar autonomia en lugar de dudas y vergüenza, y para ayudar a un niño de 2 a 7 años a desarrollar iniciativa en lugar de culpa, intente alguno de los metodos descritos a continuación, que invitan a cooperar:

1-. Si usted está gritando, chillando o dando discursos, detengase. Todos estos métodos son irrespetuosos y animan a la aparición de dudas, vergüenza y culpa en el futuro.

2-. En lugar de decirle a su hijo lo que tiene que hacer, encuentre maneras de involucrarle en la decisión, de modo que el o ella adquiera un sentido del propio poder y autonomia. ¿Qué nos taca hacer ahora? (para niños prevervales “ahora nosotros haremos….” mostrándole amable y firmemente lo que hacer, en vez de decirselo)

3-. Sea respetuoso cuando haga peticiones: no espere que un niño haga algo “ahora mismo” cuando esta usted interrumpiendo algo que el está haciendo. Pregunte:” ¿te vendría bien hacer…..en cinco o diez minutos?” Incluso aunque a usted le parezca que un niño pequeño no puede entender lo que usted está diciendo, usted está entrenándose a si mismo para ser respetuoso con el, dándole opciones y no ordenes. Otra opción que puede usted usar es la de dar aviso: en cinco minutos tenemos que marcharnos ¿Qué es lo último que quieres hacer?

4-. Lleve con usted un pequeño temporizador: permita que su hijo le ayude a programarlo para sonar en uno dos o cinco minutos, y déjele que lleve el temporizador con el de modo que pueda estar preparado cuando el tiempo se termina.

5-. Déle una opción que requiera su colaboración: será el momento de irse cuando yo cuente hasta 20. ¿Quieres llevar mi bolso hasta el coche o prefieres llevar las llaves y ayudarme a abrirlo? O bien ¿Cuándo lleguemos a casa que haremos en primer lugar, poner la comida en la despensa o leer un cuento?

6-. Los niño prevervales pueden necesitar tan solo supervisión, distracción y reconducción: en otras palabras: menos hablar y mas acción. Con tranquilidad tome al niño de la mano y condúzcale a donde tiene-necesita ir. Muéstrele lo que si puede hacer en lugar de insistir en lo que no puede hacer.

7-. Utilice su sentido del humor: aquí viene el monstruo de las cosquillas para atacar a los niños que no escuchan.

8-. Muestrese empatito cuando su hijo llora o tiene una rabieta a causa de una frustración por su falta de habilidad. Empatia no significa rescate, significa comprensión. Déle a su hijo un abrazo y dígale: estas realmente triste ahora, yo se que tu quieres quedarte, pero es hora de irnos. Sostenga entonces a su hijo mientras llora, y déjele tener sus sentimientos antes de cambiar de actividad.

9-. Los niños son capaces de percibir cuando los padres estamos decididos a actuar y cuando no. No diga nada que no esté absolutamente seguro de llevar a cabo y sea capaz de decirlo de forma respetuosa. A continuación llevelo a cabo con dignidad y respeto, y usualmente sin palabras. De nuevo esto significa redirigir al niño enseñándole lo que si puede hacer en lugar de castigarle por hacer lo que no puede hacer.

10-. Establezca una rutina para cada acción que se repita a diario: levantarse, desayunar, ir de compras, acostarse…. Así puede usted preguntarle al niño: ¿Qué nos toca hacer ahora según el horario? Para niños mas pequeños la formula es: ahora nos toca hacer….

11-. Entienda que puede ser necesario enseñarle a un niño la misma cosa una y otra vez antes de que haya madurado lo suficiente como para comprender. Sea paciente. Minimice sus palabras y maximice sus acciones. No se tome el comportamiento del niño como algo personal y evite pensar que su hijo quiere volverla loca, o que es malo o rebelde. Continúe siendo el adulto en cualquier situación y haga lo que sea imprescindible hacer sin sentimientos de culpa o lastima.

12-. Entienda que su actitud será la que determine si su relación con su hijo será un campo de batalla o una relación calida y firme en la que su hijo pueda explorar y desarrollarse dentro de unos limites apropiados.


Su trabajo a estas edades es pensar en si mismo como en un entrenador y ayudar a su hijo a tener éxito y aprender como se hacen las cosas. También debe ser usted un observador, que trabaja en aprender quien es su hijo, una persona única. Nunca infravalore la habilidad de un niño pequeño, pero por otra parte, vigile cuidadosamente cuando introduzca nuevas oportunidades y actividades y aprenda a diferenciar aquello que le interesa a su hijo, lo que puede hacer, y lo que necesita su ayuda para aprender de usted.

La seguridad es un asunto importante a esta edad, y es tarea suya mantener a su hijo seguro sin permitir que sus miedos le desanimen. Por esta razón la supervisión es una herramienta fundamental de los padres, unida a la calidez y la firmeza, para reconducir o enseñar a su hijo. Por ejemplo, los padres pueden enseñar a un niño de dos años que no debe cruzar la calle, pero no pueden aun permitirle jugar cerca de una carretera sin supervisión, por que saben que no pueden esperar de el que sea capaz de asumir por si mismo la responsabilidad de no hacer aquello que sabe que no debe hacer. Y ¿Por qué estos mismos padres esperan que su hijo entienda perfectamente cuando ellos dicen NO?

Conocí a una madre que se preguntaba porque se habría metido ella en el negocio de ser madre. Daba la impresión de que tanto ella como su hijo estaban fuera de control. A ella no le gustaba que el no le hiciera caso, y tampoco le gustaba estar chillando todo el día y utilizando métodos punitivos ineficaces.

Acudió a una escuela de padres, centrada en padres de niños en edad preescolar. Allí aprendió cual era el comportamiento adecuado para niños de la edad del suyo. Cuando cambiaron sus expectativas sobre el niño perfecto que obedece cada una de sus órdenes, comenzó a disfrutar con la experimentación de su hijo con su iniciativa y su autonomía. En lugar de tratar de controlarlo, comenzó a guiarlo fuera de sus comportamientos inadecuados, mostrándole cosas que si podía hacer.

Se mostró sorprendida de cuanto se calmaba su hijo, cuando ella se calmaba. Los episodios de frustración ocurrían cada vez con menor frecuencia y eran resueltos con mayor rapidez, gracias a sus nuevos conocimientos.

Cuando uno comprende que los niños realmente NO ENTIENDEN la palabra NO del modo que pensamos que deben hacerlo, empieza a tener sentido utilizar la distracción, reconducción o cualquier método respetuoso de disciplina positiva.

UNA ACTIVIDAD:

La siguiente demostración le mostrará el desarrollo intelectual, y puede ayudar a los padres a comprender porque los niños no entienden algunos conceptos como la palabra NO. (CAPACIDAD DE ABSTRACCION)

1-. Fabrique dos bolas de barro del mismo tamaño, y muéstreselas a un niño de menos de 3 años. Haga ajustes poniendo o quitando barro hasta que el niño esté de acuerdo en que son del mismo tamaño. En ese momento, y en presencia del niño aplaste una de las bolas. Pregúntele si siguen siendo del mismo tamaño. El niño le dirá que no, y le dirá cual piensa que es de mayor tamaño. Un niño de cinco años será capaz de decirle que son del mismo tamaño y porque.

2-. Llene dos vasos de agua iguales, hasta la misma altura. Haga los ajustes necesarios hasta que el niño esté de acuerdo en que tienen la misma agua. Luego vierta el contenido de uno de los vasos en otro vaso largo y estrecho, y el del otro vaso en un vaso ancho y bajo. Pregúntele al niño si siguen teniendo la misma cantidad de agua. Le responderá que no, y le dirá cual tiene mas agua. Un niño de 5 años, le dirá que si, y le explicara la razón.

Cani+Patri 9/12/2004
por Esther.
#152593 Gracias de nuevo a Sole:

13.2.1.2 LA MOTIVACIÓN Y EL USO DE LOS REFUERZOS

Para que nuestra labor educativa este adaptada a las peculiaridades del niño, será imprescindible tener muy en cuenta el aspecto motivacional: la educación habrá de estar de acuerdo con las necesidades e intereses del niño.

Dejando aparte los contenidos concretos de estas necesidades e intereses, podemos decir que una de las necesidades predominantes en el niño: es el juego. Por ello habremos de organizar las actividades educativas de tal forma que todas ellas tengan siempre un cierto carácter lúdico que guste y motive al niño.

Requisito esencial de todo aprendizaje es la atención, y ya sabemos la debilidad característica del niño. Sin embargo, la actividad mantenida y repetida siempre en los mismos términos durante un tiempo prolongado lleva al aspecto contrario: la fatiga y el aburrimiento. Por este motivo habremos de combinar adecuadamente estos dos aspectos de forma que aprovechemos el poder motivante de la actividad. Pero cuidado de no llevar al niño al cansancio físico o psicológico.

Para conseguirlo, hemos de tener en cuenta que cuanto menor sea la edad del niño menor ha de ser la duración de una misma actividad, y más rápido el cambio de una actividad a otra. Como norma general, debemos procurar, en todos los niveles de preescolar, que las actividades se sucedan unas a otras en periodos de tiempo cortos.

El cambio de actividad no siempre supone pasar de una actividad a otra completamente distinta; podemos también atraer la atención del niño introduciendo ciertas variaciones dentro de una misma actividad: nuevas motivaciones temáticas, nuevos grados de dificultad, nuevos ritmos, distintas normas, etc.

Por otro lado, el resultado de la actividad es también un importante factor motivacional, que puede mantener y controlar la atención del niño. Es por ello preciso procurar que toda actividad que el niño realice tenga un resultado claramente perceptible y suficientemente atrayente. Por ejemplo, si en los ejercicios de respiración nos limitamos a que el niño realice una serie de aspiraciones, pronto se cansará de esta actividad, sin embargo si la actividad espiratoria tiene un resultado visible(soplar sobre un globo, un trozo de papel etc.) ello motiva y agrada al niño (anexo 1).
Entroncado directamente con el aspecto motivacional de la educación, esta el problema de la utilización de los refuerzos.

Tradicionalmente la educación ha sido estudios científicos por parte de la “psicología del aprendizaje”. Como resultado de estos estudios se ha visto que, si bien la utilización del refuerzo positivo es útil para fomentar la conducta reforzada, la utilización del refuerzo negativo o castigo para suprimir las conductas indeseables, plantea serios problemas que cuestionan su efectividad, debido a que, aunque en el momento de su aplicación suprime la conducta de forma inmediata, se ha comprobado que no elimina de forma permanente dicha conducta y esta vuelve posteriormente a reaparecer.

Además, el castigo provoca una serie de consecuencias colaterales de tipo emotivo, tales como miedo, ansiedad, sentimientos de revancha respecto al agente castigador etc. que influyen negativamente en la personalidad del niño, y en su modo de reaccionar.

Por ello, en lugar del castigo como método para eliminar conductas, hemos de procurar utilizar el proceso llamado extinción.

Ante una conducta cualquiera, hemos de buscar cuál es el refuerzo positivo que la esta manteniendo. El niño que emite una conducta inadecuad, lo hace así porque en ella encuentra algo que le agrada, lo refuerza positivamente. Se trata , pues, en primer lugar, de descubrir cuál es ese refuerzo y en segundo lugar suprimirlo. Cuando a una conducta cualquiera se le retira un refuerzo que la mantiene, dicha conducta acaba por desaparecer por extinguirse.

De las investigaciones realizadas por la psicología del aprendizaje sobre la utilización de los refuerzos, podemos sacar las siguientes consecuencias pedagógicas:

No se debe utilizar el castigo para suprimir una conducta, puesto que a la larga es ineficaz y además provoca una serie de efectos de tipo emotivo que son contra prudentes para un desarrollo equilibrado de la personalidad infantil.

Para suprimir una conducta, en cambio, se debe recurrir a un proceso de extinción, es decir, retirar el refuerzo que esta manteniendo dicha conducta.

Se debe reforzar positivamente toda conducta adaptativa o que signifique un progreso en el aprendizaje.

De entre los múltiples refuerzos que el educador puede disponer en todo momento destacamos dos: el refuerzo verbal y la atención que el educador presta al niño.

El refuerzo verbal consiste en las palabras de signo valorativo(bien, mal..) que el educador puede utilizar para fomentar o suprimir la conducta de un niño, y para orientarle en sus aprendizajes.

A través de estas valoraciones verbales que el educador establece en cada una de las respuestas y conductas del niño, este encuentra los necesarios marcos de referencia para valorar el mismo si sus conductas y repuestas son o no acertadas.

La atención que el educador presta a las actividades y conductas del niño es otro medio muy útil para controlar su conducta. Muchas de las conductas inadaptadas que el niño presenta en clase(llanto, agresividad, dependencia, posición...) tienen por objeto simplemente atraer la atención del educador, y en numerosísimas ocasiones lo consigue, con lo que quedan reforzadas positivamente, y en lugar de desaparecer, aumenta.

Es por ello, que es importante que el educador sea consciente de este problema y utilice siempre el refuerzo de su atención de forma adecuada. Se debe prestar atención solamente a aquellas conductas que se quiere fomentar, y no prestar atención a aquellas otras que se quiere suprimir.

Para que la utilización de los refuerzos sea eficaz, debe ser siempre coherente, es decir, no puede ocurrir que dependiendo del estado de animo del educador o de cualquier otra razón, una misma conducta del niño sea unas veces reforzada positivamente y otras negativamente. Si no se mantiene de forma constante esta coherencia el niño no podrá asimilar las normas por las cuales una conducta es buena o mala, ya que ante la misma conducta y de forma arbitraria, unas veces obtiene un refuerzo positivo y otras un refuerzo negativo.

Con el fin de no crear procesos de excesiva dependencia del niño respecto al educador que le proporciona los refuerzo, se debe procurar que el niño vaya encontrando los refuerzos en su propia actividad y en sí mismo: una tarea que agrade al niño o el logro de unos objetivos propuestos son potentes refuerzos que el niño adquiere de su propia actividad al tiempo que van creando en él hábitos de estudio y de trabajo.

Simultáneamente a la utilización de los refuerzos el educador ha de explicar siempre al niño, con un lenguaje asequible para él, la razón por la cual su conducta es buena o mala, el niño asimilara la norma y podrá generalizarla a otros casos similares, desarrollando el sentimiento de vivir en un mundo racional, regido por leyes y causas.

Debe evitarse establecer competencias entre los niños por el logro de un refuerzo. A cada niño se le debe reforzar de acuerdo con su conducta, y siempre que ésta suponga un progreso debe ser reforzada. Por ejemplo, si en una tarea cualquiera un niño logra el mejor resultado, debe ser reforzado, pero igualmente deben ser reforzados los niños que en esta tarea hayan logrado un progreso respecto a sus posibilidades anteriores.

Para que sean eficaces, los refuerzos han de ser proporcionados inmediatamente después de la aparición de la conducta que se quiere reforzar.

Esther, Pau i Carla

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por cani
#168972 Otra aportación de Sole:

ENOJO: CÓMO AYUDAR A LOS NIÑOS A MANEJAR ESTA EMOCIÓN COMPLEJA
¿Qué es el enojo?
El enojo es una emoción básica que sentimos todos. Es normal y suele ser saludable. Sin embargo, cuando se pierde el
control, el enojo se torna destructivo. A los niños puede traerles problemas con su familia, sus compañeros y su
rendimiento escolar. Al igual que otras emociones, el enojo llega acompañado de cambios fisiológicos. Tanto la
frecuencia cardíaca como la presión arterial pueden aumentar. El enojo puede deberse tanto a hechos internos como
externos. Un niño, por ejemplo, puede enojarse porque siente que sus notas no son buenas (interno) o bien porque un
hermano lo empujó (externo).
La manera natural de expresar el enojo consiste en responder con agresión. Es la respuesta instintiva ante la percepción
de amenazas físicas o verbales. Sin embargo, responder agresivamente a cada situación de amenaza no es sano ni
seguro. La violencia acarrea problemas sociales, dificultades con la familia, problemas con la justicia y un daño físico o
emocional. Por lo tanto, es importante enseñar a los niños, desde pequeños, formas saludables de controlar su ira.
¿Cómo se manifiesta el enojo según las edades?
En la primera infancia, los niños comienzan a adquirir la capacidad de reprimir los impulsos de agresión física (como
empujar, golpear, pellizcar, morder, gritar) cuando están enojados. Los niños en edad preescolar van aprendiendo a
identificar los estados emocionales básicos en ellos mismos y en los demás mediante el uso de la palabra. Sin embargo,
es frecuente ver niños que recurren a conductas de violencia física (arrojan juguetes, empujan o golpean a sus padres o
compañeros) debido a que recién se están acostumbrando al uso de la palabra para expresar sus sentimientos.
A medida que crecen, adquieren habilidades lingüísticas más complejas y empiezan a tener la capacidad para ponerse
en el lugar del otro. Desarrollan la empatía y llegan a comprender mejor el efecto que sus actos y palabras tienen sobre
los demás. En los años más avanzados, ya deberían saber expresar su enojo con palabras, no físicamente. Sin embargo,
los niños con dificultades para hablar o controlar sus impulsos suelen bregar para controlar sus sentimientos de enojo y
pueden responder usando la fuerza física, gritos o negándose a obedecer las normas escolares o familiares.
Los adolescentes son acuciados por nuevos agentes agresores y preocupaciones que pueden provocar sentimientos de
enojo y frustración, como la creciente necesidad de independencia e intimidad, además de que aumentan las exigencias
académicas, sociales y laborales. Algunos jóvenes expresan su frustración e ira negándose a verbalizar lo que sienten y
piensan mientras que otros reaccionan físicamente arrojando objetos o dando portazos. Algunos jóvenes tienen
dificultades para manejar sus impulsos de agresión física y sus reacciones pueden llegar al punto de descargar su
agresión en los demás. La cultura de grupo también puede tener un papel fundamental en la aceptación de la agresión
física o verbal como respuesta adecuada a los sentimientos de ira.
¿Qué podemos hacer los padres?
La forma en que los padres responden a las situaciones emocionales influye de manera significativa en el aprendizaje
del niño a manejar sus propias emociones. Los niños están siempre aprendiendo a controlarse y necesitan una guía para
poder expresar y dominar sus emociones y conductas correctamente. Los niños que ganan habilidad para manejar
emociones, como el enojo, de manera adecuada pueden sobrellevar y repeler mejor el estrés. Esta capacidad les servirá
desde la infancia hasta la adultez y redundará en una mejor salud física y mejor rendimiento académico y laboral.
Reduce, además, los problemas de conducta fomentando a la vez el autocontrol, la confianza en sí mismos y buenas
relaciones con los compañeros.
Los padres pueden estimular la adquisición de habilidades eficaces para manejar el enojo de la siguiente manera:
  Ayudándolos a desarrollar la empatía. Por ejemplo, pregúntele a su hijo: "¿Cómo piensas que puede sentirse Sam
cuando le gritas y le sacas su juguete?" o “¿Cómo te sentirías tú si Sam te hiciera lo mismo?”
  Enseñándoles que puede admitirse cualquier sentimiento no cualquier comportamiento. Es decir, uno puede sentirse
frustrado pero no por eso golpear, patear o asir a otro para expresar lo que uno siente.
  Cada situación que lleva a su hijo a afrontar sentimientos de enojo es una oportunidad de aprendizaje. Cuando note
que su hijo mantiene la calma ante una situación irritante, remárqueselo y felicítelo. En cambio, si nota que no
maneja bien su enojo, acérquese para ayudarlo a resolver el problema. Pregúntele, por ejemplo, qué podría hacer la
próxima vez que le suceda algo que suscite su enojo. Ayúdelo a encontrar opciones, como “avisar a un adulto” o
“volver la espalda” y luego aliéntelo a que la próxima vez reaccione eligiendo alguna de estas formas socialmente
aceptadas.
  Ayudándolos a desarrollar hábitos de control efectivo del estrés para evitar exabruptos de ira. Pidiéndoles que
piensen en actividades positivas, como hacer ejercicio, leer, escribir o escuchar música, que los mantengan alejados
de lo que los irrita, los entusiasmen y los lleven a participar regularmente de ellas. Y mejor aún, sirva de ejemplo
recurriendo a estas actividades usted mismo.
  Aconsejándoles a hacer inspiraciones profundas antes de reaccionar agresivamente cuando estén enojados. Tenga
en cuenta que para que dé resultado, es necesario practicar antes. En caso de niños pequeños, es una habilidad que
los padres pueden ejercitar con ellos al acostarlos.
¿Cuándo debería buscar ayuda profesional?
Aprender a controlar los sentimientos de enojo es una parte normal del crecimiento. Algunos niños adquieren
habilidades efectivas para el manejo de la ira fácilmente mientras que otros necesitan una guía más directa y cierta
práctica. Si su hijo tiene dificultades para aprender a calmarse cuando está enojado o sufre episodios frecuentes en los
que no puede evitar agredir física o verbalmente, es posible que necesite la intervención de un profesional en salud
mental. Los ataques de enojo repetidos pueden dificultar la participación del niño en las actividades regulares de la clase
o aumentar el riesgo de que un compañero salga dañado física o emocionalmente. Un profesional podrá evaluar las
causas subyacentes y los factores que activan el enojo y la frustración, y ayudarlo a adquirir habilidades específicas para
el manejo de la ira. Podrá, además, darle apoyo y orientación a usted y a los maestros de su hijo. Algunos jóvenes
descargan sus impulsos de enojo en ellos mismos y pueden desarrollar conductas de autoagresión (golpearse la cabeza,
cortarse, actitudes suicidas). Los jóvenes que muestran estas conductas necesitan atención inmediata.
Escrito y desarrollado por Joshua Mandel, Psy.D., Daphne Anshel, Ph.D. y el personal del NYU Child Study Center.
ACERCA DEL NYU Child Study Center
El NYU Child Study Center se dedica a la investigación, prevención y tratamiento de problemas de salud mental en
niños y adolescentes. Brinda evaluación y tratamiento a niños y adolescentes con problemas mentales, como ansiedad,
depresión, dificultades del aprendizaje o de atención y síntomas asociados al estrés y los traumas.
Si usted o su hijo necesitan ayuda, cuenta con profesionales que lo asesorarán las 24 horas del día, los 7 días de la
semana, llamando a 1-800-LIFENET (1-800-543-3638), un programa de la Asociación de Salud Mental de la Ciudad
de Nueva York. Dispone de ayuda en distintos idiomas: español, 1-877-298-3373; chino, 1-877-990-8585. Por otros
idiomas, solicite un traductor.
Si desea más información, pautas y consejos prácticos sobre salud mental infantil y cuestiones sobre la crianza, por
favor visite el sitio en Internet del NYU Child Study Center, AboutOurKids.org.


http://www.aboutourkids.org/aboutour/pa ... 3_04_s.pdf

Cani+Patri 9/12/2004
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por cani
#168975 Y otra más:

es muyyy largo, pero es que me voy de vacaciones y queria dejaros bien de tarea para leer. jeje.

por favor: deberia ser de lectura obligatoria.

PONER LIMITES O INFORMAR DE LOS LIMITES


El amor después de la etapa primal.
Cuando se cambian las órdenes
por la información y la complacencia


Casilda Rodrigáñez Bustos
La Mimosa, noviembre 2005
(Texto inédito)

Copiado con permiso de la autora http://www.casildarodriganez.org/


Hace poco me llamó la atención el título de una charla; era algo así como: “Poner límites, cuándo, cómo y por qué”; estaba referido claro está a los límites que se supone que las madres y los padres debemos poner a las criaturas.


Este sin duda es uno de los dilemas más peliagudos con el que nos encontramos todas y todos los que queremos criar y socializar a las criaturas que hemos parido para que sean felices, y no para que le rindan servidumbre a nadie; y con el deseo y la firme voluntad de ser amantes complacientes y no dictadores o dictadoras autoritarias

En mi caso, la respuesta la encontré en el libro de Françoise Dolto, La cause des enfants (1). En este libro Françoise Dolto analiza el trato habitual que las madres y padres dan a sus criaturas cuando empiezan a ser autónomas, y que, salvo excepciones, consiste en darles órdenes sobre todos los aspectos de su vida cotidiana. En esta actitud adulta hay dos aspectos importantes: Uno es la subestimación de las capacidades (intelectuales, motrices, etc.) de las criaturas. Según Dolto, las madres y los padres subestiman las capacidades y cualidades (inteligencia, sensibilidad, capacidad de discernimiento, sentido común, respon-sabilidad, instinto de supervivencia y sentido del cuidado de sí mismas, capacidad de iniciativa, etc.) de las criaturas en general, y las tratan como si fueran incapaces por sí mismas de sentir, de pensar, de evaluar las circunstancias de una situación dada, o de tomar la más mínima decisión.

Por lo general, en sociedades menos patriarcalizadas o por lo menos, menos occidentalizadas, podemos observar que la infancia es más libre, y goza de un mayor reconocimiento y confianza en cuanto a su inteligencia y capacidades. Sin ir más lejos recordemos lo que decía Liedloff (2) sobre los Yequona.

Por su parte Dolto dice que el reconocimiento de las capacidades efectivas de las criaturas nos llevaría a darles una información respetuosa, confiando en su capacidad de discernimiento, por lo menos en una gran medida, en lugar de darles sistemáticamente órdenes.

La diferencia entre dar INFORMACIÓN y dar ORDENES es crucial; Dolto pone un ejemplo que me parece muy ilustrativo: a un japonés que aterrizara en nuestra ciudad no le daríamos órdenes de lo que debe hacer, visitar, etc. sino que le daríamos la información necesaria para que se pudiera desenvolver por la ciudad (cómo funcionan los transportes públicos, los sitios donde dan de comer mejor y más barato, etc.), o sobre las cosas interesantes que podría visitar, etc. ¿Por qué no tenemos la misma actitud con las criaturas que con el visitante extranjero?

Para contestar a la pregunta, hay que tener en cuenta el segundo aspecto al que me he referido antes: la prepotencia adulta.

Porque en la actitud ante el visitante extranjero, además de reconocimiento de su capacidad de discernimiento, de movilidad, etc. hay también un reconocimiento de su integridad como persona, con sus gustos, sus apetencias, sus prioridades, incluso su escala de valores... en otras palabras, no sólo hay reconocimiento de su inteligencia y capacidades, sino también consideración y respeto hacia lo que quiere; tal es la actitud que corresponde a una relación respetuosa con nuestros semejantes, de igual a igual.

La actitud con las criaturas es diferente no sólo porque como hemos dicho antes, subestimamos sus capacidades, sino también porque tenemos inconscientemente interiorizado que estamos por encima de ellas, que somos sus superiores y ellas son nuestras subordinadas.

Somos prepotentes con la infancia, en el sentido literal de la palabra: pre-potentes, tenemos el Poder previo, un Poder fáctico –el dinero, los medios- sobre todas sus actividades cotidianas; y podemos obligarlas por las buenas o por la malas, para que hagan cada día las cosas con las prioridades y de la manera que unilateralmente decidimos.

Conviene recordar que nuestro modelo de hombre o mujer adulta incluye la jerarquización social que caracteriza a nuestra civilización, uno de cuyos pilares es la superioridad adulta. Aristóteles, en el siglo V a.c. decía ya:
Para hacer grandes cosas, es preciso ser tan superior a sus semejantes como lo es el hombre a la mujer, el padre a los hijos, el señor a los esclavos. (3)

La práctica adulta de mandar sobre las criaturas es tan vieja como el Patriarcado mismo; no voy a detenerme aquí ni a referir los múltiples párrafos que la Biblia dedica a este aspecto, como cimiento que es de la civilización judeo-cristiana; pero creo que es preciso señalarlo para entender por qué lo tenemos tan sumamente interiorizado. Y lo difícil que es sustraerse a él.

Debido a esta interiorización, todos los días sin darnos cuenta, le damos cuerda a estas supuestas incapacidades de l@s niñ@s que justifican nuestra superioridad, y no somos capaces de romper el círculo vicioso y la dinámica social, ni nos planteamos otra posible relación con ell@s; no se nos ocurre tratarlas como al japonés del ejemplo: como seres humanos a los que hay que ayudar a conocer el funcionamiento del mundo en el que han aterrizado Por eso a l@s niñ@s, por lo general, no se les informa de los pormenores de la economía familiar, de las obligaciones y dificultades de las personas adultas –“no son cosas de niños”, se dice-, y de las limitaciones de todo tipo a las que estamos sujetas. Y por lo mismo, ni se nos ocurre ponernos a analizar conjuntamente las posibilidades de ampliar esos límites, movidas por el afán de complacerles en sus deseos.

La implicación emocional que acompaña las dos actitudes Porque no se trata de ignorar los limites, sino de la forma de abordarlos; o mejor dicho, la relación desde la que se abordan, y por lo tanto, si se abordan unilateralmente, desde la distancia emocional, o si se abordan conjuntamente, desde el deseo de complacencia y de bienestar inmediato. Es decir, la implicación emocional ante ellos.

Pues está tan arraigada la norma social autoritaria de relación con la infancia, que incluso las madres que han tratado de respetar la etapa primal de sus criaturas y las han dado el pecho a demanda, complaciendo sus deseos, a menudo cambian la actitud de complacencia cuando la criatura empieza a andar y a ser autónoma.

Parece como si la complacencia ya no fuera posible; se argumenta a menudo que la criatura al andar sola se puede dar golpes, se puede caer, meter los dedos en los enchufes, romper los ceniceros de porcelana, etc.etc. Luego crecen más y quieren salir a la calle cuando toca comer, o comer cuando toca salir a la calle, etc.

Así parece inevitable la autoridad. El decir ‘no' a los deseos de las criaturas. Dice Dolto que los supuestos peligros que amenazan el movimiento propio de las criaturas, forma parte de un sistema que se retroalimenta. Porque desde el momento en que en lugar de darles una explicación interponemos un‘no', estamos impidiendo el aprendizaje del entorno, y es este desco-nocimiento del entorno, como dice Dolto, lo que le vuelve peligroso.

L@s adult@s que han entrado sin darse cuenta en esta dinámica, aunque a menudo se encuentren en medio de una gran contradicción entre su deseo de complacencia y las obligaciones de la vida cotidiana, no ven manera de resolverla más que por la vía autoritaria. Ciertamente resulta difícil desactivar el mecanismo de esta vía, puesto que la propia dinámica autoritaria, al impedir el proceso de autonomización y de aprendizaje, genera su propia auto-justificación.

Sin embargo, las criaturas están perfectamente capacitadas para aprender a moverse en su entorno sin riesgo; y como es la actitud autoritaria lo que bloquea el desenvolvimiento natural de sus capacidades, cuanto antes se cambie de actitud, antes y mejor aprenderá a moverse de forma autónoma en su medio y a hacerse responsable de sus circunstancias.

Más adelante nos detendremos en cómo la actitud autoritaria afecta al aprendizaje; ahora sólo lo menciono para entender la trampa del desamor en la que caemos las madres, que nos incapacita para mantener el amor incondicional. Del mismo modo que los riesgos del parto se han convertido en la justificación de una innecesaria medicalización, ocultando la usurpación de la función femenina que hay detrás de dicha medicalización, del mismo modo digo, las supuestas incapacidades y desconocimientos de las criaturas justifican la inercia del comportamiento adulto autoritario y la desaparición del amor complaciente, al tiempo que ocultan las verdaderas cualidades de las criaturas.

Y al igual que la medicalización innecesaria del parto produce la quiebra de su autorregulación fisiológica y acarrea nuevos riesgos, la dinámica autoritaria también al quebrar su desarrollo anímico (capacidad de amar, sexualidad, proceso de autonomización y aprendizaje, etc), acarrea más y más dificultades y, en definitiva, la incapacidad de la criatura para desenvolverse en su medio.

En cualquier caso, en mi opinión, siempre es posible mantener el amor complaciente después de la etapa primal. Porque el amor complaciente es un hecho totalmente independiente de los límites que haya, por muy desgraciados que éstos sean. Son dos cuestiones de diferente condición.

Es algo muy simple; se trata de que, ante cualquier límite que se oponga a los deseos de nuestra criatura, nos situemos incondicionalmente del lado de sus deseos; y en lugar de considerarlos meros caprichos improcedentes, los analicemos honesta y sinceramente con ella, junto con todos los factores que intervienen en la situación, para después tomar una decisión conjuntamente. Se trata desde luego de hacer una valoración de la viabilidad técnica de los deseos de las criaturas, pero también de hacerla desde el punto de vista de su proceso anímico, valorando sus deseos, no como caprichos arbitrarios, sino como producto de su vitalidad y en tanto que pulsiones vitales que animan su desarrollo psicosomático, emocional y de aprendizaje; y además de hacerlo con el respeto y la responsabilidad de la protección que le debemos a ese desarrollo, a esa criatura humana que no es mi inferior ni mi subordinada, sino que es mi semejante y socialmente mi igual. Porque el que yo pueda decidir, el que yo pueda obligarla, es una realidad de orden secundario, es un asunto del Código Civil, del Contrato Social, de una Ley que me otorga una posición de superioridad; pero no es la verdad primaria y fundamental; en realidad, no es más que una mascarada para organizar la función de este Gran Teatro del Mundo. Para nada somos superiores a ellas, y quien lo crea, quien crea que es verdad, sufre una tremenda equivocación. Nuestra función de madres es propiciar y proteger su desarrollo, puesto que las hemos parido, no manejarlas como una propiedad.

Aunque no nos demos cuenta, esta relación con nuestras criaturas también nos desquicia tanto a los hombres como a las mujeres. Como dice Isabel ALER (4), la reproducción de relaciones filiales patológicas nos parte el corazón, es
una, quizá la más grave, de nuestras co-razones rotas.

Si analizamos con un poco detenimiento lo que significa situarnos sin más del lado de los límites, ordenándolas directamente lo que tienen que hacer, como normalmente suele hacerse, nos daremos cuenta que ahí hay encubierta una gran falta de empatía amorosa, una gran falta de amor verdadero.

Habrá quien diga que a una criatura de dos o tres años no se le puede explicar nada, que no entiende nada. Esto no es cierto. La psicología neonatal ha probado ya que incluso los fetos antes de nacer tienen conciencia, memoria y recuerdos (5). Esto viene a romper muchas creencias según las cuales las criaturas humanas antes de nacer y recién nacidas, ni sienten ni padecen; creencia que permite, por ejemplo, pinchar el cráneo con una aguja para monitorizar el feto ante de nacer, sin afectación emocional.

Por otra parte, si la relación con la criatura desde que empezó a andar, ha consistido en darle órdenes en lugar de explicaciones, ésta arrastrará un handicap de desinformación, de dinámica de sumisión y de retraso en el hábito de asumir iniciativas responsables; porque una criatura que ha sido tratada respetuosamente y con sinceridad, que se le ha ido informando en cada circunstancia, desarrolla una gran capacidad de entendimiento y de iniciativa responsable. Las criaturas humanas tienen de hecho esa gran capacidad de entendimiento y de acción, esté más o menos atrofiada o desarrollada,pero siempre está ahí, y siempre es buen momento para iniciar un trato diferente con ella basado en el reconocimiento de esa capacidad y en el respeto a sus deseos.

Aunque nos parezca que una criatura no entiende, siempre entiende; por lo menos mucho más de lo que nos creemos ; y lo cierto es que casi siempre subestimamos su capacidad de comprensión. Creo que casi todas podemos recordar alguna anécdota en la que alguna criatura nos ha sorprendido ‘por la cuenta que se daba de tal o cual cosa', ‘a pesar de lo pequeña que era' etc. etc. Yo recuerdo de pequeña que siempre fingía que no me enteraba ni entendía aquello que los mayores daban por hecho que era así, para tenerles complacidos. Lo que nos hace infravalorar la capacidad de entendimiento de nuestros hijos e hijas es la prepotencia en la relación con ell@s, prepotencia que llevamos adscrita a nuestra estructura psíquica.

Así pues, aunque nos parezca que no nos pueden entender, debemos probar a explicarles la situación conflictiva entre los deseos y los límites; contémosles lo que hay, poniéndonos en su lugar y comprendiendo sus deseos, sintiendo con ellas la frustración, deseando con ellas que los márgenes para la expansión de los deseos fueran mayores, haciéndonos cómplices y estudiando las posibilidades de eludir lo que no se quiere hacer y de hacer lo que sí se quiere hacer, y poniendo los medios y el poder que socialmente ostentamos al servicio de sus deseos.

Creo que mucha gente se sorprendería de los resultados. Y si a pesar de todo tenemos que doblegarnos ante los límites, sufriremos juntas la represión de nuestros deseos: porque mi deseo ha seguido, sigue y seguirá siendo la complacencia del suyo.

Porque de esto es de lo que se trata. De mantener la producción de la líbido amorosa del proceso de la maternidad; la sustancia que si no se bloquease trabaría la fraternidad, el bienestar y el apoyo mutuo. Por eso es tan importante mantener la complacencia y reflexionar sobre los deseos de las criaturas.

Tenemos que tener en cuenta que, cuando adoptamos la actitud de ponernos sin más del lado de los límites, sin considerar tan siquiera lo que la criatura quiere, porque tenemos las decisiones ya tomadas, sin dar ocasión para estudiar los márgenes posibles de maniobra, y le vamos soltando a la criatura un ‘no' tras otro, la criatura lo que percibe es que sus deseos no nos importan; se da cuenta de que ni siquiera han sido contemplados como una posibilidad real; y de algún modo siente que se está yendo sistemáticamente en contra de ella, contra sus deseos; porque a diferencia nuestra, ella todavía sí se identifica con los deseos que le brotan del cuerpo. Ella todavía no está socializada del todo, y todavía es capaz de producir, de reconocer y de identificarse con sus deseos.

Y nosotras, ya desde este mundo, de un plumazo resolvemos la cuestión, impasiblemente, poniéndoles un ‘no' tras otro, como si estuviéramos poniendo una lavadora tras otra. Porque es lo que nos toca, supuestamente, como madres, hacer.

¡Qué diferente la perspectiva, si contemplamos sus deseos como la maravillosa vitalidad de sus maravillosos cuerpos! Entonces lo que nos costaría es decirles ‘no', y en cambio no nos costaría nada ponernos a desbrozar el terreno para que sus vidas tuvieran la máxima expansión posible.


Sus deseos todavía son el pulso de su vida, lo que alienta su existencia.

Por eso la negación de los mismos, aunque no nos demos cuenta, supone una negación de su vida, un cuestionamiento de su existencia; una existencia y unos deseos que debían ser incondicionalmente defendidos y protegidos por la madre y el grupo familiar de la madre.

Aunque no podamos ofrecerles la vuelta al Paraíso, el‘amaryi' (6), c on la actitud de la información y de la búsqueda de la complacencia, estaremos demostrando que no querríamos que estos límites existieran, y la criatura percibirá el deseo de su madre de cambiar las circunstancias que se oponen a sus deseos para poder complacerla.

Ante la evidencia del deseo de complacencia, la criatura no identificará límites y falta de amor, como en cambio sucedería si directamente le damos órdenes como si fuéramos las promotoras de los límites. Y así la criatura podrá seguir creciendo en el entorno de empatía y amor incondicional que necesita para el
desarrollo de su propia capacidad de amar.

Porque aunque tenga que someterse a los límites y a la ordenación social, la criatura se sentirá amada incondicionalmente. Si lo pensamos un poco, la actitud de los amantes en general es tratar de buscar la mejor manera para vivir en este mundo, manteniéndose cómplices ante los impedimentos y los límites, y buscando conjuntamente las mejores opciones que tienen.

Si hubiera que resumir esta actitud en una palabra, ésta sería COMPLICIDAD. Y que no nos quepa la menor duda de que las criaturas se dan cuenta y sienten que sus deseos no nos importan. Cada vez que las madres nos ponemos del lado de los límites sin tener en cuenta sus deseos, les estamos dejando de amar incondicionalmente, y la criatura lo percibe. Y por eso reacciona con rabietas, exigiendo las cosas de manera testaruda, pataleando y armando zapatiestas por cosas aparentemente insignificantes... Pero no cogen pataletas por lo que se les ha negado (un caramelo, el acceso a un objeto...) sino precisamente por el significado afectivo de la negación rutinaria, que para ellas no es otro que un menosprecio hacia sus vidas.

Con las pataletas no reclaman el objeto que se les ha negado; están desesperadas porque no tenemos sus deseos - sus vidas- en la consideración que se merecen, y en realidad están reclamando ese amor incondicional que aprecia y que sí le importa lo que ellas desean. Y como la socialización de las criaturas es una negación tras otra de sus deseos, la espiral de la guerra (‘ la guerra que dan l@s niñ@s ') y de las zapatiestas no cesa. Fijáos que a veces hacemos concesiones, no por respeto, reconocimiento y empatía con sus deseos, sino para parar la rabieta. Esto, cuando menos, nos tendría que hacer reflexionar.

La prueba de que las rabietas no se producen por un empecinamiento especial por un objeto (empecinamiento que a menudo se contempla como una carac-terística de la infancia), la podemos encontrar observando la situación inversa. Cuando una criatura crece en una relación de tú a tú con l@s adult@s, está informada de las dificultades de este mundo, las grandes y las pequeñas y más cotidianas dificultades de este mundo, que está todos los días lidiando con ellas para sacar el mejor partido de cada situación; cuando a esa criatura le dices ‘ no puedo porque estoy cansada ', o ‘ no lo cojas porque hace falta para otra cosa ', no organiza ninguna pataleta, ni se pone exigente ni testaruda. Bien al contrario, demostrará una generosidad, una comprensión y una complicidad que ya la quisieran muchos adultos y adultas en sus relaciones. En primer lugar porque sabe que le estás diciendo la verdad; porque habitualmente no falseas la realidad ni te inventas cualquier excusa para cerrarle la boca. En segundo lugar porque sabe a ciencia cierta que siempre tienes en cuenta sus deseos, y por lo tanto, cuando hay un ‘no' no se pone testaruda y exigente, sino que se muestra abierta a entender y a aceptar las explicaciones.

El empecinamiento de las criaturas es por el amor incondicional y complaciente perdido, y por la falta de respeto que les profesamos; no por los límites a sus deseos. Los niños y niñas que crecen sin consideración a sus deseos, a su impulso vital, sienten una gran soledad; una soledad que ha sido detectada con mucha frecuencia por psicólogos y psicólogas. Las cualidades tales como la confianza y la reciprocidad propias de la capacidad humana de amar, se lesionan. Porque lo propio del ser humano es amar y ser amado incon-dicionalmente. Si esto nos falla, la supervivencia entonces desarrollará toda la lista de patologías que conocemos tan bien: celos, afán de posesión, agre-sividad, violencia, sadomasoquismo, depresión, autodestrucción, droga-dicción... (aunque sólo se consideren patológicos los casos graves más, pues estando este tipo de relación con la infancia normalizada, también lo están sus consecuencias más inmediatas).

En un reciente artículo (7), una psiquiatra pedía una investigación y un debate sobre las causas de la infelicidad infantil. Yo creo que la obra de Alice Miller (8) sería el mejor punto de partida para este debate. Creo sinceramente que la soledad y la infelicidad en la infancia se deben a esta falta de reconocimiento y de empatía con sus deseos, que en definitiva, es una falta del amor incondicional que es propio del género humano; con esto quiero decir que el desarrollo de las criaturas humanas requeriría de un entorno medioambiental humano de solidaridad y de empatía incondicionales, medio que hoy está envenenado por un agente patógeno: las relaciones de Autoridad y sumisión.

Las y los psicólogos insisten en la falta de comunicación o diálogo entre padres-madres e hij@s. Y los padres-madres a menudo se quedan perplej@s porque no entienden por qué falla la comunicación, ya que se ven a sí mism@s plenamente dedicad@s a sus hij@s.

Yo creo efectivamente que es una falta de comunicación, pero que no es cuantitativa sino cualitativa; es la manera que tienen de ‘amar' a sus hij@s: Por un lado, ‘desean' racionalmente ‘lo mejor' para ell@s, con la mente confundida por los valores competitivos de nuestra sociedad de consumo, que subordina el bienestar presente a unos supuestos logros en una futura integración social. Y por otro, ese ‘amor' racional está desconectado de las pulsiones corporales de empatía amorosa y del deseo de complacencia. Esta corrupción del amor hacia los hij@s produce la falta de empatía con sus deseos, y permite el posicionamiento unilateral del lado de los límites y en contra de la vitalidad de sus hij@s. Esto crea el abismo, la distancia emocional entre padres-madres e hij@s.

Habría que investigar también en qué medida la familia nuclear y las familias con pocos hij@s ha propiciado en buena medida un incremento de la infelicidad infantil, debido a que ahora l@s niñ@s se pasan muchas horas solos o en compañía exclusivamente de adult@s. Antes la falta de complicidad de los adult@s se compensaba con la del grupo amplio de niñ@s que había en el ámbito familiar. Por eso ahora hay quizá más soledad en la infancia y más depresión infantil.

Hay que tratar de entender que los deseos no son caprichos improcedentes. Los deseos son el principio inmanente de sus vidas. Y si los deseos de las criaturas se vuelven caprichos improcedentes, es porque sus vidas van rebotando contra los muros y vagando desinformadas por un mundo que desconocen y del que no saben nada. Cuanto más autoritaria es la vía de la socialización, más ‘caprichosos' y ‘egoístas' se vuelven los niños y niñas. Como siempre, el sistema que se retroalimenta, y los expertos (psicología, sociología, pedagogía) dándole cuerda, tomando las consecuencias del sistema como lo originario de la vida humana.

El mercado lleno de terapias para subir la autoestima de la gente, es una punta del iceberg del daño en la capacidad de amar que nuestro modelo de socialización inflige a las criaturas. Es cierto que lo más importante es la etapa primal; la etapa primal es básica, pero eso no quiere decir que no cuenta lo que pasa después, a lo largo de toda la infancia, tanto a favor –para compensar las heridas y las faltas de la etapa primal- como en contra –para agravarlas.

La depresión infantil frecuente en los países occidentales no pueden explicarse sólo por el daño de la etapa primal, aunque éste sea el origen del desastre. Sino también por la distancia y el abismo que la vía autoritaria crea entre padres-madres e hij@s, y que impide que reciba un apoyo afectivo de fondo y verdadero, que a su vez podría compensar y superar el daño de la etapa primal. Con la corrupción del amor se envenena el medio emocional, la sustancia necesaria para la vida, y el resultado es como si se envenenara el aire que respiramos o el agua que bebemos.

Luego nos rasgamos las vestiduras con la creciente violencia, cada vez a edades más tempranas, de l@s niñ@s (y también de l@s adult@s), cuando se sabe a ciencia cierta, es decir, porque se ha probado científicamente (eso que tanto nos reclaman los medios oficiales) cual es la raíz y el origen de la violencia.

Dice Michel Odent (9) que la estrategia más certera para hacer personas agresivas es separarla de su madre de pequeña, es decir, provocarle la carencia de empatía amorosa.

Otros muchos autores (entre otros, la misma Alice Miller y el neuropsicólogo J.W Prescott) han explicado y han hecho estudios para probar esta relación entre la falta de empatía amorosa y de placer en la infancia y la violencia adulta (10). Recordemos también que, históricamente, la aparición de sociedades violentas y guerreras coincide con la desaparición de las sociedades maternales y pacíficas del neolítico (11). La vida tiene una enorme capacidad de recuperación. Pero el sistema de crianza-educación, tras la devastación primal, es una sucesión de mecanismos en cadena para impedir dicha recuperación.

La gravedad de la falta de amor verdadero se entiende cuando nos damos cuenta de la necesidad absoluta que tiene la criatura de él. Esta necesidad, que puede compararse como decía, con la del aire para respirar, o el agua para beber, es lo que hace que la criatura acabe rechazando sus propios deseos, porque se lo dicen los que supuestamente le quieren. Y si la negación de los deseos es la negación de la propia vida, se entiende la frecuencia de la depresión infantil en nuestra sociedad.

La actitud autoritaria es una actitud de desamor. El amor y el ejercicio del Poder sólo se compatibilizan cuando se sublima el amor, cuando se le arranca de nuestras entrañas y se le corrompe. Lo importante es convencerse de que la existencia de los límites no tiene que hacer cambiar la cualidad de mi amor por la criatura, y que no estamos obligadas a ser autoritari@s. No tenemos que caer en la trampa de ir por el camino trazado, de la manera ‘normal' de criar y educara l@s hij@s manteniendo con ell@s una relación de prepotencia.

La quiebra del amor incondicional (en el caso de que halla llegado a existir y si es que no se ha quebrado antes) como decía Amparo Moreno es la transmutación de la relación de tú a tú entre los amantes, en una relación de autoridad y sumisión.(12)

Rendir el Poder –que tenemos de facto los padres y las madres con respecto a las criaturas- para mantener el amor incondicional y complaciente no es ninguna excentricidad; es sólo un intento de vivir conforme a la verdad de las cosas. Pero además, si no fuera por lo tremendamente trágico que es, diría que lo más gracioso del asunto es que resulta mucho más ventajoso, en todos los aspectos, también para nosotr@s. Entre otras cosas, porque las criaturas vuelven también a ser complacientes contigo; en cuanto notan la actitud de complacencia, enseguida les brota la reciprocidad. Como todavía la apisonadora del sistema no ha terminado de aplastar sus cualidades humanas, mamíferas y gaiáticas tales como la reciprocidad, la confianza, el respeto a la propia dignidad y el deseo de mutua complacencia, éstas se ponen en juego en cuanto encuentran la cancha libre de Poder. Entonces, l@s niñ@s, en vez de‘dar guerra' dan mucha paz y mucha alegría. En vez de ‘dar trabajo', te alivian el stress del trabajo alienante de nuestro mundo. Esto está comprobado. Te dan un amor impetuoso, fresco, limpio, sincero. Te dan vida, te revitalizan.

Being happy is what matters most ' (ser feliz es lo que más importa) decía A.S. Neil (13) fundador de la escuela de Summerhill, que lleva funcionando más de ochenta años en Inglaterra. Es un eslogan sencillo y fácil de seguir. Y en el fondo todas las madres y padres estaríamos de acuerdo con él. No hemos parido hijos o hijas para que sean presidentes de multinacionales o generales del Ejército.

No es el éxito social lo que más nos importa, sino que sean lo más felices posible, siempre, aquí y ahora. El amor complaciente maternal no tiene por qué desaparecer con los límites. El amor complaciente es muy paciente para explicar e informar a sus criaturas de los peligros y de los límites de este mundo, y se aprestará a mostrarles trucos para conseguir la máxima satisfacción de los deseos; y no los borrará nunca de un plumazo, calumniándolos y degradándolos a la categoría de ‘caprichos', como suele hacerse.

Las madres que se ponen del lado de los límites, también dicen que quieren a sus hijos e hijas. Pero ese ‘amor', como decía, es un amor que, por adaptarse a la norma social, se ha sublimado y corrompido. Es un ‘amor' que ha perdido su condición de ‘entrañable' para hacerse compatible con razonamientos que permiten la negación del bienestar inmediato y los deseos de las criaturas, en aras de algún supuesto bienestar futuro. Pero como decía antes, esto es un engaño. Porque al amor que nace en las entrañas le importa también el futuro (¡cómo no le iba a importar a una madre entrañable la felicidad futura de sus hij@s!); este amor sabe, con una sabiduría intuitiva enseguida confirmada por la razón, que el futuro, como ahora veremos, depende del desarrollo presente de las cualidades y de la vitalidad de la criatura. El futuro desde luego depende de muchas más cosas, pero sobre todo y antes que nada, depende precisamente de este desarrollo presente que se niega, encima en aras del bienestar futuro.

El ‘futuro' es como lo ‘sobrenatural'. Como no están ni se ven, se recurre a ellos para justificar el cargarse el presente y lo natural, porque, claro está, no hay nada ni presente ni natural que justifiquen su propia devastación. No es que al dejarnos llevar por el amor que nace de nuestras entrañas vayamos a ignorar los límites. No es el‘mimar' lo que vuelve a las criaturas inadaptadas. El amor complaciente lo que hace es encarar los límites desde el respeto a la vida de las criaturas.

El cómo nos enfrentamos a la contradicción entre los deseos y los límites (si nos ponemos del lado de los límites y aplastamos sin más los deseos que se interpongan, o si nos ponemos del lado de la criatura y de sus deseos para ver conjuntamente con ella cómo conseguir el mejor margen de felicidad y bienestar inmediatos), tiene una gran importancia en la relación entre madre-padre y criatura, y va a ser determinante en el desarrollo de la capacidad de amar de la criatura...

Lo mismo que está normalizado que los bebés lloren, y eso hace que a mucha gente ni se le ocurra pensar que a lo mejor no tienen por qué llorar, también está normalizado –e interiorizado en nosotras- que los niños y niñas tienen que hacer las cosas porque se les manda, que eso es lo mejor para ellas, y por eso tampoco se nos ocurre pensar que se podrían hacer las cosas de otro modo. No tenemos más modelo de relación con la infancia que el autoritario.

Tan normalizada está la obediencia de la criatura, la subordinación de sus deseos a las órdenes, que muy rara vez surge algún chispazo que la cuestiona. Y sin embargo no deja de ser una incongruencia que mientras que la felicidad y la satisfacción de los deseos de la criatura durante la etapa primal nos complace, en cambio cuando empiezan a ser autónomas, lo que nos complace es que nos obedezcan sin rechistar.

¿Qué ha cambiado para que cambie la cualidad de mi amor? Lo que hace que cambie la cualidad del amor maternal es la convergencia de las normas establecidas imperantes, con la dinámica de la personalidad adulta masculina o femenina, – el ego- que se realiza, como decía Aristóteles, teniendo a alguien por debajo de ti que te obedezca.

Para la criatura lo más importante, más importante que sus deseos se satis-fagan o no, es que el amor incondicional se mantenga, que persista la sustan-cia emocional necesaria para su desarrollo. Su felicidad, la expansión y de-sarrollo armónico de sus cualidades psicosomáticas, incluida su capacidad de amar, dependen de que la amemos incondicionalmente, de que reconozca-mos y respetemos sus deseos, y que deseemos sinceramente complacerlos.

Otra idea sencilla para ayudar al mantenimiento del amor incondicional y a no caer en la dinámica autoritaria, es seguir a rajatabla el principio de no mentir; de no decir a nuestr@s hij@s ni una sola mentira, ni piadosa ni no piadosa. Practicar la absoluta transparencia y sinceridad. El ejercicio del Poder siempre siempre requiere de la mentira; por eso si nos proponemos firmemente no mentirlas jamás, nos estaremos poniendo un serio obstáculo a nosotr@s mism@s para la actitud autoritaria.

Algunas otras consecuencias Decía Albert Camus: La vrai générosité vers l'avenir, c'est de tout donner au present (14) –“la verdadera generosidad hacia el porvenir, es darlo todo al presente”-, y esto es más verdad en la infancia que en ningún otro momento de la vida. Porque la criatura que ha tenido una etapa primal complaciente y respetuosa y que también ha tenido una infancia complaciente y respetuosa, habrá desarrollado saludablemente tanto su capacidad de amar (del que depende el grado de bienestar y de felicidad), como su capacidad de adaptación (del que dependen las relaciones socialesóptimas que puedan darse).

La relación autoritaria, como hemos dicho, no sólo afecta al desarrollo de la capacidad de amar de las criaturas, sino que también menoscaba las demás capacidades incluidas las intelectuales; limita el desarrollo de todas las aptitudes psíquicas y físicas, y frena el aprendizaje. Porque el verdadero aprendizaje es el que se realiza movido por la curiosidad y el deseo de aprender, que durante toda la infancia EXISTE Y ESTA A FLOR DE PIEL. Contrariamente a lo que popularmente se dice (que si mimas a las criaturas, éstas se malcrían), es la actitud adulta autoritaria y no complaciente la que impide el desarrollo de su inteligencia –que la tienen-, de su capacidad de cuidar de sí mism@s, -que también la tienen-, de su capacidad de respon-sabilizarse de las cosas y de tomar iniciativas –que la tienen también y no hay más que fijarse en los niños y niñas del llamado Tercer Mundo. En nuestro mundo las criaturas crecen sintiendo que no son responsables de nada, que no tienen ni que pensar en las circunstancias de su vida, puesto que se les inculca que eso no es competencia de ellas sino que es competencia de sus mayores, y que lo único que tienen que hacer es obedecer. La actitud adulta autoritaria fomenta pues la ignorancia, retrasa el aprendizaje, produce el‘atontamiento' y la irresponsabilidad, por mucho que les demos a cambio un montón de libros y de clases de lectura y de escritura, lo que en realidad cubre el objetivo de tenerlas disciplinadas y entretenidas para que no piensen por sí mismas, ni se les ocurra tener iniciativas propias.

Cuando la criatura crece sin tomar decisiones, ejecutando las órdenes que recibe, y estudiando lo que se le manda que tiene que estudiar, sin respeto al proceso de su propia curiosidad, se destruyen aspectos muy importantes de su vitalidad: su infinitas ganas de aprender, su capacidad creadora e inventiva. La curiosidad que mana de las criaturas como la leche de las madres, y que a nada que se la deja es un caudal casi infinito, se detiene; la fuente se estanca, se obstruye y aparece el rechazo al aprendizaje. Porque una cosa es estudiar y otra aprender, y con mucha frecuencia, lo que se estudia en los colegios entra por un oído y sale por lo otro porque se ha memorizado sin interés, sólo porque era lo que tocaba hacer.

La enseñanza programada presupone que el estudiante tiene que aprender lo que el programa indica, independientemente de su curiosidad. Sin embargo el proceso de aprendizaje natural tiene sus propias secuencias. La curiosidad incita a la observación, promueve la retención, estimula la capacidad de memorización, afina la motricidad fina, desarrolla la gruesa, y unifica todo en un solo haz y en un mismo afán de conocimiento. En cambio, la enseñanza programada, ante la ausencia del estimulo de la curiosidad, tiene que obligar a hacer ejercicios de repetición mecánica que pongan en juego cada una de las distintas capacidades por separado: así se hacen ejercicios de psicomotricidad fina, poniendo a l@s pequeñ@s a pegar gomets o a hacer palotes; ejercicios de psicomotricidad gruesa con las distintas tipos de gimnasias; deberes de caligrafía, de preguntas y respuestas, de memori-zación, etc., ejercicios que se asumen por disciplina.

Pues bien, no es lo mismo ejercitar la psicomotricidad fina haciendo palotes, que ejercitarla porque quiero coserme un disfraz para una fiesta. No es la misma capacidad intelectual la que se desarrolla aprendiendo una lección de memoria que la que se desarrolla leyendo algo que me interesa. Y además, cuando se realiza algo con el estímulo del propio interés, por lo general requiere que se pongan en juego diversos tipos de capacidades al mismo tiempo, y esto es lo que también hace que cada una de estas facultades, se templen cuantitativa y cualitativamente más y mejor que si se ejercitan cada una por separado y por una disciplina exterior. El deseo y la curiosidad, con el impulso de la motivación, al unificar en un solo haz los esfuerzos, produce una interrelación entre la motricidad, el sistema nervioso y el cerebro que garantiza el desarrollo armónico y la autorre-gulación del conjunto y de cada parte. Las facultades humanas no han sido diseñadas filogenéticamente para desarrollarse por separado de manera artificial.


Por otra parte, con la enseñanza programada la capacidad inventiva y la capacidad de tomar iniciativas poco a poco se van apagando a fuerza de no tener espacio ni tiempo ni motivo para ejercitarlas. Antiguamente en los pueblos los niños y niñas estaban todo el día inventando juegos y actividades; hoy nuestros niños y niñas, en cuanto tienen un rato sin programación, enseguida se les oye decir ‘me aburro' y acto seguido se les engancha a la tele o a la video-consola. El aburrimiento en la infancia es un fenómeno moderno, que antiguamente solo se daba en algunos casos en las clases altas, en las familias de hijos únicos, que crecían aislados. Y aún así tenían sus horas y sus días menos acotadas que ahora y por lo tanto más campo de actividad espontánea que las criaturas de nuestra sociedad actual.

La disciplina, las obligaciones, las tareas, los límites de la infancia son hoy mayores que nunca; más sistemáticos y absolutos. Ser ‘una buena madre' según lo establecido, implica literalmente ir apagando y aplastando la vitalidad de nuestras criaturas, día a día, año tras año. Otra consecuencia muy importante de la represión de los deseos en la infancia es el desarrollo de la violencia. El malestar en la infancia no es gratuito; pasa factura a la sociedad. La represión por muy sutil que sea, tiene sus consecuencias. Lo reprimido no se evapora. Como dice Alice Miller la represión en la infancia es como fabricar bombas de relojería de efectos retardados. Lo reprimido saldrá de un modo u otro, y la creciente violencia en el mundo tanto en los ámbitos públicos como privados no cesará mientras que no cambie la actitud de la sociedad con la infancia, como explica esta autora en algunos de sus libros. (15)

Por otra parte, el respeto a las criaturas y la actitud de informar y compartir las dificultades y los límites, y de establecer las prioridades conjuntamente, sirve para no hacer trampas. Porque entonces te das cuenta de que efectivamente muchos de los límites que habitualmente se ponen a las criaturas no están determinados por el mundo y las relaciones exteriores existentes, sino por la dinámica adulta; porque el ejercicio del mando sobre l@s hij@s, es una de las vías más importantes de autoafirmación de nuestros egos. Toda la vida obedeciendo, ahora aquí soy yo la que mando. ‘Las cosas se hacen porque sí y porque lo digo yo'.

Entonces te das cuenta de que hay un determinado margen de maniobra para complacerles los deseos que normalmente no se aprovecha. Y que se pueden tomar medidas concretas para aprovechar dicho margen; porque nadie nos obliga a tener ceniceros de porcelana, ni mesas puntiagudas, ni aparatos eléctricos a su alcance, ni sofás de terciopelo, ni paredes de gotele, etc.etc. sino que tendremos la casa amueblada y organizada, teniendo en cuenta la existencia de una criatura que tiene tanto derecho como nosotras a deambular y utilizar la casa, según sus deseos; a utilizar el sofá como cama elástica, las paredes para pintar, etc.etc.

La experiencia además indica, que cuando se deja el principio de autoridad y se cambian las órdenes por la información y la complacencia, los niños y las niñas no sólo muestran una gran comprensión, complicidad y generosidad hacia los adultos y adultas que les tratan de ese modo, sino también una increíble capacidad inventiva para encontrar las formas de hacer lo que desean.

Generosidad, comprensión, habilidad y complicidad para aceptar todos los ‘noes' que les esperan a lo largo de su socialización en este mundo. Al final, como todas y todos, se habrán tenido que adaptar a este mundo, porque no hay otro; pero se habrá salvado algo básico de su integridad: la producción y el reconocimiento de sus propios deseos, de su capacidad de amar.

Incluso desde el punto de vista de la economía capitalista, en el ámbito de lo privado, es más rentable la relación de tú a tú con l@s hij@s que la autoritaria, porque van a dar mucho menos ‘trabajo' y van a contribuir mejor y más a la economía doméstica. En esta cuestión de no tener en cuenta los deseos de las criaturas también influye el que sean improductivos desde el punto de vista de las leyes del mercado y del trabajo doméstico. Como no vivimos en un mundo donde los deseos se sacian, la dinámica de saciar los deseos de los niños y niñas va contracorriente de todo. Pero aquí también, el aprovechar los márgenes de maniobra posibles redundará en nuestro beneficio porque nosotras también dedicaremos más tiempo a la diversión y actividades lúdicas.

De hecho hablando de este tema con otras madres, hemos reconocido cómo la maternidad nos ha traído la recuperación de una capacidad lúdica y creativa perdida tras unos cuantos años de vida adulta.

La cuestión estriba, como decíamos, en que no tenemos ningún otro modelo de relación con las criaturas excepto el autoritario. No tenemos ni cultura ni hábitos ni modelos ni imaginación para representar otra forma de relacionarnos con la infancia. Las experiencias que se conocen (Summerhill, movimiento de Hamburgo de los años 30 del siglo pasado (16), Sudbury Valley School(17) ...) son puntuales y permanecen fuera de los circuitos de transmisión de la información. En cambio, tenemos hasta la médula asumida la superioridad adulta con respecto a la infancia, la noción de que a las criaturas hay que manejarlas, porque ellas ni saben ni entienden, y la prepotencia nos sale inconscientemente.

Así creemos sinceramente que ser una buena madre, es saber decir ‘no', es saber poner límites, enseñarles el camino, etc. etc; incluso nos dicen que es importante mostrar firmeza y seguridad en nuestras órdenes, porque así les damos seguridad a ellos y a ellas...

Seguridad en las cotas de sumisión que van alcanzando y en la reducción de su vitalidad, pero no en su capacidad de pensar, de decidir y de hacer. Recuerdo una vez que fui criticada con acervo por preguntar a unas niñas si querían comer dentro de casa o fuera en el porche; se consideraba que eso era dar demasiada libertad y ¡¡¡que creaba inseguridad!!! ¡por darles la opción de comer fuera o dentro de la casa!!! Lo peor es que encima se argumentaba con razonamientos psicológicos.

La sumisión es lo contrario del desarrollo de la propia vitalidad. Las criaturas no son tontas, ni son una carga ni dan trabajo; nosotras las hacemos tontas e inútiles, a fuerza de contener su desarrollo, de negar su impulso vital.

Yo como madre no puedo hacer míos los límites que esta sociedad tiene adjudicados a las pequeñas criaturas humanas, y que son producto de un modelo de sociedad cuyo objetivo no es el bienestar de sus miembros, sino la realización de las plusvalías y de los patrimonios. Mi amor de madre por su naturaleza es incompatible con ninguna cuota de sufrimiento y de infelicidad de mis hij@s; otra cosa es que tengan que coexistir (su infelicidad y mi amor), pero entonces su infelicidad será también mía: Y si bajo la guardia y dejo de luchar por sus deseos, y hago que mi ‘amor' sea compatible con su infelicidad (si yo dejo de pasarlo mal con la represión de sus deseos), es porque estoy desnaturalizando mi amor de madre y les estoy traicionando. En este asunto de los límites, hay una implicación emocional de primer orden, como he tratado de explicar, pues si hago míos los límites, si presento a mis hijos y a mis hijas los límites asumidos por mí, como si fueran cosa mía, les estoy diciendo, aunque yo no me de cuenta, que no quiero su felicidad y en definitiva que no les quiero a ell@s. Y es posible que yo no me de cuenta, pero seguro que ellos y ellas sí lo van a sentir como una desafección.

Así pues, llegamos a lo de siempre: la maternidad consecuente es un permanente cuestionamiento del orden social existente. La maternidad consecuente sería crear el Paraíso para l@s hij@s, y si no podemos ofrecérselo, entonces tenemos que hacérselo saber, que nuestro deseo y nuestro amor de madre es ese; que esa es exactamente la cualidad del amor de madre; pero que como no hay Paraíso, pues vamos a ver lo que podemos hacer para pasarlo lo mejor posible.

Sólo lo que representa sacar de la cama a las 7 ó a las 8 de la mañana a pequeñas criaturas de dos o tres años, incluso a veces de menor edad, interrumpiéndoles el sueño para que vayan a las guarderías o a los jardines de preescolar, es un quebrantamiento de su salud y de su bienestar que una madre no podría considerar nunca que es un bien para su criatura; en todo caso, una madre que tenga que ir a trabajar para dar de comer a sus hij@s, puede justificarlo como un mal menor; y sentir ese mal en ella misma, en sus entrañas; y esto se notará en la actitud, en la empatía, en la explicación, en el consuelo, en la comprensión de la distorsión que eso representa para su criatura, y el fluído emocional de la madre le llegará aésta, y le llegará incluso aunque no tenga todavía el lenguaje verbal adquirido.

En cambio, si la madre considera que es ‘normal', que la criatura tiene que tragar (porque todas hemos tragado, porque las cosas son así y tiene que adaptarse como sea, etc.) entonces es cuando estamos haciendo de cancerberas de un orden social patológico, estamos haciendo de madres patriarcales, socializando a nuestras criaturas por la vía de la represión y del sufrimiento. Así pues, este es el abismo que hay entre ‘el informar de' los límites y ‘el poner' los límites; el abismo entre la madre amante verdadera, y la madre patriarcal que representa el orden y el Poder.


Nada es blanco o negro. A veces nos reconoceremos de un lado, y a veces del otro. Pero creo que con un poco de reflexión sobre lo que nos jugamos, haremos esfuerzos para estar más de un lado que del otro.


LO QUE LA ACTITUD AUTORITARIA PRODUCE

* Bloqueos en la relación sentimental @adres-hij@s.
* Freno al desarrollo de la capacidad de amar y de la sexualidad.
* Vampirización de la energía vital del niño y creación de una psique sumisa.
* Obstaculización del proceso natural de aprendizaje y retraso del desarrollo de habilidades cognitivas y motrices.
* Stress y relaciones patológicas; violencia.
* Adaptación a las relaciones competitivas y fratricidas

LO QUE LA COMPLACENCIA PRODUCE

* Relaciones sanas y fluídas entre madres e hij@s.
* Entorno adecuado para la expansión de la capacidad de amar y de la sexualidad.
* Potenciación de la vitalidad, creatividad, responsabilidad, y capacidad de iniciativa de los niños.
* Activación natural de los mecanismos genéticos de aprendizaje.
* Autorregulación y salud; carácter apacible.
* Adaptación a las relaciones fraternales y de apoyo mutuo

NOTAS
(1) Dolto, Françoise, La cause des enfants, Ed. Robert Laffont, Col. Le Livre de Poche, Paris 1985
(2) Liedloff, Jean, En busca del bienestar perdido. Ed Obstare 2003
(3) Aristóteles, Política, citando por Amparo Moreno Sarda en La otra política de Aristóteles, Icaria 1988
(4) ALER, Isabel Una visión sociológica de la transformación de la maternidad en España 1975-2005 Universidad de Sevilla
(5) Chamberlain, D. La mente del bebé recién nacido Ed. Obstare
(6) ‘Amaryi', en sumerio literalmente ‘retorno a la madre'; señala Murray Bookchin que curiosamente‘amaryi' es la primera palabra en la historia, que designa la ‘libertad', concepto inexistente en un mundo donde no había represión y que –lógicamentesurge cuando la libertad desaparece, con el advenimiento del patriarcado; por eso la identificación de ‘libertad' con ‘retorno a la madre'.
(7) Olza, Ibone Revista Mujer y Salud, De la controversia sobre los antidepresivos en niños y adolescentes al debate sobre la infelicidad infantil.
(8) La obra de Alice Miller traducida al castellano, que yo sepa es: cuatro libros editados por Tusquets: El drama del niño dotado, Por tu propio bien, El saber proscrito, y La llave perdida. Y Ediciones B (Barcelona 2000) ha publicado Las raíces del odio.Entre la obra sin traducción al castellano, son importantes L'enfant sous terreur (Aubier 1986 y Abattre le mur du silence (Aubier, 1991).
(9) Odent, Michel El bebé es un mamífero Ed.Mandala
(10)Prescott, J.W. Body pleasure and the origins of violence, ‘Bulletin of the Atomic Scientist', 1975
(11)Bachofen, J.J. El derecho materno, Anthropos. Marija Gimbutas, Dioses y diosas en la antigua Europa Editorial Istmo, etc. 23
(12)Moreno, Amparo. Carta a la Asociación Antipatriarcal. Boletín nº 4, Madrid 1989
(13)A.S. Neil Summerhill. Fondo de Cultura Económica Buenos Aires, 1963. Hace diez años se publicó Nuevo Summerhill (Paidos), edición preparada por Albert Lamb, que incluye las referencias a Wilhem Reich que en su día debieron autocensurarse para hacer posible su publicación.
(14) Camus, Albert L'envers et l'endroit Ed. Gallimard, col. Folio, 1958.
(15) Es significativo el subtítulo de Por tu propio bien:“Raíces de la violencia en la educación del niño”.
(16) Schmid, J.R. El maestro-compañero y la pedagogía libertaria, Ed. Fontanella, 1973
(17) Greenberg, Daniel ¡Por fín libres! Ed. Marien Fuentes
y Javier Herero (96 647 20 06), Pedreguer 2004

http://www.criandocreando.com/loslimites.html

Cani+Patri 9/12/2004
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por cani
#168979 Muchas gracias Marlauz:

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Por Paloma Cuadrado


LAS EMOCIONES ME HABLAN

El conocimiento de uno mismo a través de las propias emociones


¿Cómo pueden “hablarnos” las emociones?


Las emociones son un estado complejo de activación del organismo. A través de ellas percibimos lo que sucede a nuestro alrededor y nos mueven a actuar. Es cierto que las emociones “nos hablan”, son capaces de expresarnos algo, pero con un lenguaje muy distinto al que estamos acostumbrados a escuchar.

Si enseñamos a los niños desde que son pequeños a darse cuenta de sus propias reacciones emocionales les estaremos ayudando a entenderse a sí mismos, pero también a los demás, desarrollando la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar de otro y de actuar en consecuencia.

La propia estima y valía del niño, un buen autoconcepto, empieza ya a establecerse en los primeros años de vida y permite a éste enfrentarse a sus problemas, a los cambios. El hecho de potenciar su autoconocimiento emocional será una herramienta muy útil para desarrollar aquellas emociones positivas, aquéllas que más le ayudarán en la vida.


¿Cómo fomentar que los niños se conozcan más a sí mismos?


El conocimiento de uno mismo es un gran paso en la inteligencia emocional: si no nos conocemos a nosotros mismos difícilmente podremos conocer cómo son los demás.

La mayoría de las emociones se expresan de forma no verbal, es decir, sin palabras pero a través del lenguaje corporal. Por ejemplo, cuando nos emocionamos cambia nuestra mirada, orientamos nuestro cuerpo y colocamos las manos de una forma determinada, incluso, llegamos a modular el contacto físico o la propia voz. Reconocer e interpretar el lenguaje no verbal es complicado, requiere mucho esfuerzo y práctica; sin embargo, es uno de los “ingredientes” fundamentales de la inteligencia emocional.

No conviene someter a censura las emociones, ya que entenderlas constituye uno de los aprendizajes más importantes en la vida de una persona y “disfrazarlas” no contribuirá a desarrollar su madurez emocional. Una vez el niño ha aprendido a etiquetar las emociones básicas se le puede facilitar un mayor conocimiento sobre lo que éstas avivan en él. Se trata de que ellos mismos descubran que sentirse contento, optimista, tiene muchas más ventajas que estar triste o enfadado. Sin embargo, conviene subrayar que tampoco debemos disfrazar las emociones que nos disgustan: estar triste, preocupado, nervioso, enfadado… Todas forman parte de nosotros y para manejarlas, el primer paso es reconocerlas.

Aunque nos parezca algo sencillo muchas veces somos los adultos quienes más fallamos en esta observación y, ante un pequeño contratiempo, nos enfadamos o se nos nota muy nerviosos, transfiriendo así un modelo erróneo a los niños. El adulto constituye el marco principal de referencia de los niños y ha de tener presente la importancia de su propio control emocional. De nada serviría enseñar al niño a estar contento si le llevamos en coche y nos ve nerviosos en un atasco, si se nos cae un plato y ponemos el grito en el cielo, si nos descontrolamos ante cualquier pequeño percance.

¿Cómo podemos ayudar a los niños a “escuchar” a través de su cuerpo las emociones?

Conviene hablar de forma abierta de las emociones propias, que el niño lo vea como algo natural y sea consciente de aquellas que experimenta en sí mismo. Al convivir con un niño con síndrome de Down se ha de estar atento a sus señales emocionales y fomentar su expresión. Si hacemos esto tendremos oportunidad de enseñarle a fijarse en la reacción que el entorno tiene a cada una de sus emociones y de fomentar aquellas más adecuadas. Por ejemplo, si el niño se lo ha pasado muy bien, se ha reído, ha disfrutado, podemos hacerle ver el cosquilleo que siente en la tripa, la sensación de “estar a gusto” que experimenta, a la vez que le remarcamos las consecuencias positivas de dicha emoción: los demás juegan con él, pone muy contentos a otros y le dejan compartir sus juguetes, es muy divertido para todos. Además, conviene indagar con el niño qué situación ha provocado esa emoción. Evidentemente, el nivel evolutivo del niño tendrá un gran peso a la hora de ofrecerle más o menos detalles y de utilizar uno u otro lenguaje.

El modo de interacción de los padres con su hijo determinará en gran parte su capacidad de resolución de problemas, su autonomía y su conducta social. Es necesario fomentar y permitir más la iniciativa del niño, incluso el error. Solamente aprendemos si se nos permite actuar, experimentar emociones y ver con cuál nos sentimos mejor.

Las emociones nos llevan a actuar y algunas de ellas nos permiten afrontar situaciones verdaderamente difíciles. Son estas últimas las que debemos potenciar en los niños como forma de aprender a salir con éxito de situaciones difíciles.

Actividades:

- Ayudarle a que preste atención a cómo dice las cosas cuando está contento pero también cuando siente alguna emoción negativa para él, que vea la diferente expresión entre una y otra.

- Jugar a decir emociones a través de la mímica, de esta forma aprenderá a ver la importancia a las señales corporales y fijarse en ellas.

- Sobre todo con los más pequeños ofrecerles posibilidades reales de elección de emociones, ya que muchas veces no saben con cuál responder a un suceso. Por ejemplo, si el niño se ha caído y no tiene importancia, no conviene hacerle que se concentre en el dolor, sino en lo bien que se lo estaba pasando y animarle a que vuelva a esa actividad. Una opción consiste en identificar situaciones que le hayan ocurrido a él y en las que se haya sentido: contento (cuando llega mamá, cuando nos dan un regalo, cuando vamos al parque, cuando jugamos con un amigo...), triste (cuando hacemos algo mal, cuando se rompe algo que nos gusta mucho, cuando lloramos,...), enfadado (cuando no nos dan algo que queremos, me han pegado, me gritan, otro niño no nos deja subir al tobogán...) etc.

- Podemos utilizar cuentos infantiles con ilustraciones claras para que aprendan a situar las emociones en su cuerpo. Se les harán preguntas a los niños sobre cómo se siente cada personaje, viendo cómo influye a su vez en los demás personajes del cuento. Se cuidará, ante todo, la entonación para enfatizar emociones, exagerando la musicalidad y haciendo pausas para llamar su atención.

- Todos podemos dedicar un rato de la magia de los cuentos a los niños. Se puede fabricar un cuento personalizado sobre situaciones relacionadas con su vida cotidiana, de esta forma el niño se identificará con el personaje y podrá ver cómo sale airoso cambiando sus emociones negativas de miedo o ira por otras más adaptadas. Los cuentos se pueden utilizar para ayudarles a comprenderse, las historias que les ofrezcamos les darán información sobre sus propias emociones.

- Aprovechar el recurso de la música para que sientan emociones en sí mismos y vean cómo afectan a su estado de ánimo.

- Con un guiñol se pueden representar cuentos que escenifiquen situaciones asociadas a emociones. Se les preguntará a los niños la emoción de cada uno de los personajes y las consecuencias que han aparecido. Será un gran recurso para que lo vean y juzguen cuál merece la pena.

- El juego contribuye a que el niño entienda lo que le rodea, a la vez que pone de manifiesto sentimientos que tiene dentro. Permitir que el niño juegue libremente y sin dirigirle de forma constante es sano para él, le permitirá sacar a la luz emociones que tiene dentro.

- El niño desarrollará emociones positivas si le elogiamos lo que hace bien, sin embargo, no conviene adularle de forma excesiva ya que perdería todo su efecto motivador y el niño no aprendería a discriminar cuándo se le está elogiando por su esfuerzo.

- Potenciar los momentos de risa y alegría en la familia, un buen recurso son los juegos cooperativos en los que todos puedan participar y comunicar emociones.

- Acostumbrarles a que no tengan todo “ahora”, que aprendan a demorar poco a poco las cosas que quieren.

- Admitir los adultos que nos equivocamos y cambiamos emociones negativas por positivas. Nadie es perfecto.
El profesor podrá intervenir asimismo con su actuación profesional en el aula, proporcionando pistas para ayudar a sus alumnos para favorecer el contacto personal y la posibilidad de hablar de sentimientos de forma natural. Hay que tener en cuenta que un adecuado acuerdo entre el núcleo familiar y el centro educativo es fundamental para la formación integral del niño y la unificación de criterios. Desde ambos entornos se establecen los puntos de referencia necesarios para su desarrollo socio-emocional.

Para llegar a establecer una relación armoniosa con el niño es necesario aceptarle tal y como es, una persona con sus propias características, pero siempre capaz de mejorar y aprender, incluso en el área de las emociones.



El primer paso en la Inteligencia Emocional

¿Cómo se puede desarrollar la comprensión y expresión de emociones en los niños?

En nuestra cultura no es habitual la educación en expresión verbal y no verbal de las emociones. Es el momento de irles enseñando progresivamente a los niños a poner nombre a las emociones básicas y a captar los signos de expresión emocional de los demás, a interpretarlas correctamente, asociarlas con pensamientos que faciliten una actuación adecuada y a controlar emociones que conlleven consecuencias negativas. Puede aprovecharse cualquier situación para hacer que se fijen los niños en las emociones. Por ejemplo, cuando se sientan contentos, tristes o enfadados, diciéndoselo explícitamente, animándoles a que presten atención a los gestos de cada emoción, a lo que les produce cada una de ellas. Un paso más adelante será hacer que se fijen en las emociones de otros, en cómo se sienten, para que puedan llegar a compartir emociones y tener presente su importancia dentro de las relaciones sociales.

Dichas habilidades se pueden aprender aprovechando cada momento cotidiano en el hogar o en el aula. Sin embargo, enseñar al niño a controlar sus emociones es diferente a reprimirlas. Tendrá que aprender a expresarlas de acuerdo con el momento, la situación y las personas presentes y, en este aspecto, el adulto ha de sentirse cómodo y hacerlo de forma adecuada.

Desde que el niño es pequeño y juega con otros niños será importante ir enseñándole lo que significa el respeto a los demás (mediante el respeto de turnos, prestar juguetes, no mostrarse agresivo), la relación con los demás (saludando y despidiéndose, pidiendo las cosas antes de quitarlas, aprendiendo a iniciar juegos) y la expresión de los propios sentimientos. Esto se convertirá en una tarea mucho más fácil si la educación emocional comienza desde que el niño nace, si procuramos que el entorno familiar sea estimulante para el niño, proporcionándole a menudo expresiones de cariño y diciéndole todo aquello que hace bien.

Actividades

Algunas actividades para iniciar a los niños en el reconocimiento y diferenciación de las emociones básicas son, a modo de ejemplo:

- Proporcionarles un vocabulario relativo a las emociones, para que de esta forma puedan iniciarse en la identificación y comunicación de sentimientos. Es importante brindarles un vocabulario emocional, llamar a las emociones por su nombre: estoy enfadado, estoy triste, siento rabia, estoy contento…

- Pintar con ellos caras de personas que expresen la alegría, la tristeza o el enfado, haciendo que el niño participe y se fije bien en la diferente expresión entre una y otra emoción. Estos dibujos pueden exponerse en un lugar visible de la casa y, cuando el niño manifieste una emoción, llevarle a ese lugar para que intente señalar la que le ocurre a él y se fije bien en ellas. Será una sencilla forma para aprender a etiquetar emociones.

- Plantearle alternativas sobre qué emoción siente en cada momento, para que decida cuál es la que le ocurre. “¿Estás contento o enfadado?”

- Delante del espejo imitar con el niño distintas expresiones que representen estados emocionales, para que observen en ellos y en el adulto cómo cambian los ojos, la boca, la frente, las cejas... con cada una de ellas.

- Realizar caretas con cartulinas, cada una representará una emoción. Se puede jugar a que adivinen qué emoción representa cada careta.

- Con un álbum de fotos se puede pasar un momento agradable y educativo emocionalmente, enseñando al niño cada emoción en sus propias fotos y en aquellas en las que aparecen otras personas. De esta forma cada vez será más capaz de diferenciarlas y reconocerlas en sí mismo y en los demás.

- Durante el juego aprovechar para provocar emociones en los personajes y hacer que el niño se fije en ellas: “Mira qué contento está el muñeco cuando gana en la carrera”.

- Aprovechar cualquier situación de relación social, juego o, incluso, conflicto, para poner nombre a las emociones: “Mira cómo llora Juan, se ha caído y le duele mucho.”

El tiempo que se comparte con los niños es vital para proporcionarles un marco de apoyo en el que se desarrolle de forma adecuada su inteligencia emocional.

La educación de las emociones tiene un gran peso en la prevención de posibles problemas emocionales y en el desarrollo de la personalidad del niño. Esta forma de educación debe ser, sin embargo, un proceso continuo y permanente, se puede y debe realizar a lo largo de toda la vida. La competencia emocional se logra a través de la experiencia, de la práctica diaria, contemplando cada momento como una gran oportunidad para aprender y mejorar en este aspecto.



APRENDO A CONTROLAR LAS EMOCIONES

Una vez adentrados en el mundo de las emociones, ¿cómo podemos lograr que los niños sepan superar aquellas que les producen malestar y cambiarlas por otras más optimistas? No se trata de enseñarles a ocultar sus emociones, ni reprimirlas, sino de aprender a tranquilizarse ante un reto, mirarlo desde otra perspectiva y saber son ellos quienes lo han logrado.
Si desde su nacimiento el niño ha podido disfrutar de un vínculo seguro tendrá una mayor autoconfianza y una mejor capacidad para controlar sus emociones: intentará superar cada reto y tratará de perseverar, aunque no siempre tenga éxito, pero sabrá que cuenta con apoyos en su relación con los demás. Los padres tienen una importancia indiscutible en la educación del niño; por lo tanto, el propio modelo que ellos muestran en el control de sus emociones tiene una gran influencia sobre el desarrollo de su hijo como ser autónomo.

Para establecer relaciones armoniosas con el niño es necesario aceptarle tal y como es, una persona con sus propias características, que tiene capacidades que se le dan mejor y otras en las que necesita más ayuda. Hay que considerar al niño en su globalidad, con la intención de darle las oportunidades que necesita y desarrollar su potencial respecto a todas las áreas: motora, lenguaje, perceptiva, cognitiva, social y emocional. Hay que tener en cuenta que con una actitud protectora, aunque se haga con la mejor intención, se puede llegar a obstaculizar el proceso de autonomía y desarrollo emocional. La persona con síndrome de Down debe ser un miembro más de la familia y no un mero receptor de ayuda familiar. Es necesario ser menos directivo, permitiendo la iniciativa del niño, incluso el error. Ya que solamente se aprende si se les permite actuar.

Es sabido que el optimismo está íntimamente relacionado con el bienestar y la autoestima. Por lo tanto, habrá que ayudar al niño a aceptarse tal y como es y, desde ahí, potenciar sus cualidades que le hacen único.

¿Qué hacer para proporcionar a los niños un adecuado modelo de control emocional?

1. Comunicarnos de forma eficaz

Comunicar supone manifestar actuaciones, pensamientos o sentimientos en situaciones interpersonales. Todo es comunicación, desde un gesto hasta una palabra. Es evidente que existen diversas formas de comunicar: cada persona que observemos tendrá un estilo u otro. Sin embargo, la manera que refleja una madurez emocional es la llamada “comunicación asertiva”, aquella que consigue sus objetivos teniendo en cuenta las señales que el otro transmite. Es la que muestran las personas que hablan seguras y confiadas, con una postura relajada y miran a los ojos de la persona que escucha. Dicen lo que pretenden decir, pero teniendo en cuenta los sentimientos del otro, empatizando con él. Una persona asertiva puede potenciar en el otro emociones positivas y supone un modelo seguro de control emocional.

¿Cómo podemos fomentar la asertividad –es decir, esa transmisión de seguridad y confianza– en nuestra relación con los niños? Poniéndonos a su lado e intentando pensar como ellos, según su edad, lo que les gusta y lo que más les cuesta. Es mejor elegir momentos de distensión para comunicarse, donde la prisa no sea un obstáculo, y mostrar señales a los niños que hagan evidente que se les escucha y que el mensaje tiene importancia para el adulto: asintiendo, mirándole a los ojos, preguntándole, estando próximo a ellos... El hecho de hablar de lo que hace en el colegio, los amigos que tiene, aquello que más le cuesta y lo que mejor le sale, es indispensable para que se sienta comprendido y apoyado.

Esta forma de comunicar, de sintonizar con él, conviene que sea aceptada y generalizada en el hogar y la escuela, para crear una coherencia en el niño y motivarle entre todos. Pero en la comunicación con el niño con síndrome de Down hemos de tener muy en cuenta lo siguiente: el niño entiende mucho más de los que podemos deducir por su capacidad de expresarse verbalmente. De modo que aun cuando él hable o trate de explicar poco, nosotros podemos comentarlo y contestarle con más amplitud, aunque con sencillez, sabiendo que él nos entiende.

2. Desarrollar la afectividad

Demostrar afectividad no es una tarea siempre fácil. Muchas veces las prisas o la rutina hacen que no nos fijemos en su importancia para los niños. El rostro es una parte de nuestro cuerpo que puede proporcionarles información sobre el grado de aceptación y el humor. A través del rostro, el tono de voz y el movimiento corporal el niño puede captar distintas emociones que le proporcionen respuestas ante lo que él hace.

El acercamiento físico, a través del tacto y caricias, es una buena demostración que al niño le ayuda a sentirse a gusto. Sin embargo, no conviene caer en el error; no hace falta premiar siempre que el niño hace algo bien con refuerzos tangibles como golosinas, cromos, muñecos, etc. Es incluso más efectivo el refuerzo social a través de los elogios y manifestaciones afectivas y, sobre todo, ayudará al niño a considerar la importancia de las relaciones sociales a lo largo de toda su vida. Esta es una tarea que se les ha de demostrar desde el principio, desde que son pequeños, porque son como una “esponja” capaz de aprender de las emociones.

3. Controlar la conducta

Los niños han de enfrentarse a numerosas situaciones a la hora de afianzar en su autonomía, aunque muchas veces no saben expresar exactamente sus deseos y necesidades. Todas estas experiencias incomodan al niño, cuyas habilidades motoras y comunicativas son todavía muy limitadas; su autocontrol necesita desarrollarse y pueden reaccionar con rabietas, enfados, o incluso manifestar ira contra el profesor u otro alumno. Lo mejor es permanecer tranquilos, acercarnos al niño y hablarle en un tono suave; de esta forma podrá fijarse en nuestro comportamiento y verá que estar relajado proporciona un mayor bienestar. Otra alternativa es llevarle con suavidad y firmeza a otro lugar y esperar a que se le pase, dejando claro al niño que no hay otra solución, pero que no es un castigo, y que puede elegir otra alternativa si su comportamiento es más adecuado.

El efecto de las expectativas, llamado efecto Pigmalión, muestra que la opinión preconcebida que el padre o el profesor puedan tener del niño condiciona la forma de interactuar con él y afecta, en consecuencia, a su conducta. Si pensamos que, debido a su discapacidad, el niño no va a ser capaz de mejorar en el plano emocional se lo estaremos transmitiendo a él y no se esforzará. Cambiemos, por lo tanto, nuestra forma de verle y pensemos en positivo, convenciéndonos de que, del mismo modo que aprende a hacer fichas o actividades escolares, puede aprender y mejorar en su capacidad emocional.

Muchos niños con síndrome de Down tienen elevadas expectativas de fracaso; por lo tanto hay que lograr que aprendan a ver la relación entre su esfuerzo y el éxito que depende de ellos mismos. Conviene ayudarles a superar dificultades y que lo perciban como un éxito propio, plantearles metas realistas que consigan por sí mismos. Una buena estrategia será potenciarles pensamientos positivos para afrontar retos, “¡Yo puedo!, ¡Lo haré bien!”, que sean ellos quienes se lo repitan para no hacerles dependientes de la aprobación de los demás. Si siempre se les pide por encima o por debajo de sus posibilidades estaremos mermando su motivación. Hay que proponerles actividades y responsabilidades cada vez más difíciles, que supongan un reto para ellos y compararles en sus progresos consigo mismos.

Conviene explicarles de forma sencilla las situaciones nuevas o difíciles, qué les ha llevado a sentirse incómodos o nerviosos, intentando describirles algunas de ellas antes de que lleguen. Esto se consigue realizando una escucha activa entre los padres y el niño, partiendo de sus propias experiencias y planteándoles aquellas situaciones que supieron resolver. Aun así, la exposición a situaciones nuevas o difíciles deberá realizarse de forma progresiva, utilizando técnicas de relajación que planteen al niño una visión más optimista.

Se puede utilizar el juego para que inventen alternativas a un problema y dialogar cuál es la mejor. Mediante el juego simbólico o de ficción, el niño podrá expresar qué situaciones le preocupan más, plantear alternativas y evaluar las consecuencias de sus acciones. El juego es una buena forma para que el niño participe, se exprese y desarrolle sus emociones.

Actividades para trabajar el control de las emociones

Los objetivos serán:

- Desarrollar la habilidad de regular las propias emociones
- Superar tensiones y ansiedades, creando una actitud positiva frente a los problemas
- Conocer técnicas para relajarse

1. Aprendo a respirar

Esta actividad se basa en la importancia de la respiración como proceso para relajarse. De forma sencilla, utilizando dibujos o globos, se les puede explicar a los niños cómo el aire “bueno” entra por la nariz o la boca hasta los pulmones, que se hinchan cuando se llenan de aire, igual que un globo. Después, cuando se espira, sale aire “sucio” y los pulmones se quedan limpios. Les diremos que tomen aire (inspiren) por la nariz y que lo pongan en su tripa, como si fueran uno de estos globos. Estando tumbados pueden ponerse un saquito de poco peso en el vientre, para que vean cómo sube y baja con la respiración. Se practicará la respiración estando los niños tumbados, cada uno en su colchoneta, inspirando aire y espirando. Hay que tener en cuenta que esta actividad debe hacerse de forma relajada, sin prisas, y controlando que los niños no respiren demasiado deprisa para no hiperventilar. Puede acompañarse de música relajante, por ejemplo, Canon en D mayor de Pachelbel, música con sonidos de la naturaleza, Concierto para piano y orquesta nº 21 de Mozart, etc.


2. Aprendo a relajarme (relajación de Jacobson)

Esta técnica consiste en realizar ejercicios de tensión-relajación con cada una de las partes del cuerpo. Hay que ponerse en una postura cómoda y en un ambiente relajado, sin distracciones ni prisas. Es mejor utilizar ropa cómoda y no tener cosas que aprieten: reloj, objetos en los bolsillos, etc. No conviene hacer la relajación después de las comidas. Cada ejercicio se debe realizar 2-3 veces seguidas, alternando 10 segundos de tensión con periodos de relajación de 30 segundos.

Es importante notar la diferencia entre el malestar de tener un músculo contraído y el bienestar que se produce cuando lo relajamos. La relajación se consigue de forma gradual, practicándola progresivamente, mejorando paso a paso. No se consigue todo en un día, lo mejor es ensayar cada técnica varias veces para que noten su eficacia. Se intentará respirar de forma reposada y acompasada a los ejercicios que se propongan. Es fundamental salir despacio de la relajación, después de realizar el último ejercicio hay que inspirar profundamente, mover las manos y abrir despacio los ojos, sin incorporarse de golpe. El recorrido completo comprende las siguientes cinco zonas corporales:

2.1. Ejercicios de los brazos: primero se realizan todos los ejercicios con un brazo y luego con el otro

- Apretar fuertemente el puño, como si apretásemos muy fuerte una esponja... abrir la mano
- Doblar la mano por la muñeca hacia arriba y hacia abajo, muy fuerte... volver a la posición inicial
- Doblar la palma de la mano hacia abajo, como un pingüino... volver a la posición inicial
- Tensar el antebrazo, ¡qué fuertes estamos!... aflojar el antebrazo
- Doblar el brazo por el codo tensando los músculos del bíceps... aflojar el brazo que vuelve a descansar en la posición inicial
- Doblado el brazo por el codo tratar de hacer fuerza, como para bajar el brazo,... aflojar el brazo para que vuelva a la posición de reposo.
- Estirar hacia delante y hacia arriba el brazo extendido a fin de tensar el hombro... aflojar el brazo para relajarlo
2.2. Ejercicios para relajar la cara:

- Tensar la frente levantando las cejas, como si estuviésemos asustados... dejar caer las cejas
- Tensar la frente frunciendo el entrecejo, tratando de aproximar las cejas, como si estuviésemos enfadados ... dejar caer las cejas
- Cerrar muy fuerte los ojos... relajarlos
- Tensar las mejillas estirando hacia atrás y hacia arriba las comisuras de los labios, como una sonrisa muy grande... dejar que los labios vuelvan a su posición de reposo
- Juntar los labios y, apretados fuertemente, dirigirlos hacia fuera de la boca, como si diésemos un beso muy fuerte... dejar que los labios vuelvan a su posición de reposo
- Juntar los labios y, apretados fuertemente, dirigirlos hacia adentro de la boca, como si nos comiésemos nuestros labios... dejar que los labios vuelvan a su posición de reposo
- Presionar con la lengua el paladar superior, como si tuviésemos una patata pegada... dejar que la lengua descanse
- Apretar fuertemente las mandíbulas, como si mordiésemos algo muy fuerte... dejar que la mandíbula descanse permitiendo que los labios queden separados.
2.3. Ejercicios del cuello: (para facilitarlo se puede hacer referencia a un objeto que se sitúe en el lado al que tienen que mirar)

- Inclinar la cabeza hacia la izquierda
- Inclinar la cabeza hacia la derecha
- Inclinar la cabeza hacia atrás
- Inclinar la cabeza hacia delante
2.4. Ejercicios del tronco:

- Levantar los hombros (como si tocásemos con los hombros el techo)... volver a la posición inicial
- Tirar de los hombros hacia delante encogiendo el pecho (como si tuviésemos mucho frío)... descansar
- Coger muy fuerte los brazos por detrás de la espalda... soltar
- Sacar el estómago hacia fuera (como si fuésemos muy gordos)... relajar
- Meter el estómago hacia dentro (como si fuésemos muy delgados)... volver a una posición inicial
- Tensar la parte inferior de la espalda, arqueándola (como cuando nos estiramos muy fuerte al levantarnos)... descansar
2.5. Ejercicios de las piernas:

- Ejercer presión sobre el glúteo (ponernos de cuclillas)... soltar
- Contraer los músculos de la parte anterior del muslo (levantando la pierna hacia delante)... relajar
- Tensar los músculos de la parte posterior del muslo apretando con los talones hacia abajo (hacer que pisamos muy fuerte el suelo)... soltar
- Tensar la parte anterior de la pantorrilla tirando fuertemente del pie hacia la rodilla (tumbados, llevar la punta del pie hacia el techo)... parar
- Tensar los gemelos estirando la punta del pie (tumbados, llevar la punta del pie hacia la pared)... reposar
- Tensar los pies doblando los dedos hacia delante (como si fuésemos un pájaro)... dejar de ejercer tensión



3. Aprendo a relajarme (relajación dinámica)Se les pondrá a los niños música que invite al movimiento. Se les puede proponer que corran al ritmo de la música, unas veces muy deprisa y otras más lento. Los niños notarán cómo, después de haber forzado a trabajar a los músculos de su cuerpo, se sienten más relajados.Otra forma consistirá en enseñarles un globo inflado y animarles a que no toque nunca el suelo, los niños correrán tras él, intentando alcanzarlo. Se les puede proponer que bailen con la música pero que, cuando deje de sonar, se tienen que parar y estar muy quietos hasta que vuelva a escucharse la melodía.

Otros ejercicios de relajación dinámica consisten en imitar animales moviendo todas las partes del cuerpo, bailar de forma individual o en corro, hacer un tren, etc. En cada uno de ellos se utilizará una música que contenga distintos ritmos para que los niños se muevan de acuerdo al sonido que escuchan, parando y volviendo a realizar ejercicios.
Conviene fomentar la participación de todos los niños y proponer cada ejercicio a modo de juego, que lo perciban como algo agradable que les anima a estar contentos y relajados

4. Vamos a imaginar…

Hacer como si fuéramos un coche, un pájaro, una pelota, como si nos vistiésemos, como si apretásemos muy fuerte un caramelo en la mano, como si fuésemos un gato que se estira mucho, una tortuga que se mete en su caparazón, masticamos un chicle, como si pasara un oso muy grande por nuestra tripa, como si hiciéramos agujeros en el suelo con los pies, etc.

Esta actividad puede aprovecharse para diferenciar conceptos opuestos: duro-blando, tenso-relajado, estirar-apretar, frío-caliente.


5. Me voy a la playa. Relajación autógena
Se les describirá situaciones en las que sepamos que han disfrutado, por ejemplo, una playa, la excursión con los compañeros a la sierra, un día en la piscina,... Se irá describiendo con detalle lo que está sucediendo, haciendo alusión a la relajación que siente el niño, el calor que nota por el sol, lo contento que está, etc... Los niños estarán tumbados y se les pedirá que imaginen esa situación. Conviene utilizar un tono de voz suave e ir describiendo la escena con todo detalle, intentando provocar en los niños lo que sentirían en esa situación.

Cuanto más entrenen en esta capacidad de imaginar para sentirse bien, mejor lograrán el objetivo de relajarse.

6. Relajación en el agua

Incluso un día de piscina puede convertirse en un momento que invite a los niños a relajarse y controlar su estado emocional.
Se puede contar con recursos materiales como: una piscina de poca profundidad (la temperatura en invierno será de 35 a 37 grados y en verano de 26 a 30), música clásica o moderna (preferiblemente una que los niños ya hayan escuchado), balones grandes, tablas, etc.

En el agua pueden realizarse ejercicios de relajación profunda o dinámica. Nos situaremos en una zona de la piscina en la que todos los niños puedan pisar el fondo. Para la relajación dinámica se ensayarán ejercicios en el agua recorriendo los distintos grupos musculares:

- Brazos: levantarlos hacia delante, encima de la cabeza y a los lados. Apretar fuertemente los puños. Hacer que tocamos un piano.
- Piernas: los niños se cogerán del bordillo boca abajo y moverán alternativamente las piernas, como para hacer mucha espuma en el agua. Se repetirá el mismo ejercicio boca arriba.
- Pies: boca arriba y apoyados en el bordillo mover las puntas de los pies hacia arriba y abajo.
- Abdomen: agacharse y subir, hacer que somos un molino desplazando los brazos muy de prisa a los lados del cuerpo como si fueran las aspas
- General: sentir el peso del agua, andar y bailar en la piscina notando la presión que ejerce el agua en el cuerpo. Hacer un corro entre todos.
Lo beneficioso sería poder practicarlo durante varios días. Se les pondrá música moderna y, entre una y otra canción, se practicarán ejercicios de respiración. La última canción debe ser lenta, para practicar ejercicios de relajación profunda. Pueden proponerse ejercicios en grupo usando los balones, las tablas, etc.

Conviene fomentar la interiorización del esquema corporal, que aprendan a mover sólo la parte del cuerpo que les pedimos.



¡TENGO AUTOESTIMA!

A lo largo de este programa sobre la educación de las emociones se ha podido comprobar cómo las emociones son consustanciales a la vida de las personas. Mejorar en esta área significa sentirse bien con uno mismo y afrontar situaciones difíciles, siendo conscientes de las propias capacidades y limitaciones. La inteligencia emocional supone, por lo tanto, un aliado imprescindible para aprender a desenvolverse de forma autónoma, permitiendo generar emociones positivas y propiciando la valoración de uno mismo.

Muchos niños con síndrome de Down tienen, debido a su historia personal, muy bajas expectativas a la hora de superar con éxito los retos que se les puedan plantear. En este punto se debe incidir en los programas de inteligencia emocional para actuar sobre estas creencias y que logren progresivamente quererse a sí mismos, motivarse para superar dificultades y valorar aquello en lo que más destacan.


¿Qué es la autoestima?

La autoestima es, en líneas generales, la valoración que hacemos de nosotros mismos. No significa lo que uno es, sino lo que uno cree que es. La autoestima se corresponde con distintas facetas, todas ellas relacionadas:

» Las relaciones sociales: ¿Cómo nos ven los demás?
» El aprendizaje y destrezas: ¿Cómo valoramos lo que hacemos, el esfuerzo y su resultado?
» La familia y el entorno: ¿Cómo nos ven padres, hermanos, profesores, compañeros...?
» Y con la imagen corporal que cada persona tiene interiorizada: si físicamente nos sentimos aceptados.

Una persona con una alta autoestima es capaz de quererse y aceptarse, con todas sus capacidades y limitaciones, y estará, por lo tanto, predispuesta a mejorar y perseverar para superar retos a lo largo de la vida.
Es en la niñez cuando se va desarrollando el concepto que uno tiene sobre sí mismo, a través de las diversas experiencias vividas, lo que ven y oyen en su entorno y las oportunidades que reciben. Sin embargo, hay que decir que la autoestima no es estática, se va forjando en la infancia, pero es susceptible de mejorar para posibilitar una mayor confianza en uno mismo.


¿Por qué es importante la autoestima?

De acuerdo con Díaz-Aguado (1995), el optimismo o, lo que es lo mismo, la atención selectiva hacia los aspectos positivos de la realidad, tiene una gran importancia desde una edad temprana. Está estrechamente relacionado con el bienestar y la autoestima. Hay que decir que, en general, los niños con discapacidades suelen tener más problemas para construir un autoconcepto adecuado. El niño con necesidades educativas especiales puede infravalorarse al enfrentarse diariamente con algunas dificultades. Este riesgo aumenta si las personas más significativas para el niño como los padres, profesores o compañeros niegan la existencia de la necesidad especial y le exigen igual que si no la tuviera. Su autoestima mejorará cuando se le ayude a aceptar su discapacidad y a realizar los esfuerzos necesarios para compensar aquello que más le cuesta.

La baja autoestima que se aprecia en muchos de estos niños no tiene por qué estar causada por su discapacidad, sino por las tareas que se le piden al niño. Si le pedimos que haga cosas demasiado difíciles o simplemente hacemos siempre las cosas por él, estaremos produciendo un déficit en su motivación. Es lo que se conoce como indefensión aprendida, y se puede apreciar en aquellos niños que anticipan el fracaso y hace que cada vez inicien menos intentos para dominar situaciones difíciles. No está relacionado con su discapacidad, sino con su ambiente de estimulación y aprendizaje. Todo ello hace que el individuo sea inseguro y dependiente de la aprobación de los demás. En el ámbito de los niños con síndrome de Down es fundamental proporcionarles experiencias de dominio y reconocimiento en los ámbitos que más dificultad les suponen. Es importante evaluar la capacidad de afrontamiento de cada niño y ayudarle a plantear metas realistas que pueda conseguir de forma independiente.



¿Qué señales hacen sospechar que un niño tenga una baja autoestima?


Muestra una falta de interés hacia lo que le es difícil
Tolera mal cuando algo no le sale como él quiere
Indecisión, necesita siempre la dirección del adulto para hacer las tareas
Desánimo, no confía en sus propias capacidades
Temores ante situaciones nuevas
Timidez, retraimiento
Grandes cambios en su estado emocional
Necesita constantemente que otros le digan si lo ha hecho bien
Se dice frases que anticipan que no podrá conseguirlo como: “No puedo”, “Lo voy a hacer mal”, “No se hacerlo”, “No valgo para nada”...
No persevera ante las dificultades
Se compara frecuentemente con los demás y no elogia el esfuerzo de otros

¿Cómo se puede desarrollar su autoestima?

• Desde que el niño nace, el hecho de sonreírle, acariciarle, responder a sus intentos de comunicación son los primeros signos que generan autovalía.

• Para que el niño tenga un buen concepto de sí mismo debe conocerse. Hay que favorecer que conozca tanto su cuerpo, como su forma de expresar lo que quiere, aquello que le cuesta y en lo que sobresale. Es fundamental ayudarle para que se sea especial en algo, por ejemplo, en su colaboración, aspecto físico, deporte, pintura, etc. haciendo que se dé cuenta de sus logros y lo vea como algo importante.

• Siempre es mejor reconocer el esfuerzo, interés y atención que han puesto los niños, antes que sus resultados. Esto puede concretarse en cualquier ámbito. Por ejemplo, ante una tarea que le cueste conviene elogiar cualquier avance, por mínimo que sea, y hacerle ver la importancia de su esfuerzo. La persona con síndrome de Down tiene que ser consciente de lo que más le cuesta, para que pueda esforzarse y compensarlo, siendo capaz de pedir la ayuda que necesite.

• Desde que el niño es pequeño conviene enseñarle hábitos básicos de higiene, sueño o alimentación e ir disminuyendo nuestra ayuda en actividades diarias que ya puede hacer solo. No conviene hacer las cosas por él. Desde edades tempranas es importante fomentar que el niño tenga pequeñas responsabilidades en casa. Dependiendo de la edad que tenga podrán ser recoger: sus juguetes, ayudar a poner la mesa, responsabilizarse de tareas cotidianas, etc. El hecho de ir progresivamente incrementando sus responsabilidades le proporcionará una mayor seguridad, sabrá que otros le consideran capaz de resolver tareas y le permitirá tener una mayor sensación de valía.

• Es fundamental demostrarle nuestro cariño y aprecio, alabar y elogiar siempre cualquier progreso para que adquiera seguridad en sí mismo. La autoestima es la interiorización que los demás tienen de él y la confianza que en él depositan. Al decirle lo que hace bien le estaremos permitiendo discriminar lo que ha sido fruto de su esfuerzo para que tienda a repetirlo. Estas experiencias le proporcionarán una sensación de control y confianza en sus capacidades. Si, por el contrario, siempre se le dice lo que hace mal, estaremos desarrollando un sentimiento de fracaso. Hay que ayudar al niño a comprender las consecuencias de su comportamiento, a que vea el efecto de sus actuaciones sobre sí mismo y sobre los demás. Le servirá para valorar su propia actuación.

• Se pueden organizar tareas y actividades en las que tenga oportunidad de salir con éxito. No hay que exigirle ni más ni menos de lo que es capaz de hacer y conviene ayudar al niño a establecer objetivos razonables y alcanzables.

• Hay que enseñarle a que no siempre han de prevalecer sus deseos y opiniones. También ha de escuchar el punto de vista y aportaciones de los demás. La “empatía” o capacidad de ponerse en la piel del otro es fundamental. No se debe aprobar todo lo que haga, porque los límites o normas de convivencia son necesarios para garantizar que comprendan qué es lo que se les pide en cada momento. Conviene alabar cualquier comportamiento del niño que implique ayuda y colaboración, no alabar todo, ya que los falsos halagos no les benefician en el fortalecimiento de su autoestima.

• Es importante alabar su opinión e iniciativa en diálogos y el interés por comunicarse con los demás. Animadle a expresar ideas y permitid que haga las cosas a su manera dentro de los límites que se le permiten.

• Fomentad que vuestro hijo exprese verbalmente sus afectos y sentimientos (cuando llore, esté contento, esté enfadado...). Saber identificar una emoción ayuda a controlarla y solucionar sus orígenes cuando son negativas.
• El modelo de los padres y adultos supone un referente fundamental para la formación de la propia autoestima en el niño. Conviene intentar ser un buen modelo de importancia y valía, hablar de nuestros éxitos y virtudes para que ellos también lo hagan.

• No conviene hacer comparaciones con otros niños o hermanos. Siempre es mejor compararle consigo mismo, para que vea cómo cada vez le salen mejor las cosas. El éxito consiste en darles oportunidades para que muestren sus capacidades, la práctica les hará más competentes.

• Por otro lado, hay que cuidar la manera en la que se le dicen las cosas. Expresar primero lo que nos gusta de él y luego lo que nos desagrada refiriéndonos a hechos concretos y no a etiquetas. A la vez, siempre es mejor escuchar a los niños hasta el final cuando hablan sobre sus actividades, amigos, emociones..., sin interrumpir; esto le hará sentir que lo que comunica es también importante para el adulto que está con él.

• En el aula hay que tener en cuenta el efecto de las expectativas, llamado efecto Pigmalión. La opinión preconcebida que el profesor pueda tener del alumno condiciona la forma de interactuar con él y afecta, en consecuencia, a la conducta del niño. Si el profesor piensa que, debido a su discapacidad, el niño no va a ser capaz de hacer algo se lo transmitirá al él de forma directa o indirecta. Con esta forma de actuar el niño irá interiorizando lo que se espera de él y repercutirá en su autoestima.

• Conviene sumergirnos en “su mundo de niño”, implicándonos en juegos infantiles (de movimiento, de comunicación y conocimiento de los objetos, juegos imaginativos, disfraces, construcciones con piezas...) e implicarle en actividades de los adultos (ir a la compra, hacer galletas, poner la mesa...). Debemos amoldarnos a los juegos de cada edad, proponiendo y participando en ellos. Lo más importante, en el terreno que nos ocupa, serán los juegos de relación y expresión emocional. Todos los juegos podemos realizarlos de forma que favorezcan una adecuada relación con la familia y amigos y permitan al niño expresar preocupaciones, miedos, sentimientos, etc.

• En relación a la escuela es fundamental que exista una adecuada comunicación con la familia. Los padres, en relación al niño, deben preguntarle por lo que hace, lo que más le gusta, sus compañeros, etc. Pueden realizarse en casa actividades paralelas sobre los contenidos que se trabajan en el aula, le servirán para reforzarlos y contribuirá a una mayor motivación por el aprendizaje. Conviene premiar su esfuerzo y constancia, aunque los resultados no alcancen lo previsto.

¿Qué actividades concretas les podemos plantear a los niños para favorecer su autoestima?

Los objetivos que se trabajan para fomentar su autovalía serán los siguientes:

• Desarrollar la habilidad para generar emociones positivas
• Facilitar una mejor autoconciencia de necesidades, habilidades, capacidades y limitaciones en el niño
• Motivarse a sí mismos evitando anticipar fracasos
• Valorarse a sí mismos, sintiéndose importantes
• Incrementar su autoestima y desarrollar sentimientos de seguridad
• Desarrollar su motivación hacia el aprendizaje
• Fomentar la asunción de responsabilidades
• Saber perseverar ante las dificultades
• Vencer temores e inhibiciones
• Fomentar un equilibrio emocional que contribuya a proteger la salud y bienestar del niño, expresar sus necesidades y pedir ayuda.


Actividad 1: Yo soy...

Se pueden utilizar una cámara de fotos y cartulinas grandes. Se hará una foto a cada niño y se pegará en el centro de una cartulina. Sentados en círculo se irán comentando las características de cada uno, con la cartulina en el medio para que todos la vean. Se describirá el color de pelo, ojos, si es niño o niña, su simpatía, cualidades, etc. Las cartulinas se colocarán en una pared de la clase para que todos puedan mirarlas y observar lo positivo que tienen. El objetivo de esta actividad es tratar de que los niños vean que no existe otra persona igual que ellos, son únicos y sus compañeros y las personas que les quieren les aceptan tal y como son.

Actividad 2: Los que me quieren

Cada niño traerá fotos de su familia y amigos. Cogerán la cartulina de la actividad 1 y pegarán estas fotos alrededor. En círculo, cada niño irá saliendo al centro y enseñará a los demás quienes son todas esas personas que les quieren, dirá qué actividades realizan juntos, por qué se lo pasa muy bien con esa persona, etc. Al finalizar la actividad los niños colgarán en un lugar visible el póster que han realizado. Cuando un niño sienta alguna emoción negativa a lo largo del curso podemos enseñarle su propio póster para que vea cuántas personas le quieren tal y como es, aunque no le salga todo a la primera.


Actividad 3: ¡Qué bien haces...!


Los niños se sentarán en círculo. El adulto se sentará con ellos y les presentará a “Pepe”, su marioneta. Los niños le saludarán y “Pepe” les dirá que sabe hacer muchas cosas bien: saltará, dará una voltereta, pintará un dibujo, dará besos a los niños, etc... Cada vez que “Pepe” haga algo bien hecho le aplaudirán y le dirán “¡Qué bien haces......!”. A continuación se invitará a cada niño a expresar lo bien que realiza alguna actividad concreta, intentando pedir a cada uno de ellos alguna conducta que le salga muy bien y de la que pueda salir airoso. Conviene animar al grupo para que refuerce a cada niño esa habilidad especial, para que vea su reconocimiento en los demás. Para la realización de esta actividad se deben tener en cuenta las características de cada niño en particular. Previamente a la realización de esta actividad conviene conocer bien a los niños y haber observado, junto a la familia, los puntos fuertes de cada uno para proporcionarle durante la dinámica una situación que le garantice un éxito ante los demás.


Actividad 4: El espejito mágico

El grupo estará en círculo y se irá pasando el espejo de un niño a otro. Cada niño dirá qué es lo que más le gusta de sí mismo y le pasará el espejo a su compañero para que diga otra cualidad. Si a un niño no se le ocurre nada se le animará diciendo que se mire en el espejo y que vea algo que tiene muy bonito, puede ser necesario irle dirigiendo por las distintas partes de su cuerpo para que se fije en cada una de ellas.


Actividad 5: Te voy a decir...


Estando los niños en círculo, uno de ellos sale al centro, los demás le dirán cosas agradables sobre cualidades físicas (pelo, ojos, adornos, ropa,...) o acerca de las competencias personales (simpatía, cooperación, habilidades para ayudar, habilidades para hacer los trabajos del cole...). Cuando todos le hayan dicho algo positivo pasa el siguiente niño al centro del círculo. Cuando un niño no sepa qué elogio puede decir a un compañero, se le puede ayudar diciendo que se fije en sus ojos, pelo, si juega mucho con él, si está contento, etc. Es recomendable que esta actividad se generalice y se haga de forma habitual en el aula. Pueden reunirse todos los niños al terminar la clase, con ayuda del profesor, para hablar sobre cómo se han sentido y, a la vez, darse cuenta de cómo han hecho sentirse a los demás.

Cani+Patri 9/12/2004
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por cani
#170236 Otra vez gracias Marlauz :fl

Tener un mal día y descargar el mal humor en los hijos

Hemos tenido un mal día en el trabajo, entramos en casa y lo encontramos todo patas arriba: el suelo lleno de juguetes mientras nuestro hijo juega con el mando a distancia. No ha hecho ninguna de las tareas que le habíamos asignado y, entonces, nuestro mal humor estalla de manera desmesurada. ¿Cómo podemos evitar herir al niño con nuestras palabras? ¿Puedo convertir el mal humor en un discurso instructivo?


Todos los padres hablamos habitualmente de forma reflexiva, ya sea en casa, en el trabajo, cuando vamos de compras o con los amigos y conocidos. Sabemos mantener la compostura y mostrarnos como personas que saben controlarse y medir tanto lo que dicen como lo que no dicen.

Si yo me pregunto ahora con quiénes utilizo más las palabras cariñosas, positivas y gratificantes, diré que con mi pareja y con mis hijos. Y seguro que es así, pero también lo es que con ellos soy capaz de utilizar también las palabras más destructivas, las más hirientes y las más negativas. ¿Es este también tu caso? ¿Te has preguntado por qué con las palabras somos capaces de herir a las personas que más amamos?

Cuando estamos relajados, descansados y de buen humor nuestras palabras reflejan ese estado interior y difícilmente hacemos uso de un vocabulario negativo o hiriente. En cambio, cuando estamos cansados, estresados o con trabajo acumulado, los conflictos cotidianos pueden adquirir dimensiones exageradas. Suele ser entonces cuando mostramos lo peor de nosotros mismos.

Centrémonos ahora en las situaciones de conflicto con nuestros hijos y mirémonos desde fuera, poniéndonos en su lugar. Verter la leche con cereales, dejar el abrigo tirado en el recibidor o no tapar la pasta de dientes, no pueden ser problemas vividos por él como para recibir las acusaciones, los gritos o las descalificaciones que, en momentos de crisis, somos capaces de verter sobre él. Adele Faber, en su útil y recomendable obra, nos dice:



Las palabras tienen el don de perdurar larga y venenosamente en la memoria. Y lo peor es que algunos niños las resucitan más tarde para esgrimirlas como armas contra sí mismos.


Enfadarse o sentir ira no es negativo en sí mismo. Son sentimientos inherentes a la naturaleza humana de los cuales todos participamos en un momento u otro. Lo difícil es sentir enfado, ira o furia sin dañar a la persona que tenemos delante, y, seamos honestos, nuestros hijos cargan a menudo con elevadas dosis de malhumor que le corresponderían a nuestro jefe, a la economía o al dolor de espalda. Aristóteles ya decía:

Cualquiera puede enfadarse, es muy fácil. Pero hacerlo con la persona adecuada, con la intensidad óptima, en el momento oportuno, por la causa justa, y de la manera correcta, eso ya no es tan fácil.

Los padres nos enfrentamos diariamente a situaciones de conflicto con nuestros hijos. A menudo, vivimos su desobediencia, o su poca colaboración o su inmadurez como una afrenta. Y es entonces cuando nuestras emociones pueden desbordarnos. Sin embargo… ¿es justo y razonable que, a veces, reaccionemos ante nuestros hijos dando rienda suelta al mal humor y al enfado?, ¿no sería conveniente preguntarnos qué deberíamos hacer para evitar que la expresión incontrolada de emociones nos causen malas pasadas de las que luego nos arrepentiremos?, porque, francamente, ¿cuántos padres son capaces de controlar siempre sus reacciones y, en consecuencia, sus palabras?

Reconocer qué sentimos es el primer paso para identificar un posible arrebato de malhumor o de enfado. Permitirnos sentir emociones negativas de cierta intensidad nos ayudará a reducir nuestra ansiedad frente a ellas.

Cuando ya hemos reconocido o identificado qué sentimos, el siguiente paso es NO RESPONDER. Salir de la habitación o cerrar los ojos unos instantes para pensar en lo que vamos a decir antes de "soltarlo". ¿Quiere esto decir que no hemos de corregir las conductas no adecuadas de nuestros hijos?, evidentemente no. Se trata de no reaccionar "en caliente", lo que es muy sencillo de entender y, en ocasiones, tan difícil de llevar a la práctica.

Una vez calmados será más fácil apreciar la dimensión real del problema y actuar en consecuencia, lo que debe permitirnos prestar atención a las palabras y huir de las acusaciones tipo: "eres un desastre, otra vez has dejado el lavabo patas arriba después de ducharte". Es preferible describir lo que ha sucedido sin emitir juicios de valor, por ejemplo: "el lavabo necesita que lo revises de nuevo si ya has terminado de ponerte el pijama". La descripción de los hechos ayuda mucho a centrarnos en el presente, en el suceso real, sin añadirle toda la carga emocional que probablemente se ha despertado en nosotros. Con ello mostraremos que le aceptamos a él como persona pero no aceptamos las acciones negativas que pueda hacer.

Añadir un comentario con buen humor es una de las mejores formas de recuperar el buen ambiente y conectar de nuevo con lo mejor de nosotros.

Finalmente, si a pesar de todo hemos perdido el control y hemos usado las palabras para agredir a nuestro hijo, seamos capaces de pedirle perdón o de demostrarle que sentimos lo que ha sucedido. Será la mejor manera de restablecer la relación cicatrizando las heridas interiores que las palabras pueden provocar.

Recordemos que la palabra es una herramienta con la que construimos o destruimos las relaciones con nuestros hijos. Ser conscientes de qué decimos y cómo lo hacemos nos ayudará en todas las situaciones a mostrarles lo mucho que los queremos.




Carmen Herrera García
Profesora de Educación Infantil y Primaria

Cani+Patri 9/12/2004
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por cani
#182138 Os pongo este estupendo artículo que nos ayudará a entender mejor a nuestros hijos. Esta vez no solo lo ha recopilado Sole sino que también lo ha escrito :fl

ya sabeis que de vez en cuando dedico mis ratos de "ocio" a escribir algun articulo. y que casi siempre me queda algun rollo kilometrico.

pues bien, hacia tiempo que no os aburria con ninguno, asi que allí va otro. esta dedicado al modo en que podemos enseñar a nuestros hijos desde que nacen a reconocer, aceptar, y manejar las emociones. este es el paso fundamental para dotarles de la inteligencia emocional necesaria para desenvolverse en esta vida, sin que las emociones les bloqueen la acción, y siendo empaticos con las emociones agenas.

espero qeu os sea de ayuda. no dejeis de ver el capitulo de "recursos" al final del articulo. y si necesitais mas información, en la bibliografia teneis enlaces en los que hay muchos mas articulos sobre el tema.




ELMENTOS NECESARIOS:

-CONOCER NUESTRAS PROPIAS EMOCIONES
-ESCUCHAR: lo que dicen y lo que no dicen.
-VERBALIZAR
-ACEPTAR
-EMPATIZAR
-FACILITAR QUE EL NIÑO RESUELVA POR SI MISMO LAS EMOCIONES O SITUACIONES.

Los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Nos sentimos muy satisfechos, lógicamente, cuando en el colegio nos dicen que nuestro hijo es inteligente y que no tendrá problemas con los estudios. Pero ¿debemos conformarnos con esto? ¿El buen resultado académico lo es todo? No. Puede ser que nuestro inteligente hijo tenga problemas para relacionarse con sus compañeros, o sea inexpresivo, o incapaz de gestionar ni controlar sus emociones, enfadándose en exceso cuando algo sale mal. Los estudios del profesor Goleman, el “padre” de la inteligencia emocional, revelan que algunos niños cuyo desarrollo académico era pobre, ocupaban luego puestos de mucha responsabilidad, gracias a la posesión de una desarrollada inteligencia emocional. En la otra vertiente, también demostró que muchos muchachos con un brillante currículo académico, pero con un manejo deficiente de sus emociones, no eran capaces de ocupar aquellos puestos que por el currículo les habrían correspondido, o bien eran incapaces de ser felices en su vida diaria.

Otra de las afirmaciones que hizo Goleman es que este aprendizaje se debe comenzar en edades tempranas, antes de que el niño llegue a la escuela. Si las familias no realizamos esta tarea de alfabetización emocional llegaran a la comunidad escolar (como es ya frecuente ver) niños que no controlan sus emociones, que tienen respuestas exageradas, desproporcionadas y fuera de tono cuando se les pide cuentas sobre cualquier pequeño problema fácilmente superable. Aprender a moderar los impulsos, resolver los conflictos mediante el dialogo, interpretar correctamente los comportamientos y ser capaz de predecir los sentimientos de los demás y muchas mas cosas. Todo eso se enseña utilizando la inteligencia emocional en la educación de nuestros hijos.

Para que se produzca un elevado rendimiento escolar, se deben dar en el niño determinadas características, además de la inteligencia “clásica” medible con un test:

-confianza en si mismo
-curiosidad por descubrir
-sensación de ser capaz y eficaz
-autocontrol
-relación con el grupo de iguales
-capacidad de comunicar
-capacidad de cooperar con los demás.

Ver los momentos emocionales que surgen en nuestra vida diaria con los niños como oportunidades para la vinculación y el aprendizaje, en lugar de verlos como una carga, un problema que hemos de solucionar no se da de forma espontánea en todos nosotros (mas bien, yo diría en casi ninguno ¿Quién piensa en aprender cuando nuestro hijo nos abraza o monta un berrinche de órdago?). Pero es un cambio de actitud que es necesario hacer si de veras queremos iniciar a nuestros hijos y nosotros mismos en la educación emocional.

Todos estamos programados para lidiar con las emociones de un modo diferente. Existe la actitud despreocupada de quien ve los sentimientos como algo tonto y sin relevancia y si el niño se muestra triste o dolido este tipo de padres dirá: así es la vida, y cuanto mas pronto te des cuenta, mejor.

Otra actitud posible es la de los padres que consideran que sentimientos negativos como la tristeza o la ira, son peligrosos y tratan de librar al niño de ellos lo más pronto posible, reemplazándolos por sentimientos positivos. Por ejemplo ante el niño a quien se le ha escapado el globo y llora desconsolado le dicen: no llores mas, que yo te comprare un helado para que te contentes.

A otros la expresión de las emociones les hace sentir incómodos. Y por ello trataran de evitar o ignorar los sentimientos de sus hijos, recurriendo a amenazas para controlar su comportamiento emocional. Y hay muchas más actitudes corrientes respecto a las emociones del niño que no son positivas en términos de educación emocional (la verdad es que repaso esta lista y veo que…casi siempre me equivoco, al menos en primera instancia):

-rescatar: no te preocupes, mama va a hacer que esto no te pase más para que no estés triste.
-castigar: no puedes ponerte así por esto que además ha sido tu culpa. Vete a tu cuarto.
-resolver el problema: no llores, que te compro ahora mismo otro globo/ yo hablo con ese niño para que….
-moralizar: si hubieras recogido tus juguetes no se habrían estropeado. No vengas ahora llorando.
-negar: no te sientas mal, no fue culpa tuya que la lluvia estropeara los juguetes.
-humillar: ¡como puedes ser tan irresponsable! Ahora mismo llamo a tu padre y le cuento que te has dejado los juguetes en el jardín y se han estropeado.
-demostrar lastima: oh! Esta lluvia mala. No tendría que haber llovido para que no se estropearan los juguetes.
-aleccionar: esto te enseñará a mantener tus juguetes guardados, señorita.

Y esto es solo una lista parcial de actitudes destinadas a frenar los sentimientos. Con estas actitudes pretendemos enseñar a nuestro hijo una lección, y los resultados son a menudo muy diferentes. Con ellas logramos que el niño se centre en que no está bien sentirse triste o culpable, en lugar de centrarse en el reconocimiento de sus sentimientos, la aceptación de los mismos y la búsqueda de soluciones.

Las emociones, todas, incluso las negativas forman parte de nosotros y por tanto de una persona sana y feliz. Aprender a reconocerlas, aceptarlas y manejarlas es algo que los padres pueden u deben transmitir.


-CONOCER NUESTRAS PROPIAS EMOCIONES:


Podremos ayudar mejor a que nuestros hijos conozcan y manejen sus emociones si conocemos previamente las nuestras, como las sentimos, como las manejamos, como nos desenvolvemos con ellas. Por ejemplo, es importante que nos hagamos las siguientes preguntas:

-¿Cómo manejas tus emociones, especialmente las negativas como la ira o la tristeza?
-¿Cómo cambian tus emociones a lo largo del DIA?
-¿Cuántas palabras relativas a emociones como frustración, preocupación, alegría, tensión…utilizas a lo largo del día?
-¿Cómo manejas la situación de tener que lidiar con dos o mas emociones simultáneamente?

Los padres y cuidadores que están en contacto con sus propias emociones pueden relacionarse mejor con las emociones de los niños. Como todo buen guía, un padre que conoce el terreno conducirá mejor a sus hijos a través de el.

Por otro lado, padres y cuidadores atraviesan a lo largo del día la serie completa de emociones a través del niño. ¿Quién no comparte el orgullo y la alegría de un niño que nos enseña su última obra de arte? ¿Y como no sentir ira cuando el niño no deja de gritar en el supermercado porque no le hemos comprado las chuches que nos pedía?

Debemos aprender a compartir con el niño nuestras propias emociones cuando sea adecuado. Esto supone enseñarles además que somos capaces de controlarlas. Por ejemplo, decirle a un niño chillando que estamos enfadados con el, cuando nuestra ira es obvia y estamos fuera de control, es compartir una emoción, pero es menos didáctico para el niño, que si somos capaces de, sintiendo la misma ira, decirle con la mayor calma posible: ahora estoy demasiado enfadado para que podamos hablar. Necesito tranquilizarme, hablaremos luego. De este modo, no ocultamos nuestra emoción: el enfado, pero le enseñamos a nuestro hijo que somos capaces de mantener la emoción bajo control.




-ESCUCHAR:



Estar receptivo a las emociones de los hijos pone a los padres en mejor posición para ofrecer apoyo, comprensión durante los momentos difíciles de ira, tristeza frustración, y también para celebrar junto con ellos los momentos de alegría, felicidad y risa.

La forma de transmitir los sentimientos es diferente en diferentes etapas de la vida de un niño. Es fácil adivinar que un bebé que ríe está feliz, y que un bebé que llora se siente desdichado. Pero no siempre es fácil ir mas allá, y no todas las emociones son tan evidentes.


Cuando un niño ya puede hablar, debemos escucharle. Es imprescindible hacerlo atentamente (no a la vez que hacemos la cena y vigilamos al hermano pequeño). Si en ese momento no podemos dedicarle toda nuestra atención, es mejor decírselo así, y aplazar la conversación a un rato mas tarde: cariño, eso que me cuentas parece muy importante/parece que te afecta mucho/te resulta muy complicado…y ahora mamá/ papá tiene que hacer esto. Pero dentro de media hora estaré libre para escucharte con la atención que merece lo que me cuentas. Pero si existe la posibilidad de pararnos y escuchar atentamente en ese momento, debemos hacerlo: cariño, eso que me cuentas me parece muy importante. Me sentaré contigo para que me lo expliques mejor, aunque luego tengo que seguir haciendo la cena. (Esto, además le hará sentir muy importante y especial)

La forma de escuchar a los niños debe dejarles claro que estamos prestándoles atención y que tomamos en serio lo que nos dicen.


-tipos de escucha:

Atención activa: es una técnica muy adecuada para iniciar una conversación con niños. Exige que los padres sean capaces de ponerse en el lugar del otro, de forma que pueda descifrar los mensajes emocionales de manera correcta.

Por ejemplo: una chica le dice a su padre: ¿papá, que clase de chicas te gustaban cuando eras joven?
-supongo que lo que te preguntas es como debes ser para gustar a los chicos ¿es eso?
-si, tengo la sensación de que no les gusto, y no ser porque es.

El padre ha descifrado correctamente el mensaje y ha expresado lo que le sucede a su hija, dándole un nuevo sentido a la conversación: el problema no es averiguar que encontraba su padre atractivo en las chicas, sino los problemas de inseguridad en si misma de la hija.

O bien, Sandra de tres años se dispone a ir a la playa con la chica que la cuida. Yo acabo de volver de trabajar (sin comer aun) y cansada (todo esto Sandra no lo sabe) en el momento de salir, dice que no quiere ir a la playa.
-¿no quieres ir a la playa?
-no
-bueno, pues tata se lleva a Carlos y tu te quedas conmigo
-nooooo,¡si quiero ir!
-bueno, pues prepárate, porque tata ya se va.
-nooooooooo ¡no voy!

…. Y así un buen rato, y la cosa comenzó a convertirse en una rabieta autentica. Hasta que su madre, o sea, yo, descifra lo que subyace bajo ese aparente berrinche sin sentido:

-Sandra, tu quieres ir a la playa, pero quieres que yo vaya con vosotros ¿verdad?
-si.
-pero mama aun no ha comido, y acabo de llegar muy cansada de trabajar. Yo voy a bajar luego a buscaros a la playa, y te prometo que mañana vamos a pasar los tres juntos todo el día en la playa.
-vale.

Y Sandra se fue a la playa sin una protesta más.



-Escucha pasiva:

Es posible que para un niño resulte más fácil hablar sobre sus experiencias y emociones si le escuchamos sin interrumpirle para expresar rápidamente nuestra opinión. Se trata de darle mientras habla señales inequívocas de que le estamos escuchando atentamente y que nos interesa lo que dice, hablando nosotros lo menos posible:

Un ejemplo:

-hoy me han mandado al despacho del director
-¿a si?
-si, dijo el profesor que hablo mucho en clase
-¡vaya!
-no soporto a ese profesor. Además me tiene manía, y sus clases son muy aburridas
-hummmm
-como la clase es tan aburrida, por eso nos pasamos el rato haciendo el tonto.
-…(mantener contacto ocular, postura atenta)
-cuando tengo clase con otros profesores atiendo y participo, pero con este, se me quitan las ganas de aprender.
-…(idem)
-¿Por qué se habrá hecho profesor?
-…(encogiéndose de hombros)
-bueno, de todos modos no queda mas remedio que acostumbrarse a el, ya que será mi profesor todo el curso y no me puedo pasar el tiempo en el despacho del director.


De este modo el niño ha encontrado la forma de expresar sus sentimientos de ira y frustración, y también ha podido calmarse y encontrar la solución por si mismo, lo que además le permitirá en el futuro asimilar situaciones similares.

La forma habitual de comportarse el padre habría sido ante las primeras confidencias una respuesta del tipo ¡seguro que te has pasado la clase charlando! ¡Tu te los has buscado!....de este modo, el niño no habría seguido hablando, se habría sentido incomprendido en sus sentimientos y difícilmente habría podido encontrar solución.

En este tipo de escucha, aunque se llame pasiva, es necesario transmitir al niño mediante expresiones o nuestro lenguaje corporal que le escuchamos atentamente y que nos resulta interesante y nos importa lo que esta diciendo: mantener el contacto ocular, situarnos a su nivel, mantener al niño abrazado mientras habla, utilizar algunas expresiones verbales (¿de veras? ¿Si? ya veo, cuéntame más, no te he entendido bien, ¡que interesante! Hummmm…..). Esto da continuidad a la conversación, y evita expresar opinión o dar solución, y a la vez transmite interés y aceptación de lo que nos están diciendo.



Con niños más pequeños, puede ser más difícil que esto conocer sus sentimientos y las causas que los provocan. A veces es necesario convertirse en detective, para descifrar lo que pasa en sus cabezas.

Puede que las emociones que siente no sean aparentes, pero un pequeño que se vuelve retraído y se enfada frecuentemente con su hermana pequeña, puede estar sintiéndose inseguro sobre su papel en la familia, o envidioso de la atención que se le presta a ella. Una niña que iba contenta a la guardería y de pronto no quiere ir, puede que no tenga nada que ver con la guardería: un cambio en el tiempo que sus padres le dedican, el hecho de que uno de sus amiguitos haya decidido trabar amistad con un nuevo compañero, puede estar haciendo que sienta en peligro el vinculo con sus padres, o puede sentirse rechazada por su amigo.

Las pistas las podemos encontrar en su rostro, en su actos, en la actitud de su cuerpo (decaído, tenso…), en sus juegos (es muy importante escucharles cuando juegan, atendiendo a lo que ponen en boca de sus muñecos), en sus sueños (sus pesadillas nos abren una ventana a las emociones del niño). De un modo muy simple podemos adquirir e implantar en los niños el hábito de hablar diariamente de cómo se han sentido a lo largo del día. Incluso con bebes que no saben hablar, podemos realizar un juego consistente en que el padre o madre se pinta en los dedos de la mano caras con distintas expresiones asociadas con sentimientos: alegre, triste, asustado, enfadado, sorprendido… y utilizando estas caritas el niño nos puede mostrar como se ha sentido en relación a los diferentes acontecimientos del día. Cada una de estas caras puede ir contando su día. Después de haber escuchado todas las historias se puede pedir al niño que escoja el que mas se identifica con sus propios sentimientos en relación a ese día o suceso. Es importante que el niño no perciba que tratamos de decirle lo que tiene que sentir, sino que perciba que es libre de expresar cuales han sido sus sentimientos. Es una técnica para escuchar al niño. En estas circunstancias, compartir con ellos nuestras propias sensaciones ayuda a abrir la conversación: mi mejor momento del día fue cuando….y el peor fue….me sentí triste/ enfadada/ frustrada….me hizo sentir mejor….Si ha habido algún momento o evento del día especialmente malo o frustrante, podemos incluirlo en la conversación explicando nuestro punto de vista, escuchando el de ellos y tratando de arreglarlo (disculpándose si se nos ha ido la cabeza y hicimos una montaña de algo poco importante o si hemos desatendido o malinterpretado sus actos)

Los juegos con títeres o marionetas, en los que se le pregunta no directamente al niño, sino a la marioneta que porta sobre diferentes temas, también nos permiten aproximarnos a sus verdaderos sentimientos. Y finalmente los cuentos y los libros en los que el niño puede interpretar la motivación de las emociones que expresan los personajes, y hablar de ellas sin sentir que habla de si mismo. Se pueden utilizar libros concebidos para este fin. Pero también por ejemplo, libros en los que se muestran cuadros de pintores famosos, con retratos de personas en diferentes situaciones y actitudes.

Todo esto son estrategias que debemos considerar en situaciones en las que sospechemos que a nuestro hijo le sucede algo que no es capaz de identificar o expresar, ya que conocer a través de la escucha lo que le pasa es el primer paso para ayudarle a reconocer y manejar esas sensaciones.


-VERBALIZAR:


Es necesario ayudar al niño a construir un vocabulario que le permita expresar los sentimientos, tanto como ayudarle a conocer de donde vienen estos.

Desde que nace un bebe podemos ya ayudarle con esto. De hecho, poner en palabras las sensaciones que notamos en un niño es una de las tareas que corresponde a la madre en el proceso de vinculación: un recién nacido llora como expresión universal de cualquier incomodidad, y es la madre, diciendo “ya tienes hambre ¿verdad? Ahora mama va a darte de mamar” o bien “estas cansado, vamos a dormir un poquito” o “¿has hecho caca? Vamos a cambiar el pañal” la que pone la etiqueta a esa sensación, de modo, que a medida que crece el bebe puede ir discriminando: “ah esto que siento es hambre, y se quita comiendo” o bien: esto que noto es sueño, y se resuelve durmiendo, o bien, así me siento cuando el pañal esta sucio y necesito que me lo cambien.

Y a medida que se hacen mayores podemos incluir ya los sentimientos: te sientes mal/ frustrado/enfadado porque no has podido abrir ese bote, puedes probar así/ a ver si entre los dos podemos/ inténtalo más suavemente/ aun eres un poco pequeño para poder hacer eso, yo puedo hacerlo por ti. Aun será pequeño para reconocer el mismo sentimiento en otra ocasión, pero ponérselo en palabras para el una y otra vez, hará que se vaya conformando en su cabeza un esquema de las emociones, al igual que de bebe se forma el de las sensaciones.

Es importante intentarlo siempre. Aunque el niño este demasiado enfadado, debemos explicarle que esta enfadado y que por eso llora o pega. Aunque acto seguido le expliquemos que pegar no es valido como expresión por muy enfadado que este. Cuando Carlos monta en cólera con su hermana porque no le deja un juguete o por cualquier otra cosa y preveo que va a soltar la mano, le sujeto las dos manos con suavidad y me coloco a su altura: estas muy enfadado con Sandra porque no te deja ese juguete. No puedes pegarle para decírselo, pero puedes usar la boca: di: estoy enfadado (lo repite) y ahora pidele el juguete con la boca en lugar de pegando: (lo pide en su media lengua). En este caso cuento con la colaboración de Sandra casi siempre, y si no es así, busco yo la manera de que ambos puedan jugar con ese juguete o encuentro algún sustituto para uno de los dos. El caso es que consigue frenar a Carlos, me permite felicitarle por haber hecho bien las cosas a pesar de estar muy enfadado, y normalmente, pasado el momento álgido, (se enfría el sentimiento descontrolado) es relativamente fácil que entre todos encontremos algún remedio. A veces lleva bastante rato. Pero a cambio me permite enseñar a Carlos como puede parar a tiempo una agresión. Y a veces no funciona, o sea, o no llego a tiempo y Carlos ya le ha pegado, o bien a pesar de los esfuerzos Carlos acaba teniendo un berrinche. Y a veces, las menos, los dos acaban teniendo un berrinche. Pero creo que las veces que funciona sirven de aprendizaje para todos nosotros.

Cuando ya son mayores y capaces de comprender lo que sienten, puede que ellos mismos lo pongan en palabras, pero eso no quita que nosotros también lo hagamos. Esto permite mostrarles nuestra aceptación y también nuestra empatía: Comprendo que estas triste/ enfadado/ frustrado cuando me pasa algo similar yo también me pongo triste /enfadado/frustrado. Esto le animará a profundizar en la situación, le hace saber que su sentimiento es valido, y que nosotros también lo aceptamos como tal. Fíjate que cuando me pasó a mi….lo pude resolver…..Esto le animará a buscar solucion a su propia situación.

¿Es posible que tan solo poniéndole nombre a un sentimiento pueda frenarse la tormenta posterior? Si. Se debe al modo en que el cerebro funciona: en el cerebro hay unas áreas encargadas de procesar las emociones (esto tiene lugar en una parte bastante primitiva de nuestro cerebro, que es la misma que se encarga de las reacciones instintivas: llanto, huida, agresión) , y otras áreas responsables del pensamiento lógico, el lenguaje y otras funciones cerebrales superiores (es la parte mas moderna del cerebro humano, y superior a la otra: cuando esta parte se activa, es capaz de anular las ordenes procedentes de las partes mas primitivas del cerebro). Los niños nacen con las neuronas adecuadas en estas áreas, pero carecen de la conexión necesaria entre ellas. Al tener cerca un adulto atento a sus emociones y que sepa ponerles nombre y darles una explicación, esta activando todas estas áreas cerebrales y facilitando la conexión entre ellas. Estas conexiones se hacen más fuertes cuantas más veces sucede el hecho de sentir una emoción y que esta es verbalizada, tanto más fuerte y duradera será la conexión. Como un camino que cuantas más veces se transita mas despejado y rápido es. Y cuando activamos esta conexión entre las áreas de las emociones y las del lenguaje, activamos a la vez las del pensamiento superior, lo que tiene un efecto calmante: evita que la reacción sea la propia de la parte primitiva del cerebro (la rabieta, el llanto descontrolado, la agresión) y facilita que el cortex cerebral, el cerebro superior, tome el control de la situación. Y cuantas mas veces se pone en marcha este mecanismo, mas fácil será que el cerebro superior puede dominar la reacción instintiva del cerebro inferior.


-ACEPTAR O VALIDAR:


La conversación anterior también sirve para aceptar los sentimientos del niño. Los sentimientos malos o muy grandes les puede hacer sentir inseguros. Saber que nosotros, sus guías y ejemplos no solo aceptamos que pueda sentirse así, sino que nosotros mismos hemos pasado por ello, le proporciona seguridad. Es imprescindible que el niño sepa que absolutamente todos los sentimientos son aceptables, e inevitables (yo no elijo como me hace sentir una situación, simplemente es un hecho). A la vez que entiende que no todas las manifestaciones lo son.


Muchas veces solo saber que el hecho de expresar en voz alta sus sentimientos no provoca nuestro rechazo, sino nuestra aceptación, tiene un efecto balsámico sobre el sentimiento. Si además aprovechamos la ocasión para felicitarle por saber reconocer que se siente así y manifestarlo, será mejor aun. Tiene que haberte hecho sentir muy triste que tu amiga decidiera hoy jugar con otro niño. Eres muy lista por saber reconocerlo y muy valiente por contármelo.


Con niños más pequeños, la conversación será similar, solo que sin esperar a que reconozcan el sentimiento: te sientes frustrado porque no has podido encajar esa pieza, es normal que te sientas así. A todos nos gusta que las cosas nos salgan bien, y nos entristece cuando nos salen mal.


En ocasiones un modo de validar un sentimiento y permitir al niño que localice cual es el suyo es contar nuestras propias experiencias. Hace poco una amiga mía me contó una anécdota. Su hija de cuatro años estaba llorando sin consuelo y no quería contarle a nadie lo que le pasaba. Su madre se sentó a su lado y empezó a contarle experiencias de su vida que la habían hecho sentirse triste. Al cabo de unas cuantas anécdotas la niña le contó porque estaba triste: habían estado separando juguetes de los que hacia tiempo que no usaban para entregarlos a los niños afectados por una catástrofe. Al sacar los juguetes recordó algunos que hacia tiempo que no usaba pero que le gustaban mucho y le puso muy triste tener que entregarlos a otros niños. Pero por otro lado se sentía avergonzada ya que sabía que los otros niños los necesitaban más. Por eso manifestar su tristeza le parecía mal. Creía que no tenía derecho a sentirse triste. Saber que estaba en su derecho de estar triste, le animo a contar lo que sucedía. Y así, ella y su madre encontraron una solución: ella decidió que juguetes quería dar a los otros niños y cuales quedarse. Y curiosamente entrego sus juguetes nuevos y conservó los antiguos.


Cuando Sandra empezó al colegio tuvo una adaptación tormentosa: no solo lloraba desconsolada al llegar, sino que tenia pesadillas persistentes varias veces en la noche, dejaba de jugar para venir a preguntarme si tenia que ir al colegio mañana. Y en el colegio no jugaba con los compañeros, ni admitía que nadie la consolara si se caía en el patio, se negaba a participar en las actividades (jugar con plastilina por ejemplo), no hacia caso de las indicaciones de la profesora….vamos, una tragedia para ella, y también para mi. Parte de la solución fue visualizar en casa las rutinas del colegio, pero gran parte de la solución vino al darme yo cuenta que ella sentía que no debía llorar por ir al colegio, y el hecho de no poder evitarlo la hacia sentir aun peor. Evidentemente yo en casa le explicaba que sabía que se sentía triste, que era lógico, que casi todos sus compañeros estarían tristes aunque no todos lloraran. Pero claro, llegaba al colegio y los mensajes eran contrarios: no llores que eres muy mayor, venga que ya pasó,….. Hable con su tutora y le explique esto: que si todo el mundo le decía que estaba mal llorar, y ella no podía evitarlo, le hacia sentir aun peor. Le pedí que al recibirla, puesto que no podía detenerse (eran 23 y sin profesora de apoyo) a abrazarla y consolarla, al menos, que no se centrara en el llanto. Que no le dijera que no debía llorar. Que era preferible que le hablara de otras cosas: que guapa vienes, o te has cortado el pelo. Así ella seguiría estando triste, pero al menos no sentiría que además estaba haciendo algo malo.


-EMPATIZAR:

La empatía es una reacción emocional que suele desarrollarse en los 6 primeros años de vida. Y a su vez, es un proceso cognoscitivo por el cual somos capaces de comprender como se siente una persona, es decir: somos capaces de percibir su punto de vista. Ser capaz de interpretar las señales que nos dan los demás, y conocer sus sentimientos a la vez que nos ponemos en su lugar es un proceso muy complejo que forma parte de la educación emocional, y que debemos enseñar a nuestros hijos. Conectar son sus emociones, ponerles nombre, aceptarlas forma parte de este aprendizaje: es decir, somos nosotros empatizando con el niño, los que le enseñamos a empatizar con los demás. También podemos contribuir a este proceso de aprendizaje mostrando empatía con otras personas, no solo con el niño. Es posible utilizar situaciones cotidianas, o los cuentos, o imágenes de la televisión para comentar los sentimientos de los demás con los mismos y mostrar empatía. ¿Te das cuenta de que la niña se ha puesto muy triste porque ha perdido a su perrito? Se nota porque tiene la cabeza un poco gacha y los ojos tristes, y la boca arqueada hacia abajo. ¿Te das cuenta de que llora? Es normal que se sienta así, yo también me sentiría muy triste si me sucediera algo así, y también me hace sentir triste ver lo mal que lo esta pasando. ¿Y a ti? ¿Te sientes triste porque ella esta triste? ¿Te imaginas como te sentirías si te sucede algo parecido? ¡Mira! Ha encontrado a su perrito. ¿Has visto como se ha puesto contenta? Ahora ya no llora, y sonríe y los ojos le brillan de alegría. Una conversación como esta, enseña al niño a reconocer los signos externos que muestran una emoción, y esto le permitirá en el futuro reconocer si un amigo o un compañero de clase esta triste, o nosotros mismos. También le enseña que los sentimientos malos tienen lugar en esta vida y por tanto son validos. Que todos en unos u otros momentos pasamos por ellos. Además le estamos mostrando que es posible sentirse triste con la tristeza de los demás, y finalmente que los sentimientos pasan, y que es posible estar alegre después de una tristeza muy grande.

Otras situaciones que se ven en la televisión: catástrofes, sucesos,…muestran las emociones de la gente. Explicarlas, es nuestra misión y ayudará al niño a comprender lo que sucede a los demás, y también a tener una dimensión precisa del problema le puede ayudar a no tener pesadillas. No ignoremos nunca a un niño que pregunta que esta sucediendo en una situación concreta mientras ve el telediario, o tras una situación familiar complicada. Si no sabe como interpretar lo que ve o vive, se sentirá perdido además de percibir el malestar de los demás, por no saber interpretar lo que sucede.

La empatía se adquiere a lo largo de los primeros años de vida en diferentes fases: los bebes desde recién nacidos tienen un modo rudimentario de empatía que les hace por ejemplo fijarse en otro bebe que llora, y eventualmente llorar a su vez. Algunos estudios de Goleman demostraron también que bebes de muy corta edad son capaces de captar los sentimientos adultos y experimentar una cierta clase de angustia empatica incluso mucho antes de ser capaces de ser totalmente conscientes de la existencia de las emociones. En el foro vemos a diario (incluso le hemos puesto nombre: la paz genera paz) como nuestro nerviosismo, nuestra angustia y nuestra ansiedad se transmiten a bebes de muy corta edad. Y como el reconocer nuestros sentimientos y resolverlos, devuelve la tranquilidad al niño. Hemos visto como se dan cuenta del embarazo de sus madres antes incluso de que estas sepan que lo están probablemente por las alteraciones que se producen en el estado de animo en las primeras fases del embarazo. También hemos tenido casos de problemas laborales o de pareja que repercuten en el comportamiento de un niño que aun no es consciente de sus sentimientos ni de los de los demás. Por más que intentemos ocultarlo, las emociones producen cambios en nosotros, en nuestra actitud, en nuestra expresión, que de modo inconsciente reflejan que algo sucede. Y los niños lo perciben. En algunos estudios se observó como un bebe era capaz de percibir el estado de animo de una persona, y también el desconcierto del bebe cuando esa persona trataba de ocultarlo. Por esto siempre es recomendable no ocultar los sentimientos de los adultos a los niños: saber qué es lo que sucede, y saber porque esta originado, y saber que las personas que tiene como referentes son capaces de identificar lo que pasa y ponerlo en palabras, una vez mas activa el cerebro superior, y le permite al niño utilizar la lógica y otras funciones superiores para enfrentarse a la situación, lo que anula las reacciones instintivas (miedo, llanto, huida) provocadas por la emoción en su cerebro primitivo.

He contado en varias ocasiones que cuando sandra era aun un bebe, no tenia aun un año, tuve que someterme a una pequeña intervención: me colocaron dos implantes. Fue un compañero mio, y me los puso a ultima hora, la intervención termino a las 9 de la noche. Sandra nunca fue buena dormidora, pero jamas lloraba para dormirse: yo la mecia y le cantaba en brazos y tardara lo que tardara jamas lloraba. Cuando empecé a dormirla esa noche, su padre salió a buscar una pizza para cenar, asi que me quedé sola con ella. Y empezo la tragedia: yo notaba ya algo de dolor, y estaba impaciente por tomar un analgesico. Y sandra empezó a llorar, y llorar, y retorcerse. Y yo a desesperarme, a notarme mas dolorida y a desear con todas mis fuerzas que se durmiera YA. Fueron tres cuartos de hora que se me hicieron una vida entera. En el momento que oí la puerta de la calle, suspiré de forma espectacular y me dije ¡POR FIN!....y antes de que mi marido llegar a la puerta de la habitación sandra se habia dormido. ¿Qué habria sucedido si yo me hubiera simplemente levantado a tomar un analgesico?¿y si le hubiera dicho a la niña como me sentia y porque estaba yo tan rara?

Entre el primer y segundo año de vida, entran en una fase en la que son capaces de darse cuenta de que la tristeza del otro no es la suya, y pueden tratar de consolar a la persona que ven sufrir.

A los 6 años entran en la etapa de la empatía cognoscitiva: la capacidad consciente de ver las cosas desde el punto de vista del otro y actuar en consecuencia. Esta tipo de empatía ya no precisa de comunicación emocional (no necesita ver a alguien llorar para darse cuenta de que en esa situación se siente triste) debido a que el niño, ha desarrollado ya un modelo interno de cómo puede sentirse una persona en determinadas situaciones.

Mas adelante, a los 10 o 12 años amplían su círculo de empatía a personas que no son de su entorno cercano. Es una etapa de empatía abstracta.

Por regla general tratamos de proteger a los hijos de las situaciones conflictivas. Deseamos que no perciban los problemas o que no tengan contacto con nuestros sentimientos negativos o con los de los demás. Pero podemos ayudarles mucho mas si les explicamos la situación con detalle, si les mostramos nuestros sentimientos y el modo en que luchamos por resolver la situación que sea mas o menos difícil, y les enseñamos como nos dominamos para no dejarnos llevar por la emoción de modo que podamos buscar mejor las soluciones. De este modo ellos aprenden que esta es la manera de actuar. Es importante por tanto:
-no ocultarles los sentimientos
-no ocultarles los errores
-no temer decirles la verdad.


-BUSCAR SOLUCIONES:


Lo principal es intentar siempre que sea posible que ellos mismos o con nuestra ayuda resuelvan la situación. Les podemos animar simplemente escuchando lo que tienen que decir, contandoles alguna experiencia pasada nuestra, o mejor aun suya.

Es importante que cuando el sentimiento es negativo, el niño sepa separar el problema de si mismo: tengo un problema pero no soy un problema. Para esto es fundamental no culparle nunca por tener una emocion negativa (por ejemplo celos de un hermano: no es incorrecto tener celos, ni pensar que estaba mejor sin su hermano, aunque si lo sea expresarlo por ejemplo con una agresión).

Una posible estrategia es poner nombre al problema: el nombre puede ser un sustantivo que les haga enfadar, que no le guste o le produzca rechazo para que se anime a luchar contra el y vencerle: asi ve que lo malo no es el, sino esa reacción negativa que controla su conducta.

Tambien poner los problemas por escrito puede ayudar a que el niño tome distancia con el hecho y sus sentimientos y le permita encontrar una solución. Todo ello va encaminado a que los niños externalicen sus conflictos y los vean como algo abordable y que es posible solucionar.

Pero lo mas importante es que después de todos los pasos anteriores: escuchar, nombrar, validar, empalizar…dejemos que el niño hable: del sentimiento, de su origen y trate de buscar una solución (si la hay) al problema.

Volviendo al ejemplo del principio: un niño que se deja los juguetes en el jardin y se le estropean. Hay que escucharle, hacerle saber que esta triste y que es normal, que le comprendemos y somos capaces de ponernos en su situación. Permitir que llore si lo necesita. Y cuando se encuentre mas tranquilo pedirle que nos cuente si a el se le ocurre algun modo de que no vuelva a pasar lo mismo.

Si la situación es mas complicada: por ejemplo, un niño que esta triste porque su padre se se va a pasar una semana fuera de casa: tras reconocer, verbalizar y empalizar, podemos pedirle que nos cuente si hay algo que le haria sentir mejor. Si es muy pequeño podemos sugerirle ideas: ver fotos del padre, llamarle por telefono…


-CONCLUSIONES:


¿En que ayudara todo esto a nuestros hijos? No solo les permitirá superar con nuestra ayuda las situaciones emocionales. Este ciclo repetido cuantas mas veces mejor, permitirá al niño en el futuro a autoaliviarse, cuando no cuente con nuestra presencia y ayuda. Una persona que es capaz de superar una situación emocional, y reenfocarse en la búsqueda de soluciones o en otra actividad, tendrá superados gran parte de los problemas que le puedan surgir. Como mucha veces el objetivo es dotar a nuestros hijos de estrategias que les permitan salir adelante lo mejor posible por si mismos. Si hemos creado en su cerebro los circuitos necesarios como para que el sepa reconocer sus emociones y validarlas, se sentirá mas capaz de superarlo. Asi mismo le estamos dotando de la capacidad de comprender a los demas, ponerse en su lugar y ayudarles.

Evidentemente es difícil ser capaz de hacer esto el 100% del tiempo. No es imprescindible. Incluso los padres mas conocedores de este tema y que mas esfuerzo hacen, se estima que hacen este recorrido tan solo el 50% del tiempo. Y hay situaciones en las que nos resulta imposible, sea por desconocimiento, por las circunstancias…no sucede nada. Cuantas mas ocasiones, buenas y malas aprovechemos para compartir los sentimientos con los niños mas estaremos fortaleciendo sus recursos emocionales.

A efectos practicos: tratar a nuestros hijos como querriamos que les trataran los demas:
-seamos conscientes de nuestros propios sentimientos y los de los demas (y de nuestros hijos).
-mostrar empatía y comprender los puntos de vista de otras personas (y de nuestros hijos)
-hagamos frente de forma positiva a los impulsos emocionales. Mostremos autocontrol.
-utilicemos nuestras dotes sociales a la hora de manejar las relaciones con los demas (y con nuestros hijos).





-BIBLIOGRAFIA:

http://www.talaris.org/spotlight_emocoaching_sp.htm
http://www.inteligencia-emocional.org
http://www.psicologia-online.com
http://www.cyberpadres.com




-RECURSOS:

-LIBROS PARA LOS PADRES:

-el mundo emocional del niño. Isabelle filliozart.


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EL MUNDO EMOCIONAL DEL NIÑO , COMPRENDER SU LENGUAJE, SUS RISAS Y SUS PENAS
Isabelle Filliozat (Ediciones Oniro)
Idioma: Español
ISBN: 8495456516. ISBN-13: 9788495456519

la ciencia de ser padres. Margot sunderland


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LA CIENCIA DE SER PADRES
Autor: MARGOT SUNDERLAND
Editorial: GRIJALBO MONDADORI


-LIBROS PARA LOS NIÑOS:

-vege Tal como te sientes (tuscania editorial). Es un libro en el que se han utilizado fotografias de vegetales para refejar todas las posibles expresiones faciales de los diferentes sentimientos, buenos y malos. Permite enseñar al niño las caracteristicas de los sentimientos, y tambien se puede usar para que el niño identifique los suyos.


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-cuentos para sentir: una colección de cuentos que ayuda a comentar cada uno un sentimiento diferente..

http://bibliotecas.grupo-sm.com/ver.aspx?catalogo=58&rama=002009

violeta monreal. ¿que sientes? Una colección de cuentos que repasa todos los sentimientos (filins, los llama la autora, y los recrea con forma de monstruitos) poniendoles “figura” y en cada libro se habla del sentimiento contrario. Son muchos libros de la a a la z. incluye sentimientos como el yuyu (diferente del miedo) y la ñoñeria, y la xenofobia.. Os aseguro que es fantastica.





yata. bueno. espero encontrar tiempo para completar esto con una entrega de imagenes para enseñar a los niños sobre los diferentes sentimientos.

un beso a todas las pacientes lectoras. :fl

Cani+Patri 9/12/2004
por Lanuza
#220966 Hola!
Aquí una pequeña aportación q espero q os guste y os sirva.
Es de el libro "Pero, ¿de dónde vengo?" editorial Parrenting, q tiene la colección Tris Tras, personalmente, me gusta bastante como trata algunos temas (no todos), y al final vienen indicaciones a los padres:




¿Dónde estaba yo antes de nacer? Llega un día en q tenemos q decirle a nuestro hijo q pronto va a tener un hermanito o hermanita, o quizá haya visto por la tele, en la calle o en el parque una mujer con una barriga muy grande, y ante su inocente afirmación de “ esta señora está muy gorda” hemos tenido q corregirle más o menos apurados…
Son muy variadas las situaciones cotidianas que pueden dar pie a unas explicaciones que podemos dudar si va a comprender o no.
Lo q nuestros hijos sepan o se imaginen dependerá mucho de la edad, pero tb de otros factores entre los que figuran todo lo que Nosotros les hayamos dicho directa o indirectamente.

¿Qué es esto? (…) poco a poco su mundo se he ido llenando de nombres, de su entorno y de su propio cuerpo. Si cuando se fija en sus genitales evitamos utilizar nombres indirectos, “trompa”; “hucha”, etc… y desde el principio llamamos a las cosas por su nombre “pene” y “vagina”, le estamos transmitiendo naturalidad y claridad para seguir aprendiendo. Y crearemos confianza para q cdo sea algo mas mayor nos siga preguntando.

“Yo soy una niña!”, alrededor de 2 o 3 años se va a dar cuanta de q existen 2 sexos y de q son diferentes físicamente.
Un poco mas tarde se dará cuenta de q pertenece a una u otra mitad de la humanidad y empezará a rechazar o pedir cosas de lo q él, ella crea q corresponde.
Es habitual q los peques crean q cdo crezcan van a poder cambiar de estado y convertirse en hbs o mjrs independientemente de sus genitales, puesto q el papel de unos y otros en la vida se asocia mas a vestidos, juguetes o peinados q a una cuestión de genitales.

EL MISTERIO DEL PENE
3-4 años, las preguntas van a aumentar en dificultad, empezará el porq de las cosas… “por q ella no tiene pene”
Como regla general, respuestas simples, CIERTAS, y asequibles a su edad. Así para esa pregunta no hace falta un manual de anatomía, lo más probable es q se conforme con “porq es una niña y las niñas no tienen pene, tienen vagina”

¿Cómo se hace un niño? Saciada su curiosidad de qué o porq, le llega el turno al cómo , de dónde, etc… , como de dónde vienen los niños, por dónde salen o cómo han llegado hasta allí. Con naturalidad y sencillez, será mucho más sencillo.

A PARÍS CON LAS CIGÜEÑAS
Ni los papás van a París ni a los niños los traen las cigüeñas, Ahorremos confusión y expliquemos la verdad. Podemos decirle q cdo los papás y las mamás se quieren mucho, se juntan mucho, y el papá introduce su pene en la vagina de mamá. Del pene sale una célula q se queda dentro de la tripa de mamá como una semilla. La célula crece y crece hasta convertirse en un bebé que esperará dentro de la barriga de mamá hasta q esté preparada para salir.
Podemos ayudarle con dibujos, enseñarle fotos de mamás embarazadas o enseñarle a señoras embarazadas. Tb podemos mostrarle alguna ecografía y decirle q era una foto suya cdo estaba en la tripa de mama.

NOSOTROS QUE NOS QUEREMOS TANTO
Aprovecharemos para asociar al acto de “hacer un niño”, el amor, el respeto y la voluntad de hacerlo, así aprenderán q tanto ellos como sus hermanos han sido y serán deseados por ellos.
También es conveniente decirle q para tener un niño hacen falta más cosas además de quererse mucho, como ser mayor, como mamá y papá, y q no siempre q se tienen relaciones sexuales significa q vaya a nacer un nuevo hijo.
Con este tipo de información tb evitamos q nuestro hijo se pueda pensar q si demuestra amor tb pueda quedarse embarazad@

¿Y cómo sale?, Desdramaticemos el momento del parto, por imágenes de la tele o comentarios puede tener idea exagerada que le genere temor por el dolor. Le tranquilizará saber q la vagina de las mujeres está preparada para ensancharse y hacerse grande para q el bebé salga sin dificultad. Si le preocupa el tema del dolor, tb le podemos decir q los médicos y las enfermeras le van a dar medicinas a mamá para q no le duela.

ACTITUD ANTE ESTAS PREGUNTAS

Y ¿tú q crees? Al preguntar de dónde vienen, tienen ya alguna idea preconcebida. Muchas de sus teorías aun estarán impregnadas de magia y fantasía. Si le preguntamos q cree, podemos hacernos idea de sus ideas previas y a partir de ahí explicarle la nueva información, pero siempre de forma clara, sencilla y creíble.
Si le damos respuestas claras hacemos q no pierda su espontaneidad y confianza, y facilitamos q nos pregunte cdo tenga alguna duda. Le transmitimos q con nosotros puede hablar de cualquier cosa a la vez q le estimulamos para q siga haciendo más preguntas.

LAS COSAS CLARAS.

Es importante q nuestras explicaciones sean coherentes. Para conseguirlo es interesante informar a su entorno para q no haya alguien q le explique historias de cigüeñas…
Si la coherencia es importante, tb lo es la claridad con q nos dirijamos. Debemos vigilar el vocabulario y usar palabras q nos entienda adaptándonos a su edad y nivel de comprensión.
De esta manera primero podemos hablar de “semillita”, luego de célula” y finalmente de “óvulo y espermatozoide”
Suele ser útil hacer referencia a ejemplos familiares, como huevo y la gallina, posible perro gata preñada próxima, las semillas del jardín, incluso algún reportaje de la tele.
Estos ejemplos le ayudarán a comprender q la vida de los seres q le rodean y la suya propia tiene un origen y una explicación.
¿Qué cosas tienes? A pesar de sus explicaciones no deberíamos extrañarnos y menos recriminarle o ridiculizarle por muy extravagante q parezca su explicación. Se han creado sus propias respuestas a partir de los conocimientos q ha ido recopilando. No es raro q tenga ideas como q cdo las niñas crecen le sale pene, o q los niños salen por el ombligo o explotando la barriga de la mami o cdo va al baño.

TANTO MONTA MONTA TANTO….
Ambos padres igual de implicados, aunq después pueda sentirse mas cómodo hablando con uno u otro, en un principio ofrecerle la posibilidad de q pueda hablar con los dos. Así se refuerza la idea de naturalidad y normalidad q queremos transmitirle sobre la sexualidad.

CUANDO JUEGAN A MÉDICOS
Desde muy pequeños, los niños tienen en el sentido del tacto una gran fuente de información y lo usan para explorar y reconocer el mundo. Su curiosidad les llevará a explorar su propio cuerpo y el de los demás. El q se toquen, se miren, se exploren, es fruto de la curiosidad normal q forma parte de su desarrollo. No obstante, tb deben aprender q tales cosas deben hacerse en la intimidad, y q la información q buscan se la podemos dar nosotros.
Debemos evitar las caras de desaprobación o las reprimendas exageradas o aquellas reacciones q les puedan hacer sentir q están haciendo algo sucio o q no se deben hacer. Si actuamos de esa manera podemos hacerles sentir q hacen algo malo, pudiendo generar en un momento dado la atracción hacia lo prohibido. Es más adecuado utilizar argumentos de conveniencia social o de respeto para no comportarse así en público.

SI NOS PILLAN A NOSOTROS.
Si nos pillan in fraganti, en pleno acto sexual es probable q se asuste, ya q lo más probable es q interprete la situación de manera errónea, incluso como un acto de violencia física. En tales casos, lo mejor q podemos hacer es tranquilizarle explicándole q papá y mamá se quieren mucho y q nunca se harían daño.
Puede ser una buena estrategia preguntarle q le ha parecido o si tiene alguna pregunta q hacer (lo q nos permite ganar tiempo y averiguar como ha interpretado la situación. El tipo de explicación dependerá de lo q sepa o lo q hayamos explicado antes.

IMPORTANTE
Podemos refrescar nuestros conocimientos repasando, e incluso, si lo comentamos entre nosotros como padres, podemos ponernos de acuerdo en cómo transmitírsela, evitándo sorpresas producidas por la improvisación.
Es una buena ocasión para comentar los valores q queremos transmitirle y el mensaje q queremos q nuestro hijo reciba.
por Esther.
#254028 EL APEGO

Definición de apego
En el campo del desarrollo infantil, el apego se refiere a un vínculo específico y especial que se forma entre madre-infante o cuidador primario-infante. El vínculo de apego tiene varios elementos claves:
1) Es una relación emocional perdurable con una persona en específico.
2) Dicha relación produce seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer.
3) La pérdida o la amenaza de pérdida de la persona, evoca una intensa ansiedad. Los investigadores de la conducta infantil entienden como apego la relación madre-infante, describiendo que esta relación ofrece el andamiaje funcional para todas las relaciones subsecuentes que el niño desarrollará en su vida.

Una relación sólida y saludable con la madre o cuidador primario, se asocia con una alta probabilidad de crear relaciones saludables con otros, mientras que un pobre apego parece estar asociado con problemas emocionales y conductuales a lo largo de la vida.


Formas de apego
Las formas de apego se desarrollan en forma temprana y poseen alta probabilidad de mantenerse durante toda la vida. En base a como los individuos responden en relación a su figura de apego cuando están ansiosos, Ainsworth, Blewar, Waters y Wall, definieron los tres patrones más importantes de apego y las condiciones familiares que los promueven, existiendo el estilo seguro, el ansioso-ambivalente y el evasivo.

• Los niños con estilos de apego seguro, son capaces de usar a sus cuidadores como una base de seguridad cuando están angustiados. Ellos tienen cuidadores que son sensibles a sus necesidades, por eso, tienen confianza que sus figuras de apego estarán disponibles, que responderán y les ayudarán en la adversidad. En el dominio interpersonal, las personas con apego seguro tienden a ser más cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intrapersonal, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismo.

• Los niños con estilos de apego evasivo, exhiben un aparente desinterés y desapego a la presencia de sus cuidadores durante períodos de angustia. Estos niños tienen poca confianza en que serán ayudados, poseen inseguridad hacia los demás, miedo a la intimidad y prefieren mantenerse distanciados de los otros.

• Los niños con estilos de apego ansioso-ambivalente, responden a la separación con angustia intensa y mezclan comportamientos de apego con expresiones de protesta, enojo y resistencia. Debido a la inconsistencia en las habilidades emocionales de sus cuidadores, estos niños no tienen expectativas de confianza respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores.

Las experiencias que forman vínculo
El acto de coger el bebé al hombro, mecerlo, cantarle, alimentarlo, mirarlo detenidamente, besarlo y otras conductas nutrientes asociadas al cuidado de infantes y niños pequeños, son experiencias de vinculación.
Algunos factores cruciales de estas experiencias de vinculación incluyen la calidad y la cantidad.

Los científicos consideran que el factor más importante en la creación del apego, es el contacto físico positivo (ej: abrazar, besar, mecer, etc.), ya que estas actividades causan respuestas neuroquímicas específicas en el cerebro que llevan a la organización normal de los sistemas cerebrales responsables del apego.

Durante los primeros tres años de vida, el cerebro desarrolla un 90% de su tamaño adulto y coloca en su lugar la mayor parte de los sistemas y estructuras que serán responsables de todo el funcionamiento emocional, conductual, social y fisiológico para el resto de la vida. De allí que las experiencias de vinculación conducen a un apego y capacidades de apego saludables cuando ocurren en los primeros años.

La relación más importante en la vida de un niño es el apego a su madre o cuidador primario, esto es así, ya que esta primera relación determina el “molde” biológico y emocional para todas sus relaciones futuras. Un apego saludable a la madre, construido de experiencias de vínculo repetitivas durante la infancia, provee una base sólida para futuras relaciones saludables.

En la actualidad está tomando importancia la relación o vínculo de apego del niño con el padre, figura ésta de gran importancia para el normal desarrollo evolutivo de todo ser.

Podeis leer el artículo entero en:

http://www.psicologia-online.com/infantil/apego.shtml

Esther, Pau i Carla

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por Akai
#342263 Lo que ha copiado Esther pertenece a la teoría del Apego de BOlby. Leed el experimento que se hizo con madres e hijos para poder entender los tipos de apego (ambivalente, seguro y evitativo). En el segundo enlace aparece la "situación del extraño". Este autor es muy reconocido en todas las corrientes de psicología por sus experientos con monos.

http://mamaskoala.blogspot.com/2009/03/ ... owlby.html

http://www.angelfire.com/psy/ansiedadde ... page_6.htm